Luis
Marín, abogado y politólogo venezolano
La Cátedra Pío Tamayo de la UCV realizó un foro con
María Corina Machado el lunes 22-02-16 para debatir sobre la renuncia, a la que
se añadió el abandono del cargo como otra propuesta sobrevenida a la que no
podía dejar de prestarle atención, en el entendido de que las otras opciones
han sido ya bastante discutidas, aunque no agotadas.
El tema de La Salida alcanzó el primer lugar en la
palestra pública, lo que ya de por sí es un gran éxito para sus proponentes, al
punto de que el mismo Maduro propuso que le hicieran un referéndum revocatorio,
no porque se le hubiera ocurrido sino para hacer lo mismo que hizo Chávez para
meter a la oposición en ese pantano con los resultados que son harto conocidos
y en los que ya nadie debería volver a caer.
Pero el consenso se deshace en el cómo:
referendo revocatorio, asamblea constituyente, reforma o enmienda
constitucional, renuncia, abandono del cargo e incluso la usurpación, que es lo
que se infiere de pedir la partida de nacimiento del “ilegítimo”.
Como antecedentes de renuncias presidenciales pueden
encontrarse uno remoto y otro muy reciente. El primero fue José María Vargas
que renunció en 1836, con la salvedad de que en realidad nunca quiso ser
elegido, aceptó con mucha reticencia el mandato y una vez escarmentado le rogó
al Congreso que lo relevara de esa obligación para la que no se consideraba
capacitado.
Un caso único en la historia y muy caro a la UCV que
todavía sigue llamando a la del Rector “la silla de Vargas”, que ocupó de 1827
a 1829. Mucho ha cambiado desde entonces: la actual rectora es quien la ha
ocupado por más tiempo, rompiendo el record anterior de siete años que
ostentaba Jesús María Bianco.
Sin que esto implique ninguna acusación, porque ha
sido el régimen quien a través de su Tribunal Supremo de Justicia ha impedido
que se hagan elecciones en las universidades y todos los cargos tienden a
volverse interinos y sin término definido.
El caso más reciente fue el de Chávez, que podríamos
denominar como el mundo al revés del general Lucas Rincón, que puede resumirse
en su célebre frase: “Se le solicitó al señor presidente de la República la
renuncia de su cargo, la cual aceptó”.
Una confusión ilustrativa de la turbulencia mental de
Lucas Rincón: ¿Quién renuncia? ¿Quién acepta? El que renuncia no es el que
acepta. En Derecho, la renuncia es una declaración unilateral de voluntad a la
que sigue la aceptación. Es lo que recoge la Ley del Estatuto de la Función
Pública que exige sólo dos requisitos: que sea escrita y debidamente aceptada.
Importa añadir que si la renuncia no es aceptada el funcionario debe permanecer
en el cargo, en todo caso, mantenerse allí mientras llega su reemplazo.
Ahora bien, el Presidente es un funcionario electivo
(no de carrera) para un período fijo determinado y aunque la renuncia está
contemplada no está reglamentada, ni hay precedentes salvo el de Vargas, pero
en aquel entonces como elegía indirectamente el Congreso es comprensible su
ruego para que éste le aceptara la renuncia.
No es el caso hoy que la elección es universal,
directa y secreta; pero es absurdo pensar que se renuncie ante el pueblo y
esperar que éste acepte. La solución obvia es que haya un consentimiento tácito
y funcione el mecanismo para cubrir la vacante.
La Asociación de Profesores de la UCV acogió en un
comunicado la tesis de la renuncia pero a ninguno se le escapa la respuesta que
tradicionalmente se da a estas demandas acuñada por Rómulo Betancourt: “Yo no
renuncio, ni me renuncian”.
Con lo que resulta doblemente necesario considerar la
siguiente alternative.
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