"La facilidad con que Batista se hizo cargo puso de relieve la debilidad de las instituciones políticas de Cuba..."
Por Jaime Suchlicki
Convencido de que no podía ganar las elecciones programadas para junio de 1952,
Fulgencio Batista derrocó al régimen del presidente Carlos Prío en un golpe de
estado sangriento y magistralmente ejecutado el 10 de marzo. El golpe dependía
casi por completo del respaldo del ejército y atrapó a la población cubana,
como así como a
Prío y sus seguidores, por sorpresa. Batista consolidó rápidamente su posición al reemplazar a los oficiales del ejército disidentes con sus propios hombres leales, exiliando o arrestando a los principales partidarios de Prio, y tomando control temporal sobre los medios de comunicación. Prío buscó asilo en la embajada de México y más tarde se fue del país.
Prío y sus seguidores, por sorpresa. Batista consolidó rápidamente su posición al reemplazar a los oficiales del ejército disidentes con sus propios hombres leales, exiliando o arrestando a los principales partidarios de Prio, y tomando control temporal sobre los medios de comunicación. Prío buscó asilo en la embajada de México y más tarde se fue del país.
Batista justificó su
movimiento al afirmar que Prío tenía la intención de perpetuar su propio
gobierno y que la tendencia hacia la violencia evidente en el país requería la
orden o la autoridad que solo él podía proporcionar. Sin embargo, otras
razones tal vez explican mejor sus acciones. Batista estaba rodeado por un
pequeño e íntimo grupo de políticos ambiciosos e inescrupulosos que habían sido
excluidos del proceso político por las dos administraciones Auténticas
anteriores. Batista anhelaba el poder que una vez tuvo y esperaba que su
movimiento le diera la popularidad que siempre codiciaba pero que nunca logró. Su
débil posición al acercarse las elecciones, y las maniobras del presidente
Prío, quien sobornó a varios aliados de Batista para cambiar su apoyo,
minimizando así sus posibilidades políticas, convencieron al viejo general de
que el único camino al poder era a través de la violencia.
La facilidad con que Batista
se hizo cargo puso de relieve la debilidad de las instituciones políticas de
Cuba y la tendencia a la violencia que impregnó el proceso político. La
rama legislativa era débil y estaba impregnada de corrupción. Los
Ortodoxos eran sin liderazgo y en gran medida ineficaces desde la muerte de
Chiba. La corrupción y la incapacidad de los Auténticos para traer cambios
estructurales profundos a la economía cubana les había costado un gran apoyo y
los había desacreditado a los ojos de muchos cubanos. El fracaso de este
partido reformista democrático fue quizás el factor individual más importante
que contribuyó al golpe de 1952 y los acontecimientos que siguieron.
Los cubanos reaccionaron
con escepticismo ante la nueva situación. Si no hubiera sido por el estado
deprimido de la vida política, como lo demuestra la falta de respeto por
figuras políticas, gangsterismo e injerencias que prevalecieron durante las
administraciones anteriores, tal vez los cubanos habrían reaccionado más
vigorosamente. La actuación de Batista en 1944, cuando permitió elecciones
libres, y sus promesas ahora de elecciones honestas e imparciales en noviembre
de 1953, contribuyeron a la aquiescencia del pueblo. La rapidez del golpe
y la exhibición de poder militar por parte de Batista también contribuyeron en
gran medida a contener los estallidos de oposición que
ocurrieron. Interesados en la estabilidad y el desarrollo económico, los
grupos empresariales, tanto locales como extranjeros, acogieron en gran medida
un régimen que impondría el orden.
El establecimiento de la
dictadura de Batista tuvo un profundo impacto en la isla. Los escritores
criticaron la descomposición moral de la república e incluso cuestionaron la
capacidad de los cubanos para gobernarse a sí mismos. Aunque temas como el
nacionalismo, el reformismo y el antiamericanismo todavía estaban presentes en
la literatura después de 1952, ahora estaban impregnados de pesimismo y
tristeza sobre el futuro y sobre el retroceso que el regreso de una dictadura
militar significó para el desarrollo político de Cuba. Los escritores
señalaron que había una sensación de culpabilidad general por la incapacidad de
los cubanos de estar a la altura de los principios y ejemplos de los padres
fundadores. Insistieron en que los cubanos rechazaron sus
responsabilidades individuales alegando que la sociedad en su conjunto no
estaba cumpliendo con sus responsabilidades colectivas y llegaron a creer que
nunca se merecieron hombres como Martí, Maceo o Gómez
La idolatría de Martí se hizo aún más fuerte
después de 1952. Dos eventos, la conmemoración de medio siglo del nacimiento de
la república en 1952 y la centésima celebración del nacimiento de Martí en 1953
dieron lugar a una literatura que intentaba evaluar el desarrollo y situación
de Cuba en momentos tan significativos. Una variedad de libros y artículos
aparecieron en la vida de Martí y en la lucha épica por la independencia de
Cuba. En ellos, y especialmente en numerosos discursos. Las enseñanzas de Martí
fueron contrastadas con las condiciones en que la dictadura había sumergido a
Cuba. Viejos revolucionarios, jóvenes idealistas, intelectuales, periodistas y
políticos corruptos también invocaron a Martí. Todos parecían encontrar refugio
y comodidad al repetir sus palabras y bañarse en la corriente bautismal de su
pensamiento.
Sin embargo,
las escrituras y los discursos pronto dieron paso a la violencia. La imposición
de una estricta censura por parte del régimen de Batista silenció todas las
críticas. Los líderes de la oposición fueron encarcelados o exiliados.
Represión aumentada Las voces que clamaban por una solución pacífica a la
interrupción del proceso constitucional cubano pronto fueron ahogadas por voces
que clamaban por la violencia. Cuba volvió a sumergirse en el terrorismo y la
violencia, una violencia que finalmente culminó en una gran revolución y un
estado totalitario.
* Jaime
Suchlicki es Director del Cuban Studies Institute, CSI, un grupo de
investigación sin fines de lucro en Coral Gables, FL. Es el autor de Cuba: de
Colón a Castro y más allá, ahora en su quinta edición; México: de Montezuma al
auge del PAN, segunda edición, y de la recientemente publicada Breve Historia
de Cuba.
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