viernes, 3 de marzo de 2017

EL LEGADO DE OBAMA

Por Luis Marín.

Los venezolanos recordaran a Barack Hussein Obama II por haber decretado que este país es “una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de los Estados Unidos” por lo que declaró “una emergencia nacional para hacer frente a esta amenaza” y luego no haber hecho nada al respecto.
          Salvo las medidas dictadas inicialmente contra siete funcionarios, lista que se ha ido ampliando más por presiones del Congreso que por iniciativa de la Administración, pero aquellas siguen siendo las mismas, que no son sanciones propiamente dichas, porque si privar de visa fuera una sanción entonces la mayoría de los pocos venezolanos que las solicitan estarían sancionados; como el bloqueo de bienes, que presupone tenerlos en EEUU y que no impide que, por ejemplo, si alguno falleciera, sus herederos pudieran reclamarlos, por no decir que con toda seguridad los tienen a nombre de terceros.
         Luego la Administración terminó casi que disculpándose por haber dictado el Decreto, ante el escándalo del Foro de Sao Paulo, aduciendo que ciertamente Venezuela no es una amenaza creíble para EEUU, pero tenía que hacerlo así porque es un requisito exigido por leyes de emergencia que permiten aplicar sanciones económicas, o sea, que es una cuestión de mera forma.
La disculpa es más bien una confesión, porque si se decreta que es amenaza quien en verdad no lo es, sólo por cumplir requisitos establecidos para la aplicación subsecuente de normas concatenadas, en español eso se llama fraude a la ley, esto es, modificar deliberadamente los factores de conexión establecidos en las leyes para conseguir la aplicación de aquellas que sean más favorables a la realización de los propios deseos, burlando una restricción legal.
La motivación del Decreto es la violación de DDHH, corrupción pública significativa y la inexistencia de un mínimo democrático en Venezuela y si bien es necesaria una alta elucubración para entender cómo es que esto amenaza la seguridad nacional y la política exterior de los EEUU lo más arduo es hacerlo compatible con la política de apertura al régimen de Castro, responsable directo de todos aquellos desmanes.
Si hasta la Conferencia Episcopal de Venezuela ha llegado a la conclusión de que la causa de este desastre es la imposición de un modelo totalitario, plasmado en el llamado Plan de la Patria, que no es otra cosa que la implantación del castrocomunismo en este país, cabeza de puente para su expansión a todo el continente.
Así sacaron a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo porque hacía seis meses que no participaba en esas actividades y, según el New York Times, renunció a sus relaciones con organizaciones terroristas; aunque es público y notorio que el secretariado de las FARC vive a cuerpo de rey en La Habana, junto a los Panteras Negras, los Macheteros de Puerto Rico y cualquier otro terrorista de ranking mundial.
Ni por asomo aparecen las palabras comunismo, guerrilla, islamismo, yihad, que no calzan en la retórica de Obama; pero lo más inquietante es que no perciba violaciones de DDHH, corrupción pública significativa e inexistencia de un mínimo democrático, en Cuba.
Todo el cambio de enfoque de su política hacia Cuba se basa en el supuesto de que las de diez administraciones anteriores “no funcionaron”; alguien debería decirle que la suya hacia Venezuela no solo no funciona sino que resulta payasesca.
Los funcionarios sancionados han sido todos recompensados por el régimen, elevados a la categoría de héroes de la patria y no parece que ni siquiera la exposición pública internacional haya disminuido un ápice la saña criminal con que siguen actuando.
En cambio, sirve para la campaña propagandística más ridícula y falsaria de la historia, en la que se muestran pescadores de Margarita, indios del Amazonas, campesinos de los llanos, ancianos, niños (pero ni uno solo de los corruptos sancionados) clamando: “¡Obama, deroga el Decreto ya!”
Cuando se hace una falsificación, lo que queda en el mundo es lo falso, no lo que pretenden los farsantes. Ese es el legado de Obama y otros legados.
 
 

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