"Lamentablemente todos se equivocaron..."
Por Pedro Corzo.
El cambio de política en proceso de
implementación del gobierno del presidente Donald Trump hacia la dictadura
castrista, ha generado numerosas expectativas y como era de esperar entre
los cubanos se han exacerbado las pasiones, en particular, entre quienes
respaldaron las medidas que favorecían al totalitarismo que dispuso el
presidente Barack Obama.
Fue tan espectacular el impacto del
restablecimiento de relaciones diplomáticas y el relajamiento de las
restricciones a Cuba por el presidente Obama, que gobiernos y dirigentes
políticos distantes del castrismo se aproximaron a ese régimen en la
suposición, al parecer, que los cambios políticos y económicos en la isla
serían inmediatos.
Más complejo e incomprensible fue que
algunos opositores y disidentes de intramuros y extramuros pensaron que
el cambio de Washington influiría favorablemente en los Castro, quienes en base
a los mismos accederían a implementar cambios radicales en la finca que
han explotado por más de 58 años.
Lamentablemente todos se equivocaron. El
castrismo no hace concesiones sino es objeto de presiones. La maquinaria del
poder está engrasada y ajustada para recibir y no para dar, de ahí que muchos
de los que creyeron que la primavera de la libertad rompería con el deshielo,
estén apoyando el cambio de vía del presidente Trump.
La ruptura de relaciones entre Estados
Unidos y Cuba fue una decisión de la Casa Blanca, el restablecimiento de las
embajadas fue también su iniciativa, y las subsiguientes concesiones
económicas y políticas también fueron una medida del ejecutivo estadounidense,
lo que permite apreciar una vez más que cada país actúa en base a sus intereses
y a las interpretaciones que del contexto hagan sus dirigentes.
Barack Obama, decidió ignorar la cruda
realidad de la isla, y trató a sus gobernantes como si hubiesen sido electos
por el pueblo. No quiso ver ni escuchar las golpizas y arrestos que allí se
producen, incluidas las que ocurrieron después de su discurso en La Habana. Su
objetivo de cambiar la política con Cuba no tomaba en cuenta el escenario, en
consecuencia la obcecación por imponer una nueva ruta, implicó concesiones que
a la larga favorecían a la nomenclatura, en particular al aparato militar, y no
al pueblo como proclamaba la declaración oficial.
El presidente Obama eligió desconocer
que Cuba está regida por una dinastía, que ese gobierno viola sistemática y
permanentemente los derechos humanos y que el pueblo está sumido en la pobreza
por las restricciones y la ineficiencia económica de un sistema fracasado.
Washington y La Habana representan modelos
ideológicos, políticos y sociales totalmente opuestos, sin que eso
signifique que sus respectivos pueblos sean enemigos, como
han sido sus líderes por décadas, a pesar que el régimen castrista instrumentó
una política de estado contra la nación estadounidense y todo lo que esta
representa. Mientras, en la isla se auspició el odio a Estados Unidos, la Casa
Blanca se limitó a favorecer el derrocamiento del totalitarismo insular.
Los que creen que las dictaduras
deben aislarse del mundo democrático, tal y como se hizo con Sudáfrica durante
el régimen de apartheid, lo más probable es que apoyen las
disposiciones de Donald Trump, todavía más, hay quienes opinan que las
medidas debieron ser más severas porque el país está bajo el control de una dictadura
militar, otros, los partidarios de las concesiones y los intercambios que
no son tales, rechazaran las exigencias al totalitarismo y seguirán
considerando responsables de los problemas de Cuba no a su gobierno, sino a
quienes se le oponen o rechazan.
No obstante, más allá de las decisiones
de los últimos dos mandatarios estadounidenses, corresponde a los cubanos
comprometidos con el establecimiento en la isla de una sociedad democrática
trabajar por ese objetivo con independencia de los que se haga en Washington,
porque aunque son indiscutibles los beneficios que implican tener de aliado en
la causa a Estados Unidos, la responsabilidad de acabar con la dinastía de los
castro recae sobre los cubanos.
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