"El amor, que lo es todos para la convivencia conyugal, hay que cuidarlo, trabajarlo cada dia con suma entrega y gnerosidad..."
“Convivencia, dice Enrique Rojas, es tolerancia y respeto
del espacio del otro. Es el arte de hacer la vida fácil, sorteando con garbo
las dificultades del trato”. Basándome en las palabras del psiquiatra
deduzco que la convivencia familiar es
la participación natural, en lo común,
de un grupo de personas con lazos consanguíneos directos y con un trato
afectivo familiar, cuya existencia permite el bienestar y desarrollo en la vida
personal y familiar.
Cualquier miembro
adulto de una familia sabe que la convivencia familiar entraña per se una
complejidad extraordinaria. Debido, pues, a ese complexo y a la perturbación
conductual de uno o de los dos pilares que son base y sostén de la familia, la
convivencia entre ellos enferma. Patología esta que, si se cronifica y se
agrava con el paso del tiempo, será causa de muerte para la armonía de vida en
familia, es decir, cuando el amor recíproco de los
esposos se debilita y desaparece, origina esta lamentable realidad.
Generalmente,
la falta de madurez en especial la afectiva, de respeto, de libertad…, en uno o
en ambos cónyuges, son las causas primigenias de esta enfermedad incurable en
la mayoría de los casos. Por ello, cada año aumenta el número de los fracasos
matrimoniales, lo cual conlleva un crecimiento de las parejas y familias rotas.
Esta situación, a veces no deseada por la pareja, genera un amargor, un
desencanto, una desdicha… que, inconscientemente, cada uno, incluido los hijos,
si los hay, extrapolan e impregnan al mundo que los rodea.
El
amor, que lo es todo para la convivencia conyugal, hay que cuidarlo, trabajarlo
cada día con suma entrega y generosidad. ¿Cómo? Venciendo ese egoísmo
devastador que arroja al ser humano a los abismos de la más terrible soledad y
de la desesperanza; atendiendo, con mimo, los detalles que satisfacen a la
persona con la que convivimos; dialogando con nuestra pareja sobre cualquier
tema especialmente aquellos que pueden repercutir favorable o desfavorablemente
en la comunión de los dos esposos, ya que cuando una pareja no tiene nada que
decirse, aparece en uno o en los dos cónyuges la necesidad de buscar otro
camino, otra persona con quien compartir su vida, en definitiva, pensando en
nuestro ser amado antes que en nosotros mismos. No olvidemos nunca que cuanto
más viejo es el árbol del amor más cuidados, más mimos necesita.
(Del libro
EL VUELO DEL RUISEÑOR. Editorial “Granada Club Selección”. Molvízar, Granada,
2018)
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