"...Estados Unidos, el único culpable en el imaginario colectivo de los que se han creido redentores."
Por Pedro Corzo.
La
Revolución Cubana, por sus particularidades y la singularidad de sus líderes,
mas el entorno histórico en que se produjo, marcó pautas muy propias en el
mundo político de su época.
La
Revolución ancló rápidamente en los sueños de la mayoría de los cubanos y se
ganó la confianza y admiración de la generalidad de los habitantes
del hemisferio, entre otros factores, por su capacidad
para promover una falsa epopeya y laborar por la Utopía.
La
habilidad de vender una solución mágica a los problemas nacionales sobrevivió
múltiples contratiempos, primero, por la necesidad de creer de algunos
dirigentes sociales y políticos, el servilismo de muchos
intelectuales, y por la posibilidad de enfrentar colectivamente a un poderoso
rival, Estados Unidos, el único culpable en el imaginario colectivo de los que
se han creído redentores.
El
Proceso, el término Revolución dice muy poco, logró una relativa influencia en
el pensamiento y la acción de los hacedores de política de las grandes
potencias durante y después de la Guerra Fría, como consecuencia
de su sobrevivencia y constante actividad internacional a favor de
sus propósitos. En la actualidad esa influencia está muy disminuida, pero aún
tiene calado para provocar más de un suceso y neutralizar otros.
El
Proceso, para algunos estudiosos y observadores como Santiago Cárdenas, José
Antonio Albertini y Ramiro Gómez Barruecos debe su sobrevivencia a la voluntad
de Poder de un pequeño número de iniciados que tuvieron la habilidad
de ensamblar su práctica gobiernista con una doctrina, a la sazón liderada por
la extinta Unión Soviética, que otorgaba un espurio y falso ropaje
de equidad y soberanía popular. Estos analistas dicen no tener dudas
que el castrismo se hubiera sometido a cualquier otra propuesta ideológica si
esa asociación le garantizaba pleno respaldo político y asistencia económica
como hizo el Kremlin.
El uso de
la teoría marxista adosada con la personalidad mesiánica de Fidel Castro y su
estrategia de instrumentar una política interior de control social y económica,
sostenida en una represión integral de intensidad variable, propensa a medidas
públicas extremas con fines ejemplarizantes, paralela con una política exterior
intrusiva y hegemónica, con fines desestabilizadores, es una práctica que
nombramos "Castrismo".
Es
conveniente señalar que esta manera de conservar el poder dista mucho de ser un
sistema de ideas singulares con proyecciones propias sobre el hombre y la
sociedad, es solo una eficiente herramienta para mantener El Control, más allá
de la voluntad y la conciencia de los propios gobernados.
El
elemento que diferencia este Fundamentalismo del Poder es la capacidad de relacionar
la política interior del país, con una enérgica y amplia participación en los
asuntos internacionales. La internacionalización de los conflictos internos y
la proyección de un protagonismo universal sobredimensionado, crea un estado de
exaltación muy elevado que galvaniza a la población tras sus conductores.
El
Castrismo nunca tuvo pretensiones filosóficas o doctrinales, como se apreció en
Corea del Norte cuando Kim Il. Sung se inventó el "Juche" para
demostrar la independencia ideológica de su régimen. El Castrismo, como
cualquier otro despotismo militar o civil padecido en América, es
particularmente chabacano, puesto que sus herramientas claves son:
intimidación, desconfianza, violencia, represión, premio al
envilecimiento y castigo al contestario.
Es un
método de sobrevivencia, de mutación y transformación donde cualquier acción es
válida por desquiciante y desestabilizadora que parezca, condición
que también demanda un alto nivel de agresividad, audacia y una
fuerte capacidad ofensiva.
Uno de
las herramientas claves del método castrista para la conservación
del poder es que tiende a nutrirse de las fuerzas que le combaten, y hasta de
sus contradicciones y debilidades, que sumados a un
excelente servicio de información y espionaje y una férrea censura,
convierten al Método en un instrumento muy difícil de quebrar.
Es
importante destacar otros factores fundamentales en la sobrevivencia del
Castrismo, como su agresividad y falta de escrúpulos para suscribir compromisos
y quebrantarlos, su política clientelar con gobiernos, instituciones y
personas, su disposición a correr riesgos extremos cuando chantajea
a sus objetivos y una política exterior muy activa que se conduce
como príncipe o mendigo según las circunstancias.
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