DIFERENCIAS ENTRE EL PERIODISMO LIBRE Y EL PERIODISMO OFICIAL
Honrar, honra, sentenció el Maestro, y encumbra el alma escribir sobre las diferencias entre el periodismo libre y el periodismo oficial con la certeza de que se rinde homenaje al Dr. Luis David Rodríguez, quien consagró la mayor parte de su vida a esa obra que «lo desentierra todo», es decir el periodismo.
La vida del Dr. Luis David Rodríguez estuvo dedicada al oficio y fue un paradigma del periodismo libre, sin ataduras, con apego a la verdad, haciendo suya aquella lapidaria sentencia del Maestro: «La prensa no es aprobación bondadosa ni ira insultante; es proposición, estudio, examen y consejo».
Y es justamente el periodismo libre aquel que no solo censura o critica, sino que, además, encauza, alerta, suscita el debate y ofrece al destinatario la posibilidad de desarrollar sus propias conclusiones.
El gobierno de una nación debe ejercer una política de comunicación diáfana y transparente: la defensa absoluta de la libertad de expresión y el compromiso ético y legal de no ejercer ninguna clase de presión sobre los periodistas, sus fuentes y los medios. Y los periodistas no olvidar nunca que tienen el tácito compromiso profesional y moral de decirlo todo con apego a la verdad, con voluntad de servicio y con profunda honradez, pero sobre todo con la responsabilidad de saber que ellos son los que informan y enlazan a la ciudadanía con las diferentes instancias políticas, económicas y sociales, y que un error, imprudencia o inexactitud puede hacer mucho mal a la gente que no puede defenderse. Un medio de comunicación serio y libre, objetivo y sin halagos, ni «aprobación bondadosa» es invaluable para un gobierno porque con la libertad de expresión es mucho más rica la democracia.
Resulta innegable que la producción periodística revela, muchas veces de manera inconsciente, la preferencia del informador. Cuando un cronista deportivo, por ejemplo, opina sobre cualquier tema afín con su especialidad, generalmente prevalece su tendencia por éste o aquel atleta, por éste o aquel equipo. Pero si se ejerce con apego absoluto a la profesión, esa predilección cede el paso al compromiso con el lector o el oyente.
El periodismo libre contribuye al enriquecimiento social, económico, cultural y político de cualquier sociedad, porque no le atan los prejuicios ni las parcialidades. No es posible la libertad allí donde nace y prolifera la censura.
El periodismo oficial responde exclusivamente a los intereses del gobierno y del partido en el poder. Nunca un medio informativo estatal va a reflejar toda la verdad. Por el contrario, la tergiversa, la encubre, la deforma.
El periodista oficial es un peón del estado, una pieza en el engranaje de la propaganda, un obediente difusor al servicio de la consigna, del guion trazado por los centros del poder.
Jamás habrá objetividad en una prensa donde la «ira insultante» eclipsa y margina los auténticos intereses de la sociedad.
El lector quiere verse reflejado en los medios, quiere sentir el peso de la denuncia que a él le está vedada. El ciudadano quiere enterarse de cosas que le afectan y, sobre todo, de quienes son los responsables y las soluciones que se proponen.
El ciudadano no puede conformarse con asistir periódicamente a las urnas para ejercer su derecho al voto. El ciudadano quiere saber cuál ha sido la actuación de aquel por quién votó y eso solo se logra en una sociedad donde impera el periodismo libre.
El lector tiene el derecho de cuestionar lo que dice la prensa, de investigar por sus propios medios la veracidad de una información. Eso es una tarea imposible donde el periodismo oficial es la única voz, el único que anuncia y sentencia.
El propósito esencial del periodismo es proporcionarle al ciudadano información veraz y oportuna para hacer valer sus derechos ante la sociedad.
Para comprender el papel del periodismo oficial hay que precisar lo que significa la noción de «sociedad civil» sin pretender ofrecer una respuesta definitiva. La sociedad civil nace, se desarrolla y funciona en un ambiente de libertad y absoluto respeto a la diversidad.onenote:///\\HP-PC\Users\hp\Documents\Blocs%20de%20notas%20de%20OneNote\Notas%20sin%20archivar.one#section-id={C10750CA-26B4-476B-BD5B-5E91B3DED557}&page-id={94838022-ADB4-4A58-B34A-1A6E3A47F5B4}&end Y es definitivamente el periodismo uno de los talleres naturales donde se elabora ese principio.
La preconcebida estrategia de cercenar la libertad de expresión tuvo en Cuba su momento culminante cuando recién llegado al poder Fidel Castro hizo lo imposible, hasta lograrlo, por eliminar todo vestigio de periodismo libre y prensa independiente. Para conseguir su objetivo, es decir, reducir el papel de la prensa en los disímiles escenarios sociales, y someterla al puntilloso control del estado, transformándola en instrumento de su política, Castro combinó la calumnia, la represión y el chantaje moral contra los medios, acusándolos de cuanto se le antojó y penetrándolos de elementos afines a sus metas, muchos de ellos sin una formación periodística ni la más mínima noción del alcance y el significado social de la profesión
El periodismo libre enaltece al que lo ejerce. El periodismo oficial degrada y humilla al que lo practica.
Todavía hoy tropezamos, a veces, a propósito de la censura en las sociedades comunistas, con el discurso que justifica el «contexto de la época», «del «momento histórico», el «entorno global», etc. ¿No está ese discurso apuntalado por una aproximación ideológica de la historia y de la libertad, -- incluida la de expresión – que no acepta ni respeta los hechos establecidos y se opone a una auténtica indagación de la verdad? ¿No deberían, los que son sensibles a ello, volcarse del lado de la trágica dimensión de la censura sobre ese pueblo llamado Cuba plagado de víctimas no solo de las balas, sino también de la ausencia de una prensa libre?