"Quizás deba aclarar (para quienes olviden o desconozcan que en Cuba impera una dictadura comunista) que el MDC no es una institución reconocida por el gobierno antidemocratico de los..."
Por Luis. Leonel León.
Días atrás, en una humilde casa de la
Habana Vieja, en la capital cubana, pretendía realizarse un encuentro literario
titulado Palabras excluidas. Ya de por sí el nombre constituye una afrenta
para el totalitarismo caribeño, y aún más si esta casa es sede
del Museo de la Disidencia en Cuba (MDC).
Es de aplaudir el
hecho de que la disidencia cubana, aunque sus actores sean una ínfima parte de
la población, tenga un museo, y que a pesar de la represión sus
creadores traten de articular foros encaminados a promover la existencia de
personas y grupos disidentes en la isla, sean artistas, escritores, defensores
de los derechos humanos, o leves simpatizantes con la necesidad de rebelarse en
contra del régimen. De cualquier modo, lo importante es que los cubanos se
enteren de que es posible disentir, aunque tenga sus riesgos.
Quienes se atrevan
a decir que en Cuba no hay libertad, serán reprimidos. Y a quien le guste,
bien, y al que no, pues sencillamente calabozo, terror, vigilancia
Por supuesto que
los gendarmes de la dictadura abortaron el evento. Santa palabra de la
dictadura. Quienes se atrevan a decir que en Cuba no hay libertad, serán
reprimidos. Y a quien le guste, bien, y al que no, pues sencillamente calabozo,
terror, vigilancia. Una vida mucho más embarazosa que el resto -que de por sí
ya la tiene bastante dura-, o el exilio, manso o incómodo. Da igual. O
casi. Y que siga el aquelarre de la libertad y la esperanza, la miseria y
el olvido.
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Quizás deba
aclarar (para quienes olviden o desconozcan que en Cuba impera una dictadura
comunista) que el MDC no es una institución reconocida por el gobierno
antidemocrático de los Castro. Eso ni soñarlo. Todo lo contrario: es un
objetivo a espiar y atacar permanentemente como ocurre con cualquier
organización o persona que represente una amenaza para la cotidiana impunidad
política y social.
No es casual que
al siguiente día fueran golpeadas y arrestadas, una vez más, medio centenar de
Damas de Blanco
No es casual que
al siguiente día –suelen ser así los domingos en Cuba, aunque pocos medios lo
reporten– fueran golpeadas y arrestadas, una vez más, medio centenar de Damas
de Blanco (grupo de mujeres opositoras que desfilan llevando gladiolos en sus
manos y pidiendo libertad para todos los cubanos), a cuyas marchas se suman de
vez en vez algunos artistas e intelectuales. Todos terminan siendo
apaleados y automáticamente segregados. Así ha funcionado siempre el castrismo.
Así se mantiene.
Con sede en el
domicilio del artista visual disidente Luis Manuel Otero Alcántara, quien
ha sido detenido en varias ocasiones, el MDC se creó con “el objetivo de
ofrecer espacios de diálogos y de creación artística, exposiciones, programas
públicos o publicaciones que transgredan los límites de la sociedad cubana”,
según se detalla en el blog museo.
Este proyecto
partió de una obra de arte creada en 2016 por Otero Alcántara y la
curadora e historiadora del arte Yanelys Núñez Leyva. Muy válido es que
sus fundadores entiendan el valor, y el poder, de la confluencia de arte y
disidencia, sobre todo en un país, y en una época, en que la guerra cultural de
la izquierda -no sólo de esa que llaman radical- es un axioma. Un cáncer
social que se continúa subestimando.
El MDC precisa que
su razón de ser no responde “a ningún programa político diseñado por alguno de
los grupos que subsisten silenciosamente en la isla” y que sus intenciones son
“generar un diálogo nacional e internacional sobre la comprensión del concepto;
explorar cómo la disidencia puede generar el desarrollo de proyectos de nación;
y crear una forma artística híbrida que utilice la dinámica de las nuevas
tecnologías, con una percepción tradicional del concepto de museo, y a la misma
vez que ofrezca la posibilidad de transitar del mundo virtual al mundo real a
través de la programación del museo”.
