"Para la escritora uruguaya, Cristina Peri Rossi, Onetti es: uno de los pocos existancialistas en lengua española..."
Lola Benítez Molina Málaga (España)
Hay una frase muy cierta y muy instructiva de Benjamin Franklin: “No malgastes
tu tiempo, pues de esa materia esta formada la vida”.
Quizá fue la
angustia vital, la experiencia de lo vivido, que lo llevó, incluso a la cárcel,
durante la dictadura en Uruguay. Juan Carlos Onetti nació en Montevideo el 1 de
julio de 1909 y falleció en Madrid el 30 de mayo de 1994. La dictadura militar
uruguaya lo estimuló y lo convirtió en uno de los grandes escritores que ha
dado la literatura de lengua hispana, y al que le fue concedido el Premio
Cervantes en 1980.
Para la escritora
uruguaya, Cristina Peri Rossi, Onetti es “uno de los pocos existencialistas en
lengua española”. Con anterioridad, Vargas Llosa comentó refiriéndose a Onetti
que “es un escritor enormemente original, coherente; su mundo es un universo de
un pesimismo que supera gracias a la literatura”. Asimismo, refiere su gran
amigo Jorge Rufinelli: “Escribía por la pura necesidad de hacerlo”, lo que lo
convirtió en escritor de escritores. Profundamente admirado por todos los que constituyeron
el “boom” literario de los años setenta del pasado siglo: Juan Rulfo, Julio
Cortázar, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa. Este último dice
nuevamente estas palabras sobre Juan Carlos Onetti, y no se equivocó: “Estoy
convencido de que es uno de esos escritores que va a pasar ese examen
definitivo, que es la prueba del tiempo”.
Al igual que lo
hiciera, García Márquez con Macondo, Comala “el pueblo de Rulfo” y
Yoknapatawpha, el condado de Faulkner, Santa María sería la ciudad de Onetti,
una ciudad ficticia entre su Montevideo natal y Buenos Aires, su ciudad
adorada.
Como su
compatriota Benedetti, se vio obligado a emigrar en 1975, estableciéndose en
Madrid, junto a su incondicional Dolly, en un apartamento de la Avenida de
América. Allí, seguiría dedicándose a su pasión: la escritura, dando rienda
suelta a su imaginación, en un intento de no sucumbir ante la realidad. El
crear un mundo paralelo, único y, exclusivamente, moldeado por él lo ayudaba a
superar sus noches de insomnio y su dolor ante las injusticias imperantes.
Puedo viajar a
Santa María, conversar con sus habitantes y ver en ellos el alma dolorida de
Onetti, algo que quiebra la mía, y me impulsa a querer detenerme en su tiempo,
en su voz.
Esa angustia, que
lo impulsó a crear, lo hizo traspasar el olvido, un olvido que no era lo que le
importaba. Era su nostalgia de un pasado que nunca vuelve, pero que dio sentido
a su vida.
Hay una frase muy
cierta y muy instructiva de Benjamin Franklin: “No malgastes tu tiempo, pues de
esa materia está formada la vida”.
Actualmente, tras
los años de oscuridad, se devuelve el prestigio nunca perdido de Onetti. Las
nuevas generaciones de uruguayos podrán reencontrarse con el mejor exponente de
sus letras.
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