"Y debido a que la economía de Cuba es tan cerrada, el sector privado es pequeño y débil..."
Por Robert Penn-Davis (Especial para
Enfoque 3 digital).
Más allá de la
familia está el hecho de que el legado político más importante de Raúl Castro,
el control militar de la economía, es difícil de desalojar. El ejército cubano,
a través de su conglomerado Gaesa, es propietario de la gran mayoría de las
empresas que operan en el comercio, desde hoteles hasta casas de cambio y
puertos, lo que le da el control de hasta el 60 por ciento de la divisa
entrante. Cualquier reformador económico sabe que romper un monopolio es
difícil, más aún si el monopolista también tiene poder sobre las armas y la
inteligencia. El ejército de Cuba está comprometido no solo con el gobierno de
un solo partido, sino también, al parecer, con la economía de una empresa.
Y debido a que la
economía de Cuba es tan cerrada, el sector privado es pequeño y débil. Sabemos
que las transiciones a la democracia requieren actores con riqueza para ejercer
presión sobre el estado para el cambio, y quizás financiar a la oposición. Bajo
Fidel Castro, Cuba implementó una de las prohibiciones más draconianas del
mundo sobre la propiedad privada, esencialmente excluyendo la posibilidad de
que esto ocurra. Su hermano sí amplió el número de actividades autorizadas por
cuenta propia, pero solo las profesiones que requieren bajas habilidades se
liberalizaron; enormes restricciones en la contratación y la financiación se
mantienen vigentes, y los impuestos son onerosos. El sector privado existe,
pero está severamente obstaculizado.
Finalmente, la
tríada de políticas que han mantenido al régimen a flote desde el final de la
Guerra Fría -migración, represión y remesas- sigue vigente. La migración ha
operado durante mucho tiempo como una válvula de seguridad al sacar a los
disidentes más desafectos de la isla, y se ha vuelto más fácil ahora que el
gobierno ya no requiere visas de salida. La represión continúa siendo aplicada
a los disidentes restantes con tanta fuerza como fue el caso antes de que el
presidente Barack Obama restableciera las relaciones diplomáticas con Cuba.
Y las remesas, que
promedian quizás hasta $ 3 mil millones anuales, son una cuerda de salvamento
vital para la economía cubana. Uno pensaría que las remesas podrían ayudar a la
democracia en Cuba mediante el financiamiento de la sociedad civil. Pero debido
a que la pobreza es desenfrenada y la financiación escasa, la mayoría de las
remesas se utilizan para el consumo familiar o actividades de autoempleo,
quedando muy poco para los tipos de grupos cívicos que son indispensables para
que surja la democracia.
Después de la
sucesión, el régimen cubano seguirá acorralado por la familia Castro, los
militares y por un sistema regulatorio diseñado para restringir el crecimiento
de organizaciones empresariales y políticas, minimizando la presión para
democratizar.
Quizás la única
presión posible para una mayor democracia después de la sucesión podría
provenir de un conflicto entre el partido y el ejército. Estas son entidades
separadas, cada una con su propia cultura, recursos y base de apoyo. Es
concebible que un eventual conflicto entre el partido y el ejército pueda
producir un terremoto político, que en teoría podría producir una transición
política.
El Sr. Castro
entiende esto mejor que nadie en Cuba. Es por eso que puede decidir quedarse a
cargo de ambos grupos, y mientras ese sea el caso, el potencial para una Cuba
libre seguirá siendo limitado.
Javier Corrales es
profesor de ciencias políticas en el Amherst College y autor del próximo libro,
"Fijación de la democracia: por qué el cambio constitucional a menudo no
mejora la democracia en América Latina". James Loxton es profesor de
política comparada en la Universidad de Sydney y el coeditor de la próxima
"Vida después de la dictadura: Partes sucesoras autoritarias en todo el
mundo".
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