Se esperaba la
presencia de escritores de renombre que han sido marginados o encarcelados por
pronunciarse en contra el despotismo imperante en la isla como son Ángel
Santiesteban, Rafael Alcides y Rafael Vilches. Pero no pudieron llegar. Es
decir, la policía política no los dejó
Evidentemente se
trata de objetivos que jamás serán del agrado de la autocracia habanera, para
quienes no existen opositores sino enemigos del sistema. Y eso que aquí estamos
hablando básicamente de palabras. Pero claro, de palabras excluidas. Ahí está
el detalle. En fin, que este evento, paralelo a la oficialista Feria
Internacional del Libro de La Habana, tenía como prioridad resaltar a autores
suprimidos del sistema editorial cubano que viven en la isla. Se esperaba la
presencia de escritores de renombre que han sido marginados o encarcelados por
pronunciarse en contra el despotismo imperante en la isla como son Ángel
Santiesteban, Rafael Alcides y Rafael Vilches. Pero no pudieron
llegar. Es decir, la policía política no los dejó.
Yania Suárez lo ha
descrito perfectamente desde La Habana: “Una vez más la Seguridad del Estado
actuó para impedir que las cosas estén mejor. En esta ocasión reforzando
el cerco sobre las palabras, saboteando y por tanto justificando un evento como
este, dedicado precisamente a escritores marginados”. Aquí hay un hecho que es
importante recordar: la Seguridad del Estado y demás fuerzas represivas existen
precisamente para eso, para que en Cuba las cosas nunca estén mejor. Es decir,
para mantener la dictadura. Nunca lo olvidemos.
Entre los paneles
programados en Palabras excluidas figuraban: “Esto no es un homenaje”
(una charla con el poeta Rafael Alcides), “Fuera de Feria” (donde varios
escritores independientes leerían sus textos) y la presentación de Neo Club
Ediciones. Esta editorial, fundada y dirigida en Miami por el escritor, editor
y activista por los derechos humanos Armando Añel, es una pieza clave en
el proyecto Puente a la Vista, destinado precisamente a divulgar la obra
de los creadores marginados en Cuba.
Vale agregar que
el Museo de la Disidencia tiene como espacio anexo el Museo del Arte
Políticamente Incómodo (MAPI), que se propone un recorrido histórico
“desde la época colonial hasta la actualidad por todas aquellas obras,
creadores, procesos artísticos, que sin haber sido necesariamente censurados,
ni ser considerados dentro de la categoría de arte político, tuvieron una
postura de enfrentamiento con respecto al Poder gubernamental o al propio
Sistema Arte”.
En una sociedad
aplastada bajo la bota del totalitarismo, proyectos como estos no son sólo
atrevidos, sino que también pudieran convertirse en móviles de cambio para Cuba
Debo acotar que en
una sociedad aplastada bajo la bota del totalitarismo, proyectos como estos no
son sólo atrevidos, sino que también (si se logra advertir a los cubanos de su
existencia e importancia, y si la comunidad internacional los apoyara al menos
rompiendo el silencio) pudieran convertirse en móviles de cambio para Cuba
(desde donde se regentan las llamadas dictaduras del siglo XXI que tanto
afectan a las Américas y que intentan penetrar en otras partes como España, con
los neocomunistas de Podemos). Moscas, como suele decirse, con este pequeño
gran detalle.
Insisto finalmente
en dos de los elementos a los que el castrismo –como cualquier totalitarismo–
más le teme, pues pueden transformarse en acciones que desencadenen su final:
que a los ciudadanos les llegue información real y que exista una verdadera
solidaridad internacional (con las víctimas, no con los victimarios). Cosas que
tanta falta hacen. Y con urgencia. Bueno, desde hace seis décadas. Así va la
isla: ese afligido museo donde cada día se excluyen la libertad y sus sueños. Y
así también va el mundo.
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