"Sin embargo, el concepto de Dios es universal, trascendiendo los limites de la religión y hasta de la filosofía..."
Hugo J
Byrne
"El
pensamiento libre proclamo en alta voz y muera quien no piense igual que pienso
yo".
Muchos veredictos anunciados por el
"9th District Court of Appeals" del gobierno federal, relacionados
con la presunta "inconstitucionalidad" de la frase "bajo
Dios" al jurar fidelidad a la bandera, demandan ciertas reflexiones
nuestras.
La primera enmienda de la constitución
norteamericana sin duda implica una justa independencia del estado de toda
religión, tanto la organizada como cualquiera otra fe que se practique
individualmente.
Sin duda, ese es un elemento esencial en
la libertad individual que los fundadores de esta república quisieron preservar
para futuras generaciones norteamericanas. Las lecciones de la historia
proclaman la sabiduría de la tolerancia religiosa, cuando se la compara con la
barbarie que produce el poder político al servicio del fanatismo mesiánico.
Desde las invasiones islámicas, pasando
por las cruzadas, las guerras religiosas que asolaron a Europa después de la
reforma, la "Inquisición" y el conflicto irlandés, hasta el presente
terrorismo del llamado "Islam fundamentalista", la combinación del
poder político con la fe religiosa ha resultado siempre en terrible sufrimiento
humano.
No es misterio que esta cultura nuestra se
fundara originalmente por peregrinos que escapaban de opresiva intolerancia
religiosa. Sin embargo, el concepto de Dios es universal, trascendiendo los
límites de la religión y hasta de la filosofía.
La noción de una fuerza suprema transita
en el pensamiento aristotélico y no son pocos los que piensan que Aristóteles
ha sido el único filósofo real y que todos los que llegaron después,
simplemente dan vueltas alrededor de sus nociones.
Incluso el ateísmo puede considerarse como
un sentimiento religioso. No cabe duda de que ciertos ateos han demostrado su
religiosidad transmutando su esencial misticismo de la fe en Dios de sus
padres, a la fe en el hombre.
Para estos, el hombre es el nuevo Dios. Y
por lo tanto es también su futuro auto emancipador, capaz de crear un paraíso
terrestre. Ese es el caso de Karl Marx, quien manifestaba su ateísmo odiando al
Dios de Israel y en esencia observando un antisemitismo militante. Marx, quien
era también judío, demostraba su mesianismo con la fe socialista. Con la
eliminación de la riqueza privada, Marx aspiraba a "liberar al mundo del
judaísmo." Esto es en esencia la "solución final" de Hitler
desde el siglo XIX. Como reza el viejo proverbio cubano "no hay peor cuña
que la del mismo palo."
Nosotros los cubanos conocemos de las
bendiciones del "paraíso terrestre socialista" de primera mano. Por
eso nos inclinamos a coincidir con los cánones de la filosofía cristiana, que
nos enseña entre otras muchas cosas que "ese reino no es de este mundo.
Por lo demás la decisión de esos jueces federales es risible y tenemos la
convicción que ha de ser algún día negada por alguna corte superior en honor al
más elemental sentido común.
Si la mención de Dios al jurar fidelidad a
la bandera es inconstitucional, entonces también lo es la Declaración de
Independencia. Aunque un documento precede al otro, si vamos a seguir el
dictamen estrecho del "9th District Court of Appeals", tendríamos que
informar al Primer Ministro Británico que se haga cargo de nuestro gobierno a
nombre de la Reina.
H. G. Wells no había nacido y su
"Máquina del Tiempo" ni siquiera era un concepto literario para
ciencia-ficción. Por eso el pobre Jefferson no tenía forma de consultar con los
sabios magistrados federales de ahora sobre como componer el prólogo a su
declaración, la que reza: "han sido dotados por su creador con
ciertos derechos inalienables." Incluso la Constitución misma sería
inconstitucional. Esto es lo que llaman en inglés "oxímoron"
¿Puede concebirse tamaño disparate? Para
los magistrados del 9th Distrito, modernos alquimistas, ciertamente. Sucede que
en el Artículo VII y ultimo, dice textualmente: "Ejecutado en Convención
por el consenso unánime de los Estados presentes el día diecisiete de
septiembre, del año de Nuestro Señor, mil setecientos ochenta y siete.
¿A qué Señor se referían? ¿Lo sabe el
amigo lector?
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