El Bandido Caniquí
A cargo de René León historiador y poeta
Se dedicó al
principio al robo de ganado que vendía en Sancti-Spíritus, donde no era
conocido. Al pasar el tiempo empezó los asaltos en los caminos transitados por
los comerciantes. Bandolero que tenía asustados a los vecinos trinitarios, pues
su zona de operaciones era los caminos que se utilizaban, o para llevar algún
animal, o transportar café para ser vendido en Trinidad. Varias veces hicieron
intentonas de prenderlo algunos voluntarios, pero siempre se escapaba. Su cueva
o lugar de esconderse era la playa de María Aguilar, cerca de Casilda, donde
tenía un bohío. Se escondía de día y de noche realizaba sus fechorías. Los pescadores
que lo conocían le avisaban cuando veían a las autoridades y él se escondía en
una cueva cercana.
No había una
casa en Trinidad que no hubiera sido robada por él. Los asaltos de noche era
una cosa muy normal. Los vecinos dormían con el temor de ser robados. Todos le
temían pues era un hombre valiente y experto tirador con su arcabuz, y lo
podían decir los vecinos que habían sido heridos.
La maldad la
llevaba desde que nació. Desde que vino al mundo en una casa de la familia de
los Pablos, sus inclinaciones era de ser vago, no le gustaba trabajar, y empezó
a robar cosas de poco valor. Al dejar la Marina española su vida fue de crimen
en crimen. No le importaba robar a los infelices. Su zona de fechorías fue la
ciudad de Trinidad, donde en pleno día muchas veces se presentaba en alguna
casa y se llevaba todo lo que podía poner en una mula que era su transportación
Se decía que tenía dos amantes. Una de
ella que vivía en un bohío un poco más de la “Chanzonera”. Negra de hermoso
cuerpo y de ojos achinados y grandes.
Cuando hacía
una de las suyas y se corría la voz en Trinidad que se encontraba en el pueblo.
No importaba si era de día o de noche, se formaba el corre corre. Pero no
era solo en Trinidad y Casilda su medio
de vida. En 1833 estaba en las afuera de la ciudad de Santa Clara. Robando y
asaltando a los campesinos Se organizó una partida de vecinos al mando de D.
José Hernández Viciedo, valiente y conocido en el área de Santa Clara. Un día
se tropezaron con “Caniquí” en la manigua, y el capitán le disparó un trabucazo
al bandido, salió herido pudiendo
escapar. Volviendo al pasar el tiempo a Trinidad.
La falta de
seguridad en los pueblos fue en aumento al aumentar las partidas de bandoleros.
Las quejas fueron en aumento y el Capitán General Mahy creó un grupo de campesinos
y voluntarios conocida por la “Partida de Armona”. El grupo era mandado por el
Capitán D. Domingo Armona, escogió 60 hombres conocido por su valor. Acabó con
los bandidos alrededor de la Habana. Fue
llamado a Trinidad las autoridades eran amenazadas por “Caniquí”. El propio
alcalde D. Pedro Gabriel Sánchez, rico
hacendado, pregonó que acabaría con el bandido. Sin embargo, el Alcalde
fue sorprendido en su propia casa por “Caniquí” y le advirtió que no lo
persiguiera, o lo mataría.
La Partida
de Armona se presentó en Trinidad y su Capitán se hospedó en la casa de D. Juan
de Dios Yepe, quien conocía a “Caniquí”. El bandido se burló de la “Partida de
Armona”, de que nunca lo iban a coger.
El
Capitán Armona, hizo circular el rumor
de que iba para la Habana, pues le había cogido miedo a “Caniquí”, cosa que no
era verdad. Al mando de ocho de sus mejores hombres regreso a Casilda. Un conocido
del bandido le puso al tanto de los movimientos y lugar donde se encontraba en
la costa de María Aguilar.
El 19 de
abril de 1834, Armona y sus hombres con la ayuda del negro “Azote” que así se
llamaba el delator se dirigieron el bohío del bandido que se encontraba
pescando cerca de una cueva que utilizaba “Caniquí” para escapar. Pero Armona y
sus hombres no le dieron oportunidad y se lanzó al mar perseguido por dos
botes, fue alcanzado y muerto de dos tiros de los hombres de Armona. Su cuerpo
fue llevado en una carreta a Trinidad y paseado por las calles para ejemplo de
los vecinos. “Azote” recibió la recompensa de manos del Alcalde de Trinidad D.
Pedro Gabriel Sánchez.
Su cadáver
fue llevado en la carreta y expuesto por orden del Gobernador, Brigadier
Coppinge, en la Plaza de Paula, como era costumbre para ejemplos de otros. Las
campanas de las Iglesias repicaron en son de felicidad para la ciudad.
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