David Rieff: «Las ONG han perdido su independencia»
"El autor de 'Una cama por una noche' critica a estas entidades por su vinculación con los gobiernos y con los derechos humanos..."
La
obra de David Rieff (Boston, 1952) no es apta para espíritus biempensantes.
«Odio el buenismo, que es pura sentimentalidad. Yo sólo creo en el empirismo»,
asegura este intelectual norteamericano, hijo de Susan Sontag, que publica en
España una edición actualizada de uno de sus textos más polémicos. 'Una
cama por una noche'(Debate) es un alegato contra la pérdida de
independencia de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) que vio la luz por
primera vez en 2003 y que se actualiza en el contexto de la crisis de los
refugiados en África y Europa.
«La
situación de las ONG ahora es peor que hace 15 años. Entonces, la independencia
humanitaria estaba amenazada. Ahora, directamente, no existe», certifica Rieff,
que vivió como periodista las guerras de Bosnia, Kosovo, Ruanda o Irak. «En
este tiempo», continúa, «hemos visto cómo las grandes potencias, sobre todo
Estados Unidos, pero también la Unión Europea, han aterrizado sobre el proyecto
humanitario. Y en la guerra contra el yihadismo, las ONG que trabajan sobre
el terreno forman parte del esfuerzo de guerra de la OTAN porque dependen
absolutamente de las fuerzas armadas estadounidenses».
Probablemente,
la tesis más controvertida de Rieff es su crítica a que las ONG «hayan formado
un matrimonio con los derechos humanos». «Vincularse a los derechos humanos es
un error», insiste. ¿Pero por qué lo es, si los derechos humanos
parecen una base sólida sobre la que sustentar la ayuda humanitaria? «La
naturaleza del proyecto humanitario es negociar con los verdugos para
asegurarse de que se puede seguir trabajando en el terreno. Pero el proyecto de
los derechos humanos es absolutista e inflexible. Deberíamos tener claro que no
existen soluciones humanitarias, que todo a lo que se puede aspirar es al
alivio», argumenta.
Pese
a todo, Rieff confiesa que pondría dinero en Médicos Sin Fronteras o en el
Comité Internacional de la Cruz Roja. En cambio, se muestra muy crítico con
Oxfam, «que tiene una alianza equivocada con el movimiento de los derechos
humanos y cuyas capacidades sobre el terreno han sufrido mucho. Han perdido la
modestia de la acción humanitaria y piensan que pueden servirse de esa acción
humanitaria para fines políticos, morales y sobre todo, transformativos. Y
precisamente eso es un error, porque la acción humanitaria debe tener
sus límites. Es algo duro, pero es la verdad. Las ONG no deben ser como las
misiones de los jesuitas», argumenta.
«No
se debe intervenir desde el extranjero en los países», sigue Rieff.«Los
únicos cambios de gobierno exitosos son los que vienen del propio pueblo, como
en Argelia o en Túnez», explica el escritor, que no cree que el desarrollo
económico sea una garantía de democratización para los países. «No hay vínculo
entre el desarrollo económico y la democracia. Al contrario, las mejores cifras
de reducción de la pobreza vienen de dictaduras como China o Vietnam. Sin los
datos de estos dos países, los resultados de la lucha contra la pobreza de los
últimos cincuenta o sesenta años serían muy malos», lamenta.
Recuerda
el autor de obras como 'Crímenes de guerra', 'A punta de pistola' o
'Elogio del olvido' que las ONG vivieron su edad de oro entre la
guerra de Biafra (el conflicto civil en Nigeria), en 1967, y los atentados del
11-S. «En ese periodo, y especialmente en los años 90, se extendió la fantasía
de la injerencia humanitaria, como la llamó Bernard Kouchner (fundador de
Médicos Sin Fronteras y exministro francés). Pensábamos que podíamos intervenir
de forma humanitaria para poner fin a las guerras, que se consideraban
absurdas. Pero la guerra no es en absoluto absurda: quienes la provocan tienen
un fin», dice Rieff, que lejos de las intervenciones humanitarias, aboga por
las «guerras justas».
«Hay
momentos en que la única manera de detener una gran injusticia es una guerra
justa. Lo vimos cuando la OTAN bombardeo al régimen de Milosevic:
yo pensé que era la mejor opción entre dos opciones horribles. Pero en Siria,
¿qué hacemos? ¿Contra quién intervenimos?», se pregunta Rieff, que también
descree de organismo como el Tribunal Penal Internacional, donde sólo llegan,
asegura, «los dirigentes de los países que no tienen amigos»
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