"Pero acusar de que todos los males de las mujeres sean culpa de los hombre; es al menos exagerada..."
El clasificar al
hombre y la mujer como iguales, tiende a crear una opinión errónea, de que es
ser igual y que es el no serlo. Creemos que no, que el hombre no es igual a la
mujer, ni la mujer lo es tampoco; sino
que cada uno se complementa. No estamos refiriéndonos a ser mejor o peor, sino
simplemente a no ser iguales.
Históricamente
dentro de la cultura occidental, la educación de los hijos ha estado,
principalmente bajo el mando de la madre. Creo que siempre, se ha visto –o
había visto– como una responsabilidad compartida: El hombre sale a buscar el
sustento y la madre educa a los hijos.
Esto se olvida, o
al menos intentan olvidarlo, los que
ahora se levantan como adalides de la reivindicación, en lo que ellos dicen es
defender el derecho a la igualdad entre el hombre y la mujer. Aunque no es la
igualdad, solamente lo importante, sino las posibilidades de ambas partes.
Nadie tiene
derecho a negarle el derecho, –valga la redundancia–, a un hombre o a una
mujer; las posibilidades de ocupar posiciones de reconocimiento, o poder, o
ambas situaciones. Todos tenemos el mismo derecho, y se debe defender el que
este derecho sea protegido y aplicado correctamente.
Ahora, los
“defensores a ultranza” del derecho a la igualdad, traducen este concepto de
manera tal, que queda tergiversado a tal
grado, que mas que agregar el derecho a la igualdad, lo que logra es ponerlo en
precario ante las posibilidades de que así sea.
Todos tenemos, no
el derecho, sino la obligación moral y en algún caso legal, el que esta
condición esté claramente definida y entendida.
Pero acusar a que
todos los males de las mujeres sean culpa de los hombres; es al menos
exagerada. De ahí esa definición de machismo, o feminismo, tan mal entendido, y
provocada por los que quieren negar el
complemento natural entre el hombre y la mujer.
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