"La alfabetización en Cuba fue parte esencial del programa de adoctrinamiento del totalitarismo..."
Por Pedro
Corzo.
Es
incomprensible que después de los más de 100 millones de muertos del comunismo,
los enormes perjuicios causados a la humanidad y el rotundo fracaso económico
del modelo socialista hayan personas como el senador Bernie Sanders que
defienden proyectos parecidos o similares, al de la extinta Unión Soviética y
Cuba.
Sería
conveniente que el señor Sanders y todos los que piensan como
él, estudien detenidamente el proceso cubano y venezolano. Leyeran
la prensa oficialista del régimen para que aprecien cuantas veces Fidel Castro,
el mismo que hundió el Remolcador 13 de marzo y la embarcación XX Aniversario,
causando la muerte de decenas de personas, afirmó en 1987, 18 años
después de conquistar el poder por medio de las armas, ¡Ahora sí vamos a construir el
socialismo!.
El apóstol
cubano José Martí escribió “La ignorancia mata a los
pueblos”, expresión que se ajusta perfectamente al comentario del
senador Sanders que fue injusto cuando comentó que simplemente en
Cuba no todo estaba mal.
No mal
senador, deplorable, al extremo que el difunto dictador
Castro expresó, 2010, "el
modelo cubano no nos sirve ni a nosotros". Una realidad previamente
comprobada con la caída del bloque soviético no por los misiles del capitalismo
sino por consunción, las innumerables miserias del sistema lo agotaron. Es un
modelo inviable porque son regímenes contrarios a la naturaleza
humana.
La alfabetización en Cuba fue parte esencial del programa de
adoctrinamiento del totalitarismo. Cierto que el 23 por ciento de la población
era analfabeta, pero para resolver esa angustiante situación no era
forzoso provocar la salida de la Isla de 1,654,
684 personas, el encarcelamiento por motivos políticos de más de
medio millón de ciudadanos y la muerte por fusilamientos, en combate
y ahogados en el mar, de decenas de miles de cubanos. Tampoