–Mística en esencia y aleccionadora por designio–
Por: Manuel C. Díaz
No hay dudas de que la obra
literaria de José Antonio Albertini se ha ido consolidando a través de los
años. Todo comenzó con la publicación de El
entierro del enterrador cuando,
utilizando arriesgados ejercicios de innovación narrativa, incorporó por
primera vez elementos esotéricos en una línea argumental realista. En aquella
novela, empleando dos planos intemporales de narración, Albertini se apoderaba
de la memoria colectiva de los habitantes de un pueblo imaginario para
desdibujar las fronteras entre realidad y fantasía. Pero no era sólo en esa
dualidad de formas donde se manifestaba la innovación, sino también en la
incorporación de espíritus en calidad de protagonistas; como si no existieran
diferencias entre la vida y la muerte. En su novela siguiente, Allá donde los Ángeles vuelan, la
experimentación estilística continuaba a través de la utilización de símbolos
que aparecían metafóricamente representados de diferentes formas. Por ejemplo:
un alcalde que pretendía controlar la mente de sus ciudadanos, varios
funcionarios estatales con títulos "orwelianos", Ángeles que
adquirían simuladas apariencias corpóreas y fronteras fluviales que separaban
la dicha de la desesperanza. Y todo encapsulado en una trama que encerraba, sin
mencionarlas, las claves de la tragedia cubana.
Es obvio que las novelas de
Albertini han estado signadas, desde el principio, por la innovación
estilística. Y su nuevo libro, Un día de
viento, no es la excepción. Aquí también aparece ese tono místico, un poco
entre lo fantasmagórico y lo onírico, que siempre le ha permitido transitar con
comodidad por esos minados caminos literarios donde la realidad se confunde con
la magia. La narración comienza casi de una manera tradicional describiendo el
escenario: "Como entonces, un viento tibio y desordenado imperó en aquel
mes de marzo. Golpeaba la tierra seca y esta desprendía olas de polvo que
arremetían contra todo. Era tiempo de primavera pero el agua se recluía, a la
caída de las tardes, en nubes grises y escurridizas. La sequía, legada por el
invierno, se aferraba: desteñía el verde de las plantas y hendía la superficie
de los caminos".
Por su tono inicial,
detallado y descriptivo pero a la vez metafórico, podría pensarse que lo que
sigue es una novela de costumbre o una saga familiar. Pero es ese "Como
entonces" (que seguirá apareciendo a lo largo de la novela como para
retrotraernos en el tiempo), lo que enseguida nos alerta de que la trama no
será narrada de una manera convencional. Ya en la primera escena cuando uno de
los personajes principales, Salvador, visita el cementerio de su pueblo, se
hace evidente que no está allí por urgencias nostálgicas, sino para reconstruir
el pasado implícito en ese repetitivo "como entonces". Pero no a
través de los recuerdos, sino viviéndolo todo otra vez. En efecto, lo que a
partir de ese momento ocurre en la novela será una repetición de los sucesos
que antecedieron la muerte de Salvador. Y la de sus compañeros: Pedro Faro,
Antonio Pío, Xiomara y Gualberto; que han regresado desde el más allá para
recuperar sus huesos, dispersos en innumerables tumbas anónimas, para que al
fin reposen dignamente.
Un día de viento quizás sea la más ambiciosa y compleja de todas
las novelas de Albertini. Y es que son varias las historias que se entremezclan
en su trama; una trama que no avanza de una manera lineal sino a través de
saltos en un tiempo tridimensional que podría definirse de esta manera:
pasado-pasado, pasado-reconstruido y presente-imaginado. Quizás por eso utilizó
la tercera persona omnisciente como punto de vista narrativo para poder contar
lo que de otra forma hubiese sido imposible. Porque no sólo se trata de
documentar el regreso de las ánimas, sino también las consecuencias de
reconstruir sus últimos momentos en la Tierra. Y para hacerlo, debió armonizar
forma y contenido y relatarlos cronológicamente desde las primeras muertes por
fusilamiento hasta las últimas. Una premisa atrevida si se tiene en cuenta que
es necesario describir situaciones que se balancean entre la realidad y la
fantasía. Sin embargo, Albertini lo logra. Y es que Albertini trabaja sus
escenas con una gran meticulosidad descriptiva, como lo hace en la que Salvador
llega en una lancha artillada a la costa norte de la provincia de Las Villas
para llevarle armas a los alzados del Escambray: "Sobre el mar sereno, la
luna macula el firmamento. La noche es densa. La lancha rápida, artillada con
una ametralladora Browning calibre 30, se aproxima a un punto determinado de la
costa. Los tres hombres que la tripulan visten de negro; portan pistolas y
carabinas automáticas. La embarcación se inmoviliza. Al cesar el ruido de los
motores fuera de borda, el golpe sordo del agua contra los flancos de la lancha
se hace audible. Hay quietud y sopla la misma brisa cálida de entonces".
Pero no sólo eso, sino que también sabe darle profundidad sicológica a sus
personajes a través de la exploración de su condición humana, exaltando tanto
sus defectos como sus virtudes.
En una de las escenas
finales, las ánimas de los que van a ser fusilados se enfrentan a las ánimas de
sus victimarios. Los primeros vuelven a demostrar su valor frente a la muerte
gritando "Viva Cristo Rey"; los segundos, vuelven a demostrar su
sevicia dando tiros de gracia. La última escena es, en esencia, simbólica; pero
a la misma vez esperanzadora. Albertini la comienzas así: "Y partiendo del
entonces, tumbas individuales o colectivas, ocultas o de olvido aparente,
conteniendo osamentas completas o huesos dispersos, fueron localizadas a todo
lo largo y ancho de la isla, dando inicio a un proceso de exhumación y
entierros apropiados que devolvió a cada una de las victimas al seno de la
tierra propia". Y la concluye, casi lapidariamente, de esta forma: "Y
partiendo del entonces, todas las ánimas, buenas o malas, asistieron a sus
respectivos enterramientos"
Un día de viento es una novela muy bien escrita a la que no le
faltan ni le sobran palabras. Una novela que se resiste a las clasificaciones:
mística en esencia y aleccionadora por designio. Un escalón más en la carrera
de este dedicado escritor cubano que no se cansa de imaginar, a través de la
literatura, cómo será la patria nueva.
Nota: Tomado de "Círculo: Revista de Cultura". Volumen XLIII.
2014.
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