"El mundo procesó a los criminales nazis cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial, y hubiera sido justo el enjuiciamieno global de sus pares comunistas..."
Es muy apropiado que la sociedad
moderna constituya entidades con profesionales altamente
calificados y prestigiosos, que ventilen, en un clima de justicia, hechos
criminales de lesa humanidad y otros de carácter transnacional que tribunales
locales no puedan procesar.
Esta modalidad, que tiene en cierta medida uno de sus precedentes
en los Procesos de Núremberg, es quizás consecuencia de que en los últimos años
se aprecia en algunos gobiernos y pueblos, un mayor rechazo a las dictaduras y
sus abusos, una condición que debería acentuarse hasta lograr la erradicación
de los regímenes que violan los derechos de sus ciudadanos y conspiran para
destruir gobiernos legítimamente elegidos por el pueblo.
Por otra parte es indiscutible que los cuestionamientos y
acusaciones prosperan cuando tienen como objetivo un depredador identificado
con la derecha política, como fue el caso de Augusto Pinochet. Recordemos que
el dictador chileno tuvo que refugiarse en Inglaterra por varios meses para
evitar ser extraditado a España donde pendían en su contra, en
virtud del principio de justicia universal, acusaciones por
delitos de genocidio, terrorismo y tortura.
Un
principio que penosamente no ha sido invocado por ningún país para juzgar en su
momento a Fidel Castro y en el presente a su hermano Raúl, fuera del gobierno
como estaba Pinochet cuando se tuvo que refugiar en Londres.
El mundo procesó a los criminales nazis cuando finalizó la Segunda
Guerra Mundial, y hubiera sido justo el enjuiciamiento global de sus pares
comunistas por su responsabilidad en la muerte de más de cien millones de
personas y por la frustración, desesperanza y sufrimiento de muchísimos
millones más.
Desgraciadamente no ha sido así, el nazi fascismo ha sido en
justicia criminalizado, lo que no ha ocurrido con la ideología comunista, otra
amenaza cierta a la dignidad y seguridad humana, acción que debería también
proceder contra los métodos de toma y conservación del poder
como es en esencia el castrismo, una metodología que ha demostrado nutrirse de
los fundamentos de esas dos ideologías execrables.
El castrismo no es un sistema de ideas, sino un método eficiente,
por su falta de escrúpulos y violación sistemática de la dignidad humana, como
medio para toma y conservación del poder. Un entramado que no responde a
patrones éticos ni doctrinales, una maña que se sustenta en un
aguzado sentido de la oportunidad que se refleja en las profundas
contradicciones que concurren en su búsqueda del poder y durante el ejercicio
del mismo.
La dictadura castrista ha cometido en sus sesenta años de
gobierno numerosos crímenes y la devastación completa de un país.
El régimen de los Castro podría ser enjuiciado por fusilar a miles
de personas y condenar a otras decenas de miles a largos años de cárcel sin
respetar el debido proceso. Masacres como los 71 ejecutados frente a una zanja
en la Loma de San Juan, Oriente, 1959, orden directa de Raúl Castro, el caso de
la Ceiba, Las Villas, 1963, por los numerosos asesinatos de presos políticos y
desaparecidos y por el vergonzoso hundimiento del remolcador 13 de Marzo, 1994,
donde perecieron 37 personas, entre ellas, diez niños.
Hay causas sobradas para procesar el Castrismo, a sus jerarcas y
sicarios, entre ellas, el desplazamiento forzoso de millares de personas con
prohibición de regresar a sus lugares de origen. Ese desarraigo tuvo lugar en
diferentes lugares del país y fue una práctica común la confiscación de los
bienes de los desplazados.
Los
Castro, por si los crímenes contra los cubanos no fueran
suficientes, tienen en su haber numerosas transgresiones
transnacionales como organizar guerrillas y avituallarla con armas y otros
enseres de la guerra, para derrocar gobiernos legítimamente electos, además de
entrenar a terroristas y constituir entidades internacionales para promover por
la fuerza su forma de gobierno.
En base a los crímenes del castrismo es muy importante que la
Comisión Internacional de Justicia para Cuba, CIJC, que preside el jurista
mexicano René Bolio, se haya impuesto la tarea de llevar ante la justicia
internacional a Raúl Castro, así como denunciar a los funcionarios
del régimen que han cometido crímenes durante el ejercicio de sus funciones.
Los verdugos del castrismo no deben disfrutar de impunidad.
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