Howard Schultz: el cafetero de Starbucks que aspira a la Casa Blanca. El millonario cerebro de la cadena de cafeterías, sopesa ahora presentarse a las elecciones presidenciales de Estados Unidos
PABLO XIMÉNEZ DE SANDOVAL
El concepto clave es “mayoría silenciosa”. El primer
político que utilizó esa expresión en Estados Unidos fue Richard Nixon, en
1969, para dirigirse a una parte de la población que no participaba en las
protestas contra la guerra de Vietnam, no se enfrentaba a la policía y veía
desde su sofá el país desgarrado por la polarización política. El concepto ha
vuelto al debate esta semana de la mano de Howard Schultz, expresidente
de las cafeterías Starbucks. Schultz se quiere presentar como independiente a la Casa
Blanca en 2020. Dice que representa a la mayoría silenciosa a la que no le
gusta Donald Trump pero considera que los demócratas se han convertido en un
partido radical. Sería una candidatura de centro. Solo un lado está preocupado,
los demócratas.
Howard Schultz (Nueva York,
1953) pasó su infancia en un piso subvencionado en una urbanización
en el límite sureste de Brooklyn, “la última estación del tren L”, cuenta en su
reciente libro. “Durante toda mi vida me han atormentado y animado los
recuerdos de mi infancia. En mi padre vi lo que le puede pasar a la vida de una
persona cuando se le despoja de dignidad. De mi madre aprendí que esa última
parada de tren no iba a ser la última parada de mi vida”. A los 65 años, es
multimillonario. Forbes calcula su fortuna en 3.400 millones de dólares (2.956
millones de euros). Su nombre quizá no es conocido en todo el mundo, pero su
creación sí. Es el hombre que construyó el imperio Starbucks.
La historia es digna del mejor
libro de superación personal. Entró en la compañía en 1982. Era una empresa que servía
café a hoteles y bares. Ante las reticencias de la empresa para dar luz verde a
sus planes —quería trasladar a Estados Unidos el concepto de cafetería como
sitio de estar y quedar, como había visto en Italia— abandonó la firma. Fundó
su propia cafetería y empezó a abrir locales. En 1987, su empresa absorbió
Starbucks. Tenían entonces 17 locales. Tres décadas después, Starbucks posee
28.000 cafeterías en 77 países y vale 78.000 millones de dólares . Por el camino,
además, Schultz abandonó la compañía durante ocho años para luego volver y
reinventarla de nuevo, al estilo Steve Jobs.
Ha escrito varios libros en los que comparte sus
experiencias en Starbucks a modo de charla motivacional. El último, que ha sido
entendido como una declaración de principios para sustentar su candidatura a
presidente, se titula From the ground up. En él, explica cómo fue
de la mano de su madre a ver a John F. Kennedy haciendo campaña en 1960 en
Nueva York. “Ella no tenía por qué llevarme ese día. Era una carga. Pero me
gusta pensar que fue su manera de enseñarme su deseo de creer en las promesas
no cumplidas de nuestro país, y en las posibilidades que eso le daba a su
hijo”.
En el libro desgrana sus opiniones sobre episodios
políticos más recientes. En 2011, los republicanos negaron al presidente Barack
Obama la ampliación de gasto necesaria para mantener el Gobierno funcionando.
Schultz parece culpar a las dos partes por igual de no ser capaces de lograr un
acuerdo. “Nuestros cargos electos estaban poniendo los intereses de sus
partidos respectivos por encima de los intereses del país, no estaban haciendo
su trabajo”, escribe. “Ver un liderazgo tan irresponsable desde mi sofá,
paralizado, me hizo sentir tan triste e impotente como cuando era niño y oía a
mis padres pelearse por dinero”.
La historia demuestra que una candidatura independiente
tiende a dividir el voto del lado del que se percibe como más cercana. Jill
Stein, del Green Party, se llevó decenas de miles de votos de izquierda en los
Estados que acabaron por decidir la presidencia para Trump en 2016. El
abanderado de los derechos de los consumidores, Ralph Nader, debilitó la
candidatura de Al Gore en 2000. El caso más citado suele ser el de Ross Perot,
el empresario que dividió el voto republicano en 1992. George H. W. Bush perdió
la reelección contra Bill Clinton en una campaña en la que tenía todo a su
favor. Schultz ignora todos los precedentes que indican que su candidatura “de
centro” con toda probabilidad ayudará a la reelección de Donald Trump.
Al menos otros dos multimillonarios demócratas han
renunciado a sus planes de presentarse. El inversor californiano Tom Steyer, el
mayor donante privado del Partido Demócrata, estuvo jugando con la idea de
presentarse él mismo si el partido no era lo bastante progresista. Finalmente
decidió que no se presentará y que ayudará con al menos 40 millones de dólares
para su objetivo de conseguir el impeachment de Trump. El
exalcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, exrepublicano que ahora es uno de
los mayores donantes demócratas, aclaró esta semana que si decide presentarse
lo hará dentro de las primarias de ese partido, no como independiente.
Bloomberg, de perfil político muy parecido al de Schultz, le advirtió sin
nombrarle de que no se presente como independiente: no tiene ninguna
posibilidad de ganar y el riesgo es muy alto.
Discurso familiar
El discurso de Schultz, más educado que el de Trump, suena
sin embargo inquietantemente familiar. El sistema político está roto, dice. Los
partidos no consiguen hacer nada. Se presenta “bajo una sola bandera, la
bandera americana”. Lo hace porque le preocupa “la gente que se está quedando
atrás”. Schultz se considera demócrata, pero se opone a la actual agenda del
partido. Rechaza el impuesto del 70% a las grandes fortunas que se está
abriendo paso en el debate interno. Se opone a que haya un sistema público de
sanidad para todos o que se utilice dinero público para subvencionar la
educación superior. El choque con las ideas que se están cociendo en el Partido
Demócrata es inevitable, dice, por eso solo se plantea presentarse como
independiente. “Yo me he hecho a mí mismo”, dijo esta semana. “Salí de las
casas subvencionadas y aproveché las oportunidades de este país. Soy una prueba
viviente del sueño americano”.
No está claro cuánto habrá que esperar para ver si Schultz
se presenta definitivamente. Lo que parece claro es que la amenaza no va a
desaparecer pronto. The Washington Post contaba el pasado
martes que Schultz lleva meses preparando el terreno. Ha encargado hasta seis
encuestas. El tour de promoción de su libro le va a servir
para probarse ante el público por todo el país. Esta gira hizo parada el pasado
jueves en un teatro de Seattle, la ciudad que vio nacer Starbucks. En el
exterior, unas decenas de manifestantes protestaban contra Schultz por querer
presentarse. “No seguiría adelante de ninguna manera si pensara que puedo
incitar a la gente a reelegir a Donald Trump”, se defendió él.
“Ver el mundo no como era, sino como podía ser. Esto se convirtió
en una manera de vivir”, dice Schultz. La decisión que tome será después de
meses distrayendo el debate de los otros candidatos demócratas. Entre los
manifestantes de Seattle, uno llevaba un cartel con un vaso de Starbucks en que
decía: “Grande ego. Venti [la mayor medida de los vasos de Starbucks] mistake”
(algo así como "Grande ego. Gran error").
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