viernes, 5 de marzo de 2021

LA IGLESIA, EL PAPA Y CUBA

La Iglesia, el Papa Francisco y Cuba

 

Por José Azel.

Hace ochocientos años, la Carta Magna sentó las bases de las libertades individuales, el estado de derecho y los límites al poder absoluto del gobernante. El rey Juan de Inglaterra gobernaba por el principio de "fuerza y ​​voluntad" y creía que, dado que gobernaba por derecho divino, no había límites a su autoridad.

Pero el Rey, desesperado por ayuda económica, fue obligado por los barones, a firmar el documento que limitaba sus poderes, a cambio de su ayuda. El rey Juan luego apeló al papa Inocencio III, quien prontamente falló para que el rey declarara que la Carta Magna era "no solo vergonzosa y degradante, sino también ilegal e injusta" y consideró que la carta era "nula y sin validez para siempre".

Así, desde el comienzo simbólico del conflicto entre los derechos individuales y la autoridad ilimitada, la Iglesia se puso del lado de la autoridad. Es una posición que, con notables excepciones, sigue caracterizando la conducción de los asuntos Iglesia-Estado. A pesar de la anulación “para siempre” del Papa, el espíritu de la Carta Magna vivió y sus principios están consagrados en nuestra Declaración de Independencia, Constitución y Declaración de Derechos y en los corazones y las mentes de todas las personas amantes de la libertad. A principios de 2016, el Papa Francisco recibió calurosamente al General Castro en el Vaticano, y en septiembre viajó a Cuba, convirtiéndose en el tercer Pontífice en visitar la Isla luego de las visitas en 1998 de Juan Pablo II y en 2012 de Benedicto XVI.

En términos políticos, el Papa Francisco es el jefe de un estado autoritario -una teocracia oligárquica- donde solo la aristocracia -los Príncipes del Colegio Cardenalicio- participa en la selección del gobernante. Esta estructura engendra una afinidad con el autoritarismo, como manifestó el Papa Inocencio III al anular la Carta Magna.

El Papa Francisco también ha dejado pistas sobre su pensamiento político y económico sobre Cuba. En 1998, el entonces arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Mario Bergoglio (ahora Papa Francisco) escribió un libro titulado: “Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro”. En mi lectura de la compleja prosa española del Papa, él favorece el socialismo sobre el capitalismo siempre que incorpore el teísmo. Ofrece la afirmación de Fidel Castro de que "la doctrina de Carl Marx está muy cerca del Sermón de la Montaña" y considera que la política cubana está en armonía con la doctrina social de la Iglesia.

 Siguiendo la tradición de la Iglesia, condena las sanciones económicas de Estados Unidos, pero el Papa Francisco va mucho más allá. Utiliza el término "bloqueo" inexacto y políticamente cargado de Cuba y se hace eco de las acusaciones del gobierno cubano. Luego critica el libre mercado señalando que “el capitalismo neoliberal es un modelo que subordina al ser humano y condiciona el desarrollo a las fuerzas del mercado puro ... así la humanidad asiste a un espectáculo cruel que cristaliza el enriquecimiento de unos pocos a expensas del empobrecimiento de muchos”. (Mi traducción) Este lenguaje recuerda al movimiento de la "Teología de la Liberación" que se desarrolló en América Latina en la década de 1960 y se entrelazó mucho con la ideología marxista.

La Teología de la Liberación, engendrada por el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, proporcionó las bases intelectuales que, con el apoyo cubano, sirvieron para orquestar “guerras de liberación nacional” en todo el continente. Juan Pablo II y Benedicto XVI censuraron la Teología de la Liberación, pero en 2013 el Papa Francisco se reunió con el padre Gutiérrez en "una visita estrictamente privada". Tras la visita, en una aparente exoneración de la Teología de la Liberación, L'Osservatore Romano, el periódico semioficial del Vaticano, publicó un ensayo en el que afirma que con la elección del primer Papa de América Latina la Teología de la Liberación ya no puede "permanecer en las sombras para que ha estado relegada desde hace algunos años ... ” En su libro, el Papa Francisco habla de una "solidaridad compartida" pero, como con el rechazo de la Carta Magna por parte del Papa Inocencio III, esa solidaridad parece ser con la autoridad ilegítima no democrática en Cuba y no con el pueblo.

Esto es trágico, porque durante las guerras de independencia, la Iglesia también se puso del lado de la Corona española y no de los “mambises” cubanos que luchaban por la libertad. Cuando Cuba obtuvo su independencia de España, muchos cubanos vieron a la Iglesia como enemiga de la nueva nación. En su visita a Cuba en septiembre, el Papa Francisco tuvo la oportunidad de alinear inequívocamente a la Iglesia con el pueblo, especialmente con la mayoría negra y mulata en la Isla. No lo hizo y la historia se repetirá.

 Cuando termine la pesadilla totalitaria, la jerarquía de la Iglesia será acusada por el pueblo de ser partidaria del opresivo régimen de Castro. Y los cubanos, como lo hicieron después de la independencia, volverán a ver a la Iglesia como si estuviera en el lado equivocado de la historia.

 

 * Estoy en deuda con Diego Trinidad, Cesar Vidal, Andres Oppenheimer, Julio Shiing, Jose Benegas y otros por las ideas reflejadas en este artículo.

 


 

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