"La casi totalidad de los gobiernos latinoamericanos y la mayoria de sus politicos han sido complices por omisión, a veces con participación de la dictadura castrista..."
Con
Venezuela tengo dos deudas de gratitud imposible de saldar. Me recibió junto a
mi familia en 1981. En ese país disfrute de derechos y oportunidades que nunca
antes había tenido en el mío y por si fuera poco, ha puesto al régimen
totalitario cubano en la picota pública al denunciar las fuerzas de ocupación
castristas que controlan el país.
Durante
décadas los gobiernos de América Latina han guardado silencio ante los
innumerables abusos del totalitarismo contra el pueblo cubano. Le han rendido
honores a los dictadores de la Isla invitándole a tomas de posesiones y/o
viajando a Cuba para compartir con unos déspotas que deberían avergonzarles, le
han prestado ayuda económica a sabiendas de que no cumpliría sus compromisos
como le ha sucedido a Argentina a quien le debe 2,500 millones de dólares y
México, quien al ver que Castro no pagaba, decidió condonarle el 70%
de una deuda de 487 millones de dólares.
Uruguay
es otro caso. Eximió a La Habana de una deuda de cerca de 50 millones de
dólares, y la decisión de sus pares ideológicos brasileños, el delincuente
común Luis Inacio Lula da Silva y la ex presidenta Dilma Roussef de entregarle
a los Castro 682 millones dólares, préstamo del cual no se conocen las
condiciones y que sectores de la prensa y de la oposición en Brasil dice que en
realidad fue un subsidio a la dictadura cubana.
La casi
totalidad de los gobiernos latinoamericanos y la mayoría de sus políticos han
sido cómplices por omisión, a veces con participación de la dictadura cubana.
En ocasiones por aproximación ideológica o simplemente por la seducción que
ejercía Castro sobre muchos aspirantes a caudillos que por la
devoción que mostraban eran una especie de viudas de Fidel, como escribió en
una oportunidad Andrés Reinaldo. Otros acompañaron y respaldaron a Castro por
el odio visceral, en verdad una obscena envidia, que el déspota sentía hacia
Estados Unidos.
La
realidad es que cuando algún gobierno actuó contra el régimen de La Habana fue
por influencia de Estados Unidos o como respuesta a alguna tropelía cometida
por los Castro en su territorio, nunca por los crímenes que durante 60 años el
castrismo ha ejecutado contra los ciudadanos de la isla.
Contaba
el doctor Orlando Bosch que viajó a Nicaragua para pedirle ayuda a Anastasio
Somoza ya que esa dictadura dinástica había facilitado los puertos de su país
para la expedición de la Brigada 2506. Recordaba que le recibió muy
afablemente, que le preguntó en qué podía ayudarle y cuando le expuso su plan
el gobernante le dijo con asombro, “doctor eso es un asesinato”, negándose
completamente a facilitarle al cubano los medios que le pedía para ajusticiar a
Fidel Castro, en conclusión, todo parece indicar que facilitó territorio
nicaragüense para atacar a Castro no porque este se lo mereciera, sino porque
Washington le había solicitado esa ayuda.
En el
presente, al menos aparentemente y gracias a la precaria situación de Venezuela
como consecuencia de la ocupación castrista, hay otra percepción en
el continente del totalitarismo cubano, quizás, también, porque la generación
que nació y creció bajo la sombra de Fidel Castro, muchos consiguieron ayuda
del tirano cubano para sus carreras políticas o profesionales, han perdido el
respaldo de sus partidarios o simplemente están enfrentando la
inevitable decadencia biológica.
Es de
esperar que el liderazgo latinoamericano vea a su país reflejado en
la dolorosa realidad venezolana, ya que sus predecesores no fueron
capaces de apreciar como se fusilaba en Cuba, la isla convertida en cárcel y el
pueblo sometido a un régimen de odio que violaba todos los derechos
ciudadanos.
Esta
dolorosa realidad de la cobardía o insensibilidad de políticos, dirigentes e
intelectuales ante la destrucción de Cuba está presente en dos producciones,
hay mas indudablemente, que reflejan lucidamente la soledad de la causa
democrática cubana, “Nadie Escuchaba”, del cineasta Néstor Almendro y “Contra
Toda Esperanza” del ex-prisionero político cubano Armando Valladares, dos obras
claves para entender la insolidaridad del continente con Cuba, sin obviar, que
la responsabilidad principal de la sobrevivencia de un régimen de oprobio de
sesenta años, recae sobre nosotros los cubanos.
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