jueves, 25 de mayo de 2017

ALBERT CAMUS, UN HOMBRE SINGULAR Y REBELDE

Albert Camus tuvo pocos amigos y un numero reducido de enemigos...'


Por Carlos Benítez Villodres
Málaga (España)


El próximo 7 de noviembre de 2017 se cumplirán 57 años de la muerte de Albert Camus. Este hombre singular e inconformista, erudito y aislado, es considerado actualmente, siempre lo fue, como un incansable y valiente paladín de los derechos humanos en un mundo totalmente henchido hasta sus más intrínsecos rincones de manipulaciones, patrañas, embrollos, injusticias…
Albert Camus tuvo pocos amigos y un número reducido de enemigos, la mayoría de ellos solapados. Su hija Catherine dice: “Estaba solo porque pensaba que la ideología debía de estar al servicio del hombre y no al revés. Por eso luchaba contra cualquier tipo de totalitarismo, incluido el comunismo. Esa posición hacía que la izquierda le considerara demasiado a la derecha, y que la derecha no le viera dentro de su ideología. Por eso nunca tuvo un apoyo político tras él”. Marginado, pues, por el mundo de la política y por el de las ideologías, Camus entabló amistad con los exiliados en Francia, tras la guerra civil española, Santiago Casares Quiroga (ministro de Marina, de la Gobernación, de Obras Públicas y último presidente del Consejo de Ministros de la Segunda República Española) y con su hija, María Casares, gran actriz del cine y del teatro franceses, “que era la verdad y la vida, refiere Catherine Camus, y tenía una fuerza extraordinaria”. María Casares, la segunda hija del político español, dijo de Camus que “era un hombre apasionado por vivir y encontrar la verdad”.

Albert nunca acató la disciplina de ningún partido político. “No camines delante de mí, manifiesta el escritor francés, puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede que no te guíe”. Durante su caminar por los mundos de la filosofía y de la literatura, Camus se declaró totalmente contrario a los absolutismos de derecha e izquierda. Atacó férreamente al fascismo en todos sus campos, rechazó al comunismo hasta sus raíces más profundas y opuso un sinfín de reparos al socialismo paupérrimo de su época. “Me decían, escribió Camus, que eran necesarios unos muertos para llegar a un mundo donde no se mataría”, pero para el adalid del sinsentido el fin nunca justifica los medios. “El éxito, refiere Albert, es fácil de obtener. Lo difícil es merecerlo”.
En 1943, año en el que se conocieron Jean Paul Sartre (París, 21 de junio de 1905-ibíd., 15 de abril de 1980) y Albert Camus (Mondovi (actualmente llamada Drean), departamento de Constantina, Argelia francesa, 7 de noviembre de 1913-Villeblevin, Borgoña, Francia, 4 de enero de 1960), comenzó a fructificar en ellos una amistad ciertamente prolífica e inmaculada. Ambos son filósofos y escritores, existencialistas y ateos… Además, las creaciones filosóficas-literarias de los dos pensadores conmocionan y alborotan a la Europa de las décadas de los 40 y 50. Sartre publica La náusea (1938), El ser y la nada (1943), La puta respetuosa (1946). Camus escribe El mito de Sísifo (1942), Calígula (1945), Estado de sitio (1948), Los justos (1949). Para ellos, el hombre se halla incrustado en la realidad de la vida hasta que deja de existir. Una realidad nacida de la nada y abocada a la misma, donde lo vano y lo irracional, arraigados al desánimo, a la desidia y a la debilidad, reinan por doquier. Asimismo, el azar, totalmente incierto y fortuito, dictamina y conduce la existencia de cualquier ser humano, solventado, desde la negación absoluta, cada uno de sus problemas, dudas e incógnitas.
La amistad entre Sartre y Camus se fue debilitando a partir de 1948 a causa de ciertas divergencias que surgen entre ellos. Discrepancias estas sobre temas tan propios de la época como el capitalismo y el comunismo reinantes, la construcción de Europa en los años de la posguerra, la abolición de los regímenes dictatoriales en determinados países del orbe, las hostilidades -encubiertas o no- entre los Estados Unidos (EE UU) y la Unión Soviética (URSS), la involucración del tejido intelectual en la política mundial y en la de sus respectivas naciones…
                Ya en 1951 Albert Camus publica El hombre rebelde. En esta obra, su autor arremete contra una izquierda que, encasillada en su propio credo de ideas obstinadas y despóticas, se ha vuelto más tradicionalista que la derecha a la que rechaza y ataca con su palabra y su modus vivendi. En el número 82 de la revista Les Temps Modernes, cofundada por Maurice Merleau-Ponty y Jean Paul Sartre en 1945, se critica con una crueldad extrema el libro El hombre rebelde. A raíz de este riguroso texto se entabla un duro cruce de recriminaciones entre Camus y Sartre que afianza aún más la muerte de una amistad, que ya se encontraba enferma y desahuciada.
Ciertamente, “la educación, refiere Mauricio Macri, es el mejor instrumento para luchar contra la pobreza, para construir una sociedad mejor, con igualdad de oportunidades… Sin educación no hay libertad…”, y “la libertad, manifiesta Manuel Azaña, no hace ni más ni menos felices a los hombres; los hace sencillamente hombres”.


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