"Es una actividad muy sentida en la que al rememorar la pequeña patria, se sumergen en lo que nunca hubieran querido perder..."
Por
Pedro Corzo.
Muchos exiliados cubanos procuran
combatir, infructuosamente, la nostalgia, recreando en los lugares
que escogieron o les tocó reiniciar sus vidas, acontecimientos,
actividades, establecimientos y fechas que tienen grabadas en la memoria de
manera indeleble.
Por ejemplo una de las entidades de
la República en la que muchos participan son los municipios, al extremo que
todos los años la mayoría de sus asociados celebran al menos una fiesta en la
que reviven algunas de sus tradiciones más importantes, a la vez que rinden
tributo a la nación en su conjunto. Es una actividad muy sentida en
la que al rememorar la pequeña patria, se sumergen en lo que nunca
hubieran querido perder.
Recientemente el municipio de Ciego
de Ávila celebró una de sus actividades, el Baile de las Flores, una
fiesta que efectuaban en la ciudad natal y que con orgullo siguen aclamando en
suelo extranjero. En el festejo se podía apreciar como aquellos hombres y
mujeres cargaban sobre sus espaldas el lugar donde nacieron. Abuelos como Berta
y Matías López, sentían orgullo al evocar el pasado, y muy satisfechos de haber
trasmitido a sus nietos, el amor a la tierra que ellos no conocieron.
Hace varios años el recién
desaparecido Lorenzo de Toro, ciudadano ejemplar, editor de la
revista Ideal, dijo que muchos cubanos se percataban de cuanto amaban y
añoraban a su país cuando se alejaban de sus costas, parafraseando la frase del
Apóstol de que solo son bellas las playas del destierro cuando se les dice
adiós.
En verdad, muchos de todos
descubrieron su profunda cubanía cuando le dijeron adiós al convulso
caimán. Fue en la lejanía cuando se dieron cuenta que unas inquietas neuronas
se despertaron para decirles “yo no soy de aquí, yo soy de allá”. Cuba, ha sido
para todos como el título de una vieja canción, una
sublime obsesión que no abandona, que te corta la voz, moja tus ojos y aprieta el
estómago cuando te hacen una simple pregunta, ¿regresarías?
Es una realidad que un número
importante de mujeres y hombres con talento y voluntad creadora, han producido
una cultura en el exilio enraizada en el patrimonio que se gestó en
la isla. Si como individuos se labraron un nombre y marcaron pautas, también
contribuyeron de forma relevante al acervo cultural cubano allende las
fronteras, con independencia de la influencia y poder que ejercen los que
gobiernan la isla.
La globalización de la cultura
cubana es una realidad, razón por la cual está en constante enriquecimiento.
Tanto el exilio como el totalitarismo han impulsado el conocimiento de nuestras
especificidades y ayudado a una interactuación con factores exógenos que no
evitan nuestra singularidad. Esta globalización de lo cubano ha posibilitado
una contradicción en nosotros como individuos: amamos al país que nos acoge y
seguimos atados indisolublemente a la tierra de nuestros espíritus.
Paradójicamente, aunque la biología sigue
inexorablemente acrecentando los obituarios, se aprecia que cada día son más
los que dicen sentirse cubanos sin haber nacido en la ínsula. Son cubanos por
sentimientos, por su capacidad de identificarse con un dominio que
aunque no conocieron directamente lo han asumido de sus abuelos y padres. El
respeto de sus mayores a tradiciones y costumbres, les ha permitido en una
especie de osmosis de los sentimientos, compartir recuerdos y vivencias y
asumirlos como propios, todo se ajusta a lo que en su momento dijo
Fernando Ortiz: la cubanía es algo que se tiene en la sangre, es algo que
está en el corazón. La cubanía es un trayecto del alma y del espíritu.
Pero unos y otros, todos,
hemos aprendido que las raíces nacionales cubanas trascienden las fronteras,
que el ser cubano como dicen por ahí, más que un gentilicio es una profesión.
Hemos sido capaces de recrear en alguna medida la Cuba que
conocimos, o de inventar la que queremos. La nostalgia la hemos cultivado con
esmero y tal dedicación que es posible que aun los no creyentes tengan esperanzas
cuando les toque partir, que viajaran a la Cuba de sus sueños. Cuba
Primero, como diría Agustín Tamargo, otro cubano de prosapia.
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