Aquellos que la tienen no saben que poseen el
más bello de los tesoros y, como no son conscientes de ello, no la disfrutan.
Cabalgan con ímpetu, con fuerza, pero no saben disfrutar de las cosas
sencillas, de un nuevo amanecer, del resurgir de la primavera cada día, del
goce de vivir, simplemente, porque se está vivo, del rocío, de la aurora, de
una sonrisa o de una caricia bien dada.
Ese tesoro lleva escondido
sentimientos encontrados, lucha de
titanes, la furia de la osada rebeldía, el despertar de la inocencia,
sentimientos nobles, quiero creer que también. Tienen el futuro en sus
manos, todo el camino por delante, el vuelo rasante, pero, además, mucho
tormento, lucha de clases, rebelión cuerpo a cuerpo, goce y disfrute unidos.
¡Cuántas cosas tienen y no lo saben!
El gran poeta, escritor, editor y diplomático
estadounidense, del movimiento romántico, James Rusell Lowell, diría: “Si la
juventud es un defecto, es un defecto del que nos curamos demasiado pronto”.
Con el paso del tiempo, se quiere
atrapar el instante, disfrutar de cada momento, la sabiduría es un don, se
vuela con otra ilusión, se sueña lo inalcanzable, la lucha se hace pausada, la
nobleza se engrandece, pero la esencia permanece. Los sentimientos son los
mismos del ayer, pero con una callada quietud, los ojos todo lo ven, aunque la
vista se halle cansada. Hay que aferrarse al presente y disfrutar de lo bello
que nos traiga la vida, que no es poco.
A los que aún tienen el tesoro, que
un día le robarán, pero que aún no son conscientes de ello, les digo que den
cabida, en sus corazones, a todos los sentimientos nobles y que acojan a los
que lo perdieron porque de ellos aprenderán el amor por lo insignificante y
serán el vivo reflejo.
“La juventud es el momento de
estudiar la sabiduría, la vejez, el de practicarla”, palabras de Rousseau.
Hoy es uno de esos días que necesito
embriagarme de la luz del sol, empaparme de naturaleza y volar a “donde el
corazón me lleve”, bello título de la novela de Susanna Tamaro. Quizá, así me
reencuentre con esa efímera juventud.
Los comentarios de la escritora Lola Benitez don de un contenido magnifico para aquellos que lo leemos. Anteriormente su mensaje del "Dia de los Enamorados" donde nos habla del amor puro y sinceo que hoy en dia no vemos. Ahora leemos este mensaje a la Juventud donde ella recomienda sabiduria en estos años de crecimiento, que nos sirvan de experiencia en nuestra vejez.
ResponderEliminarR.Leon
En este breve pero acerado ensayo, la escritora malagueña -cuya obra nueva se difunde cada vez más, merecida y gozosamente por los medios de comunicación impresos al igual que a través de los portales electrónicos- aborda con notable aunque no sorprendente madurez –porque el talento de fecundidad probada, como el de ella, nunca sorprende sino que confirma una y otra vez su acreditada feracidad- la fugacidad de la juventud y la importancia de aprovechar a plenitud los arrestos que ofrece la misma, en orden a captar, fijar, practicar e impartir los impulsos nobles de la prístina energía característica de la época más ilusionante, abierta y experimental de la vida humana. Transmiten estas reflexiones la precoz comprensión del fructuoso asidero a la vida creadora y útil por parte de la todavía muy joven Dolores Benítez Molina, quien lleva a cabo exitosamente respecto del pensamiento de su precedente, aunque sin repetir ni trasuntar, la función de epígono de don Carlos Benítez Villodres, originador de las siguientes reflexiones: “Yo creo en la juventud. En esa juventud llena de buenos propósitos, que sabe lo que quiere, pero que se haya ralentizada, impotente, en su travesía por los mares de la realización personal, porque la entretienen y la engañan, y a veces es olvidada, y a veces es azotada por las nevadas copiosas de la indiferencia de los que ya se alejaron de su influjo primaveral, de su luz, de su canto, de sus ansias de vida nueva “
ResponderEliminarCon la disquisición sobre la juventud que acabamos de reseñar demuestra la escritora malacitana estar rebosante del sentimiento al que se refirió Vargas Llosa en sus palabras de aceptación del Premio Nobel de Literatura de 2010, a saber, “esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero.”.
A la vez, Lola Benítez Molina se hace eco de las palabras colocadas por José Enrique Rodó en el exordio de “Ariel”, cuando señaló que “Provocar esa renovación, inalterable como un ritmo de la Naturaleza, es en todo los tiempos la función y la obra de la juventud…La juventud, que así significa en el alma de los individuos y de las generaciones, luz, amor, energía, existe y lo significa también el proceso evolutivo de las sociedades. De los pueblos que sienten y consideran la vida como vosotros, serán siempre la fecundidad, la fuerza, el dominio del porvenir. Hubo una vez en que los atributos de un pueblo, los caracteres de una civilización, y en que un soplo de adolescencia encantadora pasó rozando la frente serena de una raza. Cuando Grecia nació, los dioses le regalaron el secreto de su juventud inextinguible. Grecia es el alma joven…Gracia hizo grandes cosas porque tuvo, de la juventud, la alegría, que es el ambiente de la acción, y el entusiasmo, que es la palanca omnipotente.”
Lola Benítez Molina insiste en esa exhortación y anima a la juventud a perseverar en ese esfuerzo.