lunes, 7 de mayo de 2018

TODOS LOS CAMINOS CONDUCEN A CUBA



Jorge Riopedre
Son muchos los que se preguntan por qué el Congreso de Estados Unidos no acaba de solucionar la crisis migratoria, una cuestión que afecta el presupuesto nacional por las prestaciones médicas y educacionales a indocumentados, el control de las actividades delictivas de pandillas violentas y sobre todo la zozobra familiar de más de diez millones de personas que viven en las sombras.

Barack Obama pudo gestionar la solución de este problema cuando controlaba la Cámara y el Senado, pero no lo hizo. 

Donald Trump tampoco lo ha hecho. Fidel Castro habría resuelto el problema en cinco minutos con gritos y patadas, pero nosotros vivimos en un estado de derecho: discutimos nuestros puntos de vista y llegamos a un acuerdo en el que cada parte recibe algo a cambio. El asunto lo definió muy bien una señora nombrada Margaret Mead con relación al carácter soviético, a petición de la Rand Corporation.
“La idea del acomodo político anglosajón reside en la expectativa de que toda cuestión tiene por lo menos dos lados, de suerte que una concesión representa una posición intermedia entre una serie de posiciones en cada una de las cuales se cree con sinceridad y se defiende resueltamente. Los soviéticos creen que cualquier arreglo es una desviación de la postura correcta”. Este análisis se puede hacer extensivo a medio mundo ajeno al funcionamiento de la democracia, en particular a Cuba.

El problema migratorio de Estados Unidos pasa en buena medida por La Habana.
Es una cuestión axiomática, indiscutible e irrefutable, que el régimen de Castro estimuló la crisis migratoria a Estados Unidos con los éxodos marítimos de Camarioca, Mariel, Guantánamo, balseros, frontera de México, Centroamérica y cualquier otro medio imaginable. Sus aliados suramericanos, Venezuela en particular, utilizan también el arma migratoria para reducir la densidad poblacional, eliminar desafectos e infiltrar operativos en otros países. No todos los venezolanos que emigran a Colombia o Estados Unidos huyen del régimen de Nicolás Maduro; en esa oleada va insertado el caballo de Troya. ¿Cómo remediar la situación?
Estados Unidos perdió el control de sus fronteras desde tiempos del presidente Jimmy Carter; el Congreso podrá paliar el problema migratorio pero no solucionarlo por completo en un vecindario abrumado por la pobreza, el crimen, la falta de educación, salud y vivienda. Si a esta deplorable situación se añade la maniobra desestabilizadora organizada por Cuba y sus clientes, entonces la región se desbordará lentamente pero sin remedio.
La presente situación es perjudicial tanto para Estados Unidos como para América Latina. Aunque no se oiga e incluso aparente lo contrario, la región pide a gritos que Estados Unidos asuma la responsabilidad histórica que le corresponde. El complejo de culpabilidad por la inevitable desigualdad social y los problemas de comunicación derivados de diferencias culturales no debe paralizar la adopción de medidas activas para poner fin a este delirante ciclo que ya dura más de medio siglo.




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