Por Pedro Corzo.
Permitir el vandalismo, que es lo que se está apreciando en muchas de las protestas que se realizan en el país cae a horcajadas en aquel decir de Thomas Mann: “La tolerancia es un crimen cuando aquello que se tolera es el mal".
Los saqueos a los comercios, quema de vehículos,
destrucción de bienes públicos, así como los abusos contra personas que
disienten de las protestas, son actos intolerables y las autoridades
deben actuar contra esas agresiones sin pedirle permiso a los
vándalos; estén motivados políticamente o sean simples delincuentes
comunes.
Muchas de las protestas no son coyunturales, no están orientadas a
un presidente en particular o contra un partido. Tampoco son estricta
consecuencia de un indigno crimen como fue la muerte de George Floyd, muchos de
estos actos violentos están dirigidos contra lo que significa este país, son
rechazos violentos a nuestra forma de vida, a nuestra identidad.
Hace más de un centenar de años el asesino en serie Vladimir Ilich
Lenin dijo que los capitalistas son capaces de vender la soga con la que serán
colgados. Hoy se aprecia que la falta de convicciones de un sector de la clase
dirigente y de ciertas autoridades, es otro tipo de cuerda que igualmente puede
asfixiarnos; motivo por el cual, cuando veo la actitud de algunos cuerpos de
policías y funcionarios me vienen a la memoria los soldados rusos que tiraron
sus armas para no combatir al ejército alemán en los días de la revolución
bolchevique en ese país. La vergüenza por un crimen y el respeto a su víctima,
no debe conducirnos a la estulticia de no defender el conjunto de los valores y
normas sobre los cuales se han desarrollado nuestras vidas.
Estamos inmersos en un conflicto cultural, reflejo del fracaso de
las propuestas extremistas. Las ideas de nuestros enemigos han sido sustituidas
por el perfil de la victimización. Los héroes han sido canibalizado por los
martirizados. Las imágenes más que las palabras son el medio para
trasmitir ideas y mensajes, lo que genera un ambiente de desinformación
particularmente difícil para el ciudadano promedio.
Destruir este país es la meta de quienes con
el pretexto de la perfección absoluta conducen a sus partidarios a una
condición de indefensión en la que todos los derechos han sido anulados. La hoz
y el martillo pintoreteado en más de un monumento en estas semanas, muestra la
intención de quienes usan las manifestaciones legítimas de descontentos para
avanzar su agenda a favor de cambios sustanciales en la nación.
Por otra parte la rapidez con la que se extendieron las protestas
a la nación y su internacionalización, sugiere una coordinación eficiente y con
recursos.
El odio a lo que significa Estados Unidos es vasto y profundo en
más de una ideología, y en numerosas personas. La expresión “si tiran piedras
es porque estamos cabalgando” es muy válida en relación a este país porque a
través de su historia, particularmente en este momento, no le han faltado
quienes gustan ladrarle o tirarle piedras, porque a pesar de sus
imperfecciones, no cesa de cabalgar hacia el progreso.
Estados Unidos ha sido por
décadas una muestra de lo que se puede progresar sin tener que recurrir a una
explosión de violencia continua como sucede con las revoluciones. No existe
producto humano perfecto y menos una nación en la que confluyen numerosas
voluntades con intereses y apetencias diferentes, no obstante, es posible
conciliar esas diferencias en aras de mejorar las condiciones de vida de las
mayorías y a la vez avanzar en el disfrute de los derechos ciudadanos.
Este país ha logrado crear condiciones precisas
para satisfacer las querencias más humanas, un ambiente donde las
esperanzas de una vida mejor pueden hacerse realidad.
Cierto que el sueño americano no es alcanzado por todos, pero es
posible soñar, cuando en otros lugares solo se vive en pesadillas. Las
condiciones para andar y construir están a la vera del camino, simplemente hay
que estar dispuesto al esfuerzo, al trabajo, porque la expresión de que no hay
almuerzo gratis no es peyorativa de esta sociedad, sino la afirmación de que
todos estamos obligados a trabajar por nuestro progreso y a respetar el derecho
de los demás, en resumen, es un país que no podemos perder.
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