"La muerte violenta de un ciudadano italiano de nombre Testagrossa, ocurrido en Cuba, en la llamada provincia de Las Tunas..."
ACERCA DEL AUTOR
Rolando Morelli
Rolando
D. H. Morelli, Ph.D., docente, narrador, poeta y ensayista cubano exiliado. Ha
sido profesor universitario en prestigiosas universidades norteamericanas.
Pertenece al Pen Club de escritores. Co-fundador y director de las Ediciones
La gota de agua. Reside en Filadelfia. Es miembro de la Junta Directiva de
CubaNet Noticias.
ESTADOS
UNIDOS. – La muerte violenta de un ciudadano italiano de nombre Testagrossa, ocurrida
en Cuba, en la llamada provincia de Las Tunas, es noticia fresca. Otras
noticias de igual o parecida factura que habrán de seguirla seguramente, la
sepultarán muy pronto. (La memoria para el horror es corta. Véase si no el
esfuerzo porque no se olvide el Holocausto judío —que no es el asesinato de
uno— y el otro Holocausto mayor causado por el comunismo, de Lenin pasando por
Stalin, al último de los “iluminados” de la causa. Para sólo poner dos casos
conocidos, en los mismos Estados Unidos, los Sanders y Ocasio-Cortés de este
mundo, insisten en que debemos implementar el modelo comunista cubano que ha de
traernos la felicidad más absoluta). ¿Cómo no iba pues a olvidarse con
facilidad la muerte de alguien anodino, ocurrida en otra parte, un pueblo
lejano, en una barriada alejada o desfavorecida?
Volviendo
al caso del italiano asesinado y descuartizado, y a la serie de crímenes
similares conocidos o desconocidos que ocurren en Cuba, debe señalarse que ya
se ha olvidado, por ejemplo, otro hecho de parecida ralea y características,
ocurrido en Bayamo, donde la víctima fuera una jovencita del lugar, y los
perpetradores unos ciudadanos italianos. Además de las particularidades que
comparten ambos crímenes, hay otros elementos en común por ejemplo entre
quienes lo perpetraron en el caso ocurrido en Bayamo, y la víctima del actual.
En uno y otro caso se trataba de turistas residenciados en Cuba, simpatizantes
del régimen de los Castro. En el caso de los primeros, esa misma condición pudo
garantizarles posiblemente escapar a “la justicia” cubana, pues todo el asunto
parece haberse disuelto en una neblina de especulaciones sin resolución ni
consecuencias. En el presente caso, se especula que el autor del horrendo
asesinato pudo haber sido “un niño”. Los italianos del crimen de Bayamo eran
conocidos militantes comunistas en su país, y consiguieron salir de Cuba para
escapar a cualquier castigo. Que sepamos, las autoridades cubanas no exigieron
de las italianas la extradición de los presuntos culpables a fin de tomarles
declaración al menos. Lo que quedaba de la niña descuartizada después de una
orgía que incluyó drogas y alcohol, apareció gracias al hambre de un perro que
desenterró un hueso y lo arrastró consigo a un lugar público donde éste fue
visto. El resto, fue cosa de seguir la pista casi a regañadientes. Al italiano
descuartizado en Las Tunas, lo encontraron al parecer por el mal olor de su
cuerpo en descomposición. El primer grupo de italianos agresores, y la persona
del agredido en el segundo de los casos, constituyen parte de una tendencia de
cierta izquierda (aunque haya de todo en la viña del señor) fascinada por la
mitología del comunismo cubano, que en Europa vende como un posible “comunismo
con pachanga”, es decir, donde se puede vivir plenamente el desenfreno de la
edad senil, tanto la parte que corresponde a esa ideología naturalmente vieja y
discapacitada, como la que corresponda según los individuos a sus fantasías.
Todos estos “compañeros de ruta” viajan a Cuba y hasta se instalan en ella para
aprovecharse del sufrimiento de los cubanos, a la vez que se sienten
provechosos (no aprovechados) cuando compran sexo baratísimo (Tailandia es
mucho más costosa) y carece a sus ojos del atractivo de la “revolucionaza”. El
descuartizado, siciliano de origen, era de profesión “artesano del vidrio”. En
Las Tunas y en otras partes de Cuba se dedicó profesionalmente hablando, a
decorar hoteles y era reconocido en todas partes por el envidriado
característico de su auto Dodge del año 1956 en una de cuyas puertas instaló la
imagen del “che” Guevara, junto a la que gustaba de posar satisfecho de su
fechoría, como quien posa junto a la imagen de Al Capone o el camarada Stalin,
sin que se le revuelva el estómago. Según algunas fuentes cercanas a
Testagrossa, el siciliano habría descubierto en Cuba, una vez residenciado en
Las Tunas, algo llamado “el arte pobre”, es decir, cuyos elementos o
componentes eran sobre todo, culos de botellas y vidrio de cualquier
procedencia. Tal vez una amonestación a los cubanos para que “aprovecharan
mejor sus recursos naturales”, o uno de tantos comentarios de que “es mejor la
pobreza ‘con dignidad’” que vivir en la riqueza y la prosperidad capitalista.
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