La transición "democrática" de Cuba a la dictadura perfecta. Esta perspectiva se publicó por primera vez en 2015.
En memoria de Jorge Valls Por José Azel.
En un artículo anterior,
adelanté mi análisis de cómo evolucionaría el comunismo cubano, dejando a sus
oficiales militares como agentes de cambio. Describí un escenario económico
torcido en el que los generales mutarían a los nuevos "capitanes de la
industria" al orquestar privatizaciones corruptas de empresas estatales,
al igual que las privatizaciones manipuladas de Rusia en la década de 1990.
Ese escenario requiere que los
generales introduzcan la ilusión de un cambio político para conferir al nuevo
régimen una apariencia de legitimidad para el beneficio de la comunidad
internacional de inversionistas. Entra en el sistema de partidos hegemónicos
cubanos.
Bajo un régimen hegemónico
basado en el partido, la autoridad no depende de la historia revolucionaria o
del carisma personal, como ha sido el caso en la Cuba de los Castro. Más bien,
se institucionaliza un partido político dominante para mantener el poder a
perpetuidad. En el modelo cubano, dicho partido estará bajo el control militar.
Un sistema de partido
hegemónico diferirá del modelo leninista actual de Cuba solo en que algunos
partidos de oposición política serán tolerados como escaparates. Esta
oposición, por supuesto, no tiene posibilidades de ganar poder, pero su
existencia evoca la falsa imagen de un estado totalitario en transición a la
democracia.
Esta imagen servirá bien al
régimen para proyectar la estabilidad política y brindar a los inversores
potenciales una mayor confianza en la supervivencia a largo plazo del régimen.
Proporciona a los inversores la racionalización conveniente de que sus
actividades están ayudando a avanzar en un proceso de democratización. También
anestesia a la población y canaliza la energía de la oposición para que
participe en un proceso político manipulado.
Durante gran parte de su
historia, el PRI mexicano utilizó el fraude electoral masivo para ganar todas
las elecciones presidenciales con márgenes de más del 70 por ciento de los
votos. Su dominio fue casi absoluto en todas las esferas de la gobernanza. La
sucesión presidencial se llevó a cabo por dedazo (literalmente, el toque de un
dedo), ya que el titular designó a su sucesor, que era parte de un gobierno de
compinches endémicamente corrupto.
La transformación política de
Cuba comenzó en 2013, cuando Miguel Díaz-Canel fue nombrado primer
vicepresidente del Consejo de Estado de Cuba. Los medios internacionales lo
ungieron inmediatamente como el sucesor de Raúl Castro. Díaz-Canel, un
ingeniero en electrónica de 55 años de edad con antecedentes militares, es
retratado como el rostro joven y civil del gobierno.
El espejismo se reforzó cuando
Raúl Castro anunció que no buscará ser nominado como presidente del Consejo de
Estado cuando expire su mandato en 2018.
En sociología, la ley de hierro
de la oligarquía sostiene que todas las organizaciones sucumben al gobierno de
una élite. En Cuba, la tiranía altamente personal de Fidel Castro fue
reciclada, y el resultado fue la dictadura más oligárquica de su hermano Raúl.
En ausencia de los Castro, los generales reestructurarán aún más el modelo.
Un sistema totalitario de
partido único se convertirá en una estructura de partido hegemónico.
Conscientes de la historia mexicana, los generales se asegurarán de que,
incluso a largo plazo, su acuerdo no produzca una fiesta competitiva como
sucedió en México con el Partido de Acción Nacional (PAN).
En esta cadena de eventos, la
oposición se coopta para participar en la transición. En lugar de operar como
facciones contra el todo, se convierten en parte del todo como proto partidos
no competitivos.
En sus comentarios recientes
sobre Cuba en las Naciones Unidas, el presidente Barack Obama colocó sus
expectativas de cambio en Cuba en la diplomacia y el comercio. "Seguimos
teniendo diferencias con el gobierno cubano ... Pero abordamos estos problemas
a través de las relaciones diplomáticas y el aumento del comercio y los lazos
entre personas ”.
Pero, como señaló la ex secretaria
de Estado Condoleezza Rice, la diplomacia sigue los hechos sobre el terreno, no
al revés. El general Castro ha comenzado un proceso que está cambiando los
hechos sobre el terreno con un objetivo en mente: que nuestras iniciativas
diplomáticas y comerciales solo sirven para legitimar la continuación del
régimen.
La administración no ha
comprendido que, con su ayuda, el régimen cubano no seguirá un camino
democrático en su trayectoria política. Se arrastrará hasta que se convierta en
un sistema de fiesta hegemónico. El régimen siempre vuelve a sus orígenes
represivos, como si siguiera la longitud de una franja de Möbius.
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