"Los años pasaron y el caudillo decidió institucionalizar el totalitarismo para estar al nivel de sus pares de la Unión Soviética y sus satelites..."
“El poder no me interesa.
Después de la victoria quiero regresar a mi
pueblo y continuar
mi carrera como abogado”
Fidel Castro. Mayo1958.
Por Pedro
Corzo.
Raúl Castro y la cleptocracia moncadista están haciendo todo lo
necesario para perpetuarse en el poder, aun a costa de reinventar las cucharas,
así identificaba un sector de la población a las figuras decorativas sin
capacidad para tomar decisiones, que la práctica fidelista colocaba
al frente del régimen.
Fidel Castro, que afirmaba no querer gobernar, asumió el
premierato el 16 de febrero de 1959 después de defenestrar a José Miró Cardona,
cinco meses después protagonizó un golpe de estado contra el presidente nominal
Manuel Urrutia y dispuso que el cargo lo ocupara Osvaldo Dórticos, un individuo
que tampoco tuvo poder real, porque quienes en verdad gobiernan el país desde
el fatídico primero de enero al presente han sido los Castro.
Los años pasaron y el caudillo decidió institucionalizar el
totalitarismo para estar al nivel de sus pares de la Unión Soviética y sus
satélites, ya que había cumplido en 1965 el requisito básico de fundar el
Partido Comunista de Cuba, “vanguardia
organizada de la nación cubana, fuerza dirigente superior de la sociedad y del
Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de
la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad
comunista”, un llamado a la realidad a aquellos de buena fe, los cómplices
quedan excluidos, que confían que bajo la dictadura, habrá una transición a la
democracia.
Esta disposición confiere a los líderes del Partido toda la autoridad,
condición que determina que los burócratas del gobierno, por elevada que sea su
posición, están sujetos a las decisiones de los principales dirigentes de
la agrupación, en particular a las del Secretario General, a pesa que el
PCC no desarrolla sus actividades en base a la ideología que supuestamente le
inspira, sino en virtud a los intereses de la clase gobernante, en
particular la de los Castro, militares disfrazados de políticos.
En noviembre de 1976, cumplidos 17 años de gobierno, Fidel y Raúl
Castro dispusieron efectuar las primeras votaciones con el objetivo de designar
a los funcionarios más importantes del estado, pero solo dieciséis años
después, 1992, la Asamblea Nacional aprobó el voto directo y secreto en las
elecciones provinciales y nacionales, un requisito democrático
innecesario porque los candidatos son vacunados con los
métodos de la policía política.
También en 1976, durante la primera reunión de la Asamblea
Nacional, Fidel Castro se dejó escoger por la totalidad de los
diputados al parlamento totalitario, siendo designado presidente del Consejo de
Estado y de Gobierno, además de su posición de máximo conductor del
Partido, única fuerza política
autorizada por el régimen pero sometida a la voluntad de los Castros y en
segunda instancia a la cúpula militar que manda en la isla.
El partido Comunista es el disfraz de la dictadura militar que rige el
país desde hace cerca de seis décadas. La careta perfecta. El Partido y la
ideología han sido la cobertura teórica del castrismo, una forma de gobierno que
no se ha caracterizado por el debate de ideas, solo consignas, pero si ha
contado con habilidades notables para reinventarse y mantener el control, en
consecuencia, cualquier ejercicio electoral, bajo la egida de esta entelequia,
no aceptara cambios estructurales que determinen un mejor futuro para los
ciudadanos de la isla.
Durante las últimas semanas numerosos analistas han señalado diferentes
personalidades del castrismo como potenciales sucesores del Dictador en Jefe,
en algunos lugares se han producido fuertes discusiones sobre quien puede ser
designado, obviando que la lectura sobre las decisiones del régimen en estos
últimos sesenta años permiten afirmar que el seleccionado será el sujeto que
mejor interprete el pensamiento castristas, porque a fin de
cuentas el gran elector es Raúl Castro, y sus asesores para esta
decisión, son los generales y empresarios de las Fuerzas Armadas. En Cuba, el
cuartico de todos los que allí nacieron, sigue igualito, un cambio nominal de
jerarca no significa la restitución de los derechos ciudadano, una única
opción, es pagar por ellos.
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