Estaba en lo que fue región india de Guamuhaya, situado ahora cerca de
Trinidad. Mi mirada se perdió en la lejanía. De las flores cercanas a la
montaña me llegaban sus ráfagas perfumadas. El aire soplaba suave. La noche más
bella que nunca, llena de miles de estrellas resplandeciente. El tiempo se
retiraba pausadamente. Más de pronto de la cueva cercana, se oyó un grito largo
y profundo: Caucuuuuubuuuuu. Y el llanto de una mujer.
“La
leyenda se remonta a los primeros años de la conquista cuando las huestes
españolas se diseminaron por el suelo indio. En la región india de Guamuhaya,
se encontraba el poblado de Mancanilla, situado cerca de Trinidad. Vivía en él
un grupo de taínos pacíficos dirigido por un viejo cacique llamado
Manatiguahuraguana, de nombre largo, pero de corazón generoso. Tenía una hija
de singular belleza a quien puso por nombre Caucubú, en lengua india, “piedra
de oro”.
Caucubú era morena, de piel “color membrillo”,
esbelta como la jocuma, con grandes ojos, candorosa y modesta como pocas. De
mañana, la joven se acuclillaba frente a los rojos burenes y hacía el casabe
para los suyos. Ella tenía un amor secreto. Nadie se explicaba por qué la
escultural doncella rechazaba a todos los pretendientes. De Onofray, Magón,
Escambray, Sabaneque, y hasta de Camagüey. La causa, sin embargo, estaba bajo
los cedros y los jagüeyes donde Caucubú se arrullaba con el apuesto Naridó.
Taíno joven y de recia figura, de frente altiva y morena. Su piel broncínea del
indio justificaba su nombre, ya que Naridó, significaba “cara roja”.
Todo
era felicidad y dicha para los dos
jóvenes amantes. Pero llegaron los españoles. Diego Velázquez al frente de
ellos. Las armas por delante. Los conquistadores hicieron despliegue bien
pronto de su crueldad. A Velázquez lo acompañaba un español arrogante y
engreído (sería muy famoso en la zona por su crueldad) respondía por nombre
Vasco Porcallo de Figueroa. Pronto Porcallo supo de la belleza y hermosura de
la joven, hija de un anciano cacique, que tenía bien ganada fama de su belleza.
Envió un mensajero a buscarla, con la encomienda de traerla por la fuerza si
era necesario. El déspota al enterarse de que Caucubú había desaparecido con
tal de no entregársele, amenazó al cacique con matarle si no le revelaba el
paradero de la joven.
El padre ignoraba el lugar, pero aun cuando
lo hubiera sabido no diría nada. Porcallo no respetó al anciano cacique, ni por
su edad, ni su condición de cacique, y fue torturado hasta su muerte en el
fuego. Poco después fue sorprendido Naridó por los soldados y los feroces
perros. Siendo torturado hasta su muerte. Luego vinieron las represalias con el
resto de los indios. Pero todo fue inútil. Oculta en una cueva, la infeliz
muchacha prefirió morir lentamente en las húmedas galerías antes que perder su
pureza.
Y la zona
cercana de Trinidad está llena de
leyendas, y siempre tienen un viso de realidad y con ella se funde la historia
de Trinidad. Dicen los campesinos y todos aquellos que viajan por los
alrededores de la cueva “La Maravillosa”. Cuando los vientos del norte hacen
murmurar los árboles de la loma, junto a la entrada de la cueva, aparece llena
de hermosura Caucubú, la india más linda que diera el cacicazgo de Guamuhaya, y
se oye un grito que dice: Caucuuubbuu.
Este tipo de historias nos mantiene el recuerdo de nuestra Patria querida.
ResponderEliminarRambo Leon