"Don Sindulfo le habia adelantado al señor director, que se habia colado en Cuba, disfrazado de boligrafo..."
El
señor director llegó al parqueo del Restaurant La Carreta de Westchester, donde
se había citado con Don Sindulfo, al cual no veía por más de un mes. Ya que el
atrevido periodista recién regresaba de una misión extraordinaria a Cuba a
donde había viajado con la intención de
penetrar una reunión de los principales “lideres” del gobierno de Raúl Castro.
Don Sindulfo le había adelantado, al señor director, que había logrado “colarse en Cuba”
convenientemente disfrazado del
bolígrafo, que el abogado Ralph Patino, –el cual no se sabe si perdió la “tilde” de
su apellido en la americanización de éste, o por sus continuos patinazos, en sus
relaciones con el régimen castrista– le enviaba de regalo a Miguel Daz-Canel
Coronel en retiro de la FAR y novedoso Presidente del gobierno castrista. Según
Don Sindulfo logro escuchar, Daz-Canel pedía,
a través del teléfono a Patino, información sobre la posibilidad de que un especialistas
en diseño
de tattoos –de confianza–, viajara discretamente a Cuba, pues este
quería regalarle un tatuaje nuevo a su esposa Lis, capaz de competir con el que
luce Stormy Daniels…
–
¡Stormy Daniels!… ¿Y quién es esa señora?
–Señor director... esa señora, como usted,
le llama, es quien acusa al Presidente
Trump de haber tenido, hace diez o doce años, relaciones sexuales con ella y
ahora lo chantajea, en busca de una compensación económica por lo que dice
sucedió… y está en eso.
– ¡Mas
me confunde usted, Don Sindulfo, ¿en que vincula usted a la primera dama
cubana?, con esta otra señora, o lo que sea.
– Nada en particular, Solo que ambas gustan
de los “tatuajes”, y Stormy Daniels tiene un extenso tatuaje en todo el bajo vientre, que le llega
hasta…
–¡¡No
es necesario que me lo aclare!! –Interrumpió el señor director–…Me lo imagino…
– ¡Caramba, que casto es usted señor director!..
Pero déjeme continuar...
–Continúe
–exclamo el señor director–.
–Pues a Lis Cuesta, –prosiguió Don
Sindulfo–, que así se nombra, la esposa de Díaz-Canel solo se le conoce un tattoo pequeño en la espalda. Y parece
que quiere uno más grande; el cual no le cuesta nada, porque se paga como
gastos de la presidencia. Además, no soy yo quien las vincula, solo hago
referencia a esa supuesta petición hecha al abogado Patino por parte de Díaz-Canel
Con esta información en la mente, el señor
director, acompañado, como de costumbre por Adam Dehoy, encontró un lugar donde finalmente estacionar
su automóvil, mientras Don Sindulfo, al otro lado del parqueadero, localizaba
un sitio donde atar convenientemente su bicicleta.