lunes, 20 de agosto de 2018

FRACASO DE LA POLITICA CUBANA DE NUESTRO PRESIDENTE


"Recordemos: El candidato Trump fue claro y preciso. No engañó a nadie. "Lo que deseo lograr en Cuba es un mejor trato..."          

Por Santiago Cárdenas.
Con la llegada de Donald a la Casa Blanca, se ha acentuado  el escrutinio de lo que se acostumbra  a llamar la política cubana de los EEUU. Resulta que durante seis decenios ésta ha sido muy difícil de  definir, al menos para mí.
¿Destruir la involución cubana? ¿Contenerla? ¿Reformarla?  ¿Agotarla? Muchas opciones; cero definiciones. El porqué de este  guasabeo no me queda claro. Se podrían escribir varios volúmenes acerca de cada una  de  las   posibilidades  anteriormente mencionadas. Pero eso;  eso se lo dejo a la Academia y a los cubanólogos.

Lo cierto  es que a los  dieciocho meses y sumando, de la administración Trump los hechos  y los contrahechos se van haciendo más evidentes. El clímax  y el despelote, –el final de esta  anti política–, parecen cercanos  ya que se inscribe  en el  actual contexto  de anemia ideológica y  del desgano crónico  en ambas orillas del estrecho. En palabras más  sencillas: habrá que definir  todo esto en la era Trump. Y pronto.
 ¿Destrucción o convivencia? Ahí está el meollo  del problema.
¡Oh! Los americanos…. Ellos  siempre ocupados en asuntos “más importantes” que de una islita en su traspatio. La explicación del fracaso del presidente  por la presencia de un grupo de  quedaditos de Obama en el Departamento de Estado saboteando a Trump  ya  no se puede  sostener a estas alturas del 2018.
 Recordemos: El candidato Trump fue claro y preciso. No engañó a  nadie. “Lo que  deseo  lograr en Cuba es un mejor tratado”… (Que el de Obama). Esas fueron sus palabras textuales pronunciadas en Miami. Supongo que el exilio cubano, siempre alerta y combativo, votó  sabiendo a qué  atenerse. No hay nada que reclamar a Trump. Tampoco teníamos  en el 2016 otras opciones viables.
 Pero, la situación cambió. “Aunque las cosas en el palacio van despacio”, según el refranero guasón, el total  replanteo de la situación al fin llegó. Y llegó en el teatro Manuel Artime.  Entonces, Trump ya no era el candidato. Era el presidente.
Cuando los aplausos se diluyeron y los spotlights volvieron a sus oscuros cajones me quedó una extraña sensación  de impotencia no escasa de perplejidad. Ni reformismo, ni contención, ni destrucción, ni  agotamiento por  involución. Nada en concreto. Nada nuevo bajo el sol. Cero estrategias en esta nueva “política”. Más de lo mismo, con algún que otro retoquito cosmético en manos de Marco Rubio, cada día más  lejano y desentendido.
El fracaso  es  ahora evidente. Las metástasis en Nicaragua y Venezuela  van  haciéndose irreversibles; el viajeteo y el remeseo viven su mejor momento; el comercio entre ambos países se intensifica y el monocambio cultural se hizo patente, el 20 de mayo, en el corazón mismo de Manhattan.  Cua- tro- cien- tas  visas para los comisarios  culturales  castrocanelos en el  Kennedy Center y sus  alrededores.  ¡Le ronca!
Pero dónde el asunto se vuelve patético, sino que patológico, es  en la resurrección de la ley  Helms Burton  de 1996;  selectivamente, sin aplicar  el Título 3. Lo mismo que ha hecho durante 22 años los precedentes mandatarios, puntualmente cada seis meses. Claro está, eso de firmar el título sí sería comenzar a jugar con la pelota dura; pero resulta más cómodo seguir tirándole a la de trapo.
 Una potencia, que se ufane de serlo, no puede tolerar con pendejismos  y secretismos  los ataques grillo sónico a sus diplomáticos en  Cuba. La  respuesta  de EEUU., –ridícula y papeléasela, –  va en consonancia con el síndrome  de Ana Belén, que corroe de muerte el stablishment de este país. Algo  parecido a lo que  hizo el ex presidente Obama cuando la agresión del carguero Norcoreano y/o al hallazgo del misíl Hellfire de contrabando en las bóvedas secretas de la Habana.  Obama y Trump concuerdan en que Cuba  no  estará ya en el listado  de países con vínculos  terroristas.
 Mientras, el turisteo continúa en el Malecón. Veremos quién pagará los platos rotos cuando explote un nuevo “incidente” contra alguno de estos cándidos  viajeros. No habrá que esperar mucho. La agresión es consustancial al comunismo en todo tiempo y lugar.




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