Los Piratas en Trinidad
A cargo de René León, historiador y poeta
El apellido
del sacristán de la Parroquia era Domínguez. Acostado estaba en su hamaca
cuando sintió tiros y gritos que venían de la calle empedrada. Corrían los
vecinos perseguidos por los piratas ingleses. El escándalo de los piratas que
se dirigían a la pequeña parroquia. Se lanzó a proteger el lugar santo. Un
pirata al verlo que salía de su humilde hogar, lo alcanzó y le dio una
cuchillada en el vientre, cayendo el pobre hombre al suelo. Se le salía el
vientre, las vísceras, como pudo se levantó y tomando un pedazo de su camisa,
taponeo la herida, llegando a la parroquia, los piratas se habían llevado las
pocas cosas de valor, pues nada tenía.
Se dirigió al altar y recogiendo las ostias se dejó caer y se fue comiendo las
sagradas formas ya profanadas por los piratas. Contaría después el Padre Pinzón
que el sacristán cayó examine al suelo con los brazos abiertos en cruz, y los
ojos mirando hacia el cielo. ¡Estaba
muerto!
Cuenta la historia que cuando sonaban las
campanas de las Iglesias, se veía correr un hombre con rumbo a la parroquia, y cerraba
sus puertas. Otros cuentan que por las tardes
se veía a un hombre con un camisón negro de rodillas frente al altar, y
cuando una persona se acercaba a él desaparecía envuelto en una sombra. Todos
esas personas decían era el espíritu del sacristán.
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