"Fueron tiempos productivos para estos dos déspotas. Sus propuestas cosecharon grandes éxitos al provocar la anarquía y el desconcierto en varios países..."
Por Pedro Corzo.
La propuesta del presidente colombiano Iván Duque de
eliminar la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR, 2008, debe progresar
porque esa entidad como la Comunidad
de Estados Latinoamericanos y Caribeños,
CELAC, 2010, fueron experimentos castrochavistas que progresaron en gran medida
por la estulticia de numerosos dirigentes políticos y sociales del hemisferio.
La corrección política de muchas personalidades al
sumarse a propuestas populistas u observar en silencio cómplice los
proyectos demagógicos de sus pares extremistas, particularmente, cuando atacan
a los Estados Unidos, es consecuencia de muchos de los males que nos aquejan.
Hugo Chávez fue el caudillo más exitoso en la gestión
de convocar a dirigentes latinoamericanos a coquetear con el
populismo marxista y atacar a Washington, aunque es muy
probables que sus propuestas fueran ideadas por Fidel Castro, que
comandó por décadas la violencia extrema, a la vez que protagonizó las
posiciones más antidemocráticas imaginable.
Castro y Chávez formaron un excelente
equipo en el objetivo común de que sus respectivos regímenes sobrevivieran, a
la vez que impulsaban la añeja ambición del verdugo de La Habana, apoyada en el
dinero que producía el petróleo venezolano, de subvertir el hemisferio para
imponer gobiernos afines, además de descalabrar lo más posible al eterno
enemigo.
Ambos sujetos que en alguna medida conducen a evocar
el trágico y fracasado dúo que integraron Adolfo Hitler y Benito Mussolini,
asumieron que la desestabilización requería muchas acciones políticas y
sociales, que no era el momento del AK47 y de las bombas, aunque eso no
significaba que las desecharan.
Entendieron que había que mantener la política
clientelar que durante años había promovido La Habana entre políticos,
intelectuales, deportistas, dirigentes sociales y cualquier frustrado
convencido de que era subestimado por sus coterráneos, junto al desarrollo de
una estrategia de subversión blanda basada en la desestabilización social y en
la generación de caos, todo con el objetivo de socavar la clase dirigente y los
valores sobre los cuales se sostenía la nación.
Fueron tiempos productivos para estos dos déspotas.
Sus propuestas cosecharon grandes éxitos al provocar la anarquía y
el desconcierto en varios países. Compartieron el escenario latinoamericano con
populistas ideológicos como Luis Inacio Lula da Silva, viejo aliado de Castro
con quien constituyó el Foro de Sao Paul, además de Dilma Rousseff, Néstor
y Cristina Fernández Kirchner, Daniel Ortega, Rafael Correa, Evo Morales y
muchos más, algunos de los cuales después de presentarse como notables
promotores de la justicia social han resultado ser simples ladrones que robaban
el erario público.
Todos prometían el paraíso en la tierra y la
salvación eterna a sus respectivos pueblos. La convivencia de tantos iluminados
propició un ambiente de fin de los tiempos, algo parecido al
desencanto que sufrieron muchos demócratas cuando la extinta Unión Soviética aplastaba
a sus enemigos, un contexto que complicó particularmente la actuación de los
políticos que rechazaban las propuestas del agotado Socialismo del Siglo XXI.
Castro y Chávez para acorralar a los dirigentes que
no les eran afines, conscientes de la ola de respaldo al populismo que se
apreciaba en el continente, decidieron crear herramientas
hemisféricas manejadas por extremistas que en la peor de
las situaciones serían útiles para controlar a los rivales que no estaban
totalmente de acuerdo con las propuestas populistas.
Así surgió UNASUR, un instrumento que supuestamente promovía la
integración política, económica y social de los países meridionales del
hemisferio cuando en verdad era un instrumento de los partidarios del Foro que
encarnaba Chávez, listo para presionar e
influenciar políticamente en las decisiones de las naciones miembros y también
en los aliados del ente subregional.
Incomprensiblemente políticos identificados con
vertientes conservadoras incorporaron a UNASUR sus países, un éxito
que posiblemente impulsó la formación de un organismo similar, la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños,
CELAC, este con proyección hemisférica, aunque vetaba el ingreso de Estados
Unidos y Canadá.
UNASUR y el CELAC fueron
creados como organismos comprometidos con la solidaridad, gobernabilidad, medio
ambiente, cooperación y asistencia, aunque realidad eran armas para tomar el
control de toda América, aparatos ideados para desmontar las democracias y
acabar con nuestras libertades y derechos, organismos que se nutren
exclusivamente a la falta de coraje de algunos de nuestros líderes.
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