"Habilmente, la izquierda ha sabido hacerse con esa y otras banderas del llamado movimiento LGTBI, cuando históricamente esas conductas sexuales eran condenadas por el marxismo clásico como 'aberraciones pequeño burguesas'..."
Santiago Abascal reconocía
en el programa televisivo de Ana Rosa Quintana respecto a los medios
de comunicación que “hemos minusvalorado su capacidad de conformar la
opinión pública”. En efecto. Y eso ha resultado especialmente letal para él
porque los medios de comunicación están escorados obviamente a la izquierda.
Es lo que tiene el signo de los
tiempos y la rapidísima subversión de valores tradicionales. Por ejemplo, en
menos de diez años, Harvey Wenstein ha pasado de ser un admirado
magnate de Hollywood a un repugnante acosador de cualquier mujer que pasase por
su lado.
Hábilmente, la izquierda ha
sabido hacerse con ésa y otras banderas del llamado movimiento LGTBI, cuando
históricamente esas conductas sexuales eran condenadas por el marxismo clásico
como “aberraciones pequeño burguesas”. Algo similar pasó con el voto
femenino, cuando las diputadas republicanas Victoria Kent y Margarita
Nelken decían que “poner un voto en manos de la mujer es hoy, en España,
realizar uno de los mayores anhelos del elemento reaccionario” porque
acabarían votando lo que les dijesen los curas.
Pues bien: pese a esa contradictoria
historia, la izquierda se ha apropiado de los valores de progreso, del Me
too y todo lo demás, y a la derecha no le ha quedado quien le escriba.
Cuando Luis María Ansón, convirtió su viejo proyecto El Nacional en
un diario llamado La Razón, para competir con los periódicos
progresistas, a quien perjudicó real e inicialmente no fue a ellos, sino a la
triste y reculante derecha refugiada en ABC y en El
Mundo.
Algo parecido sucedió en los
medios audiovisuales. Espoleada por el modesto éxito de Intereconomía,
La Conferencia Episcopal creó el Canal 13, para combatir con él las
incipientes La Cuatro y La Sexta. No las afectó en
absoluto; lo que consiguió en cambio fue hundirse ella y de paso cargarse la
cadena de derechas de Julio Ariza. Ya ven el éxito mediático de esos
pollos que han conseguido no tener quién les escriba, quién les oiga ni quién
les crea, atribuyéndose les todo tipo de ideas, tanto las que sí figuran en sus
programas, como sobre todo- las que se les ocurren a sus enemigos, ya sean ciertas
o no.
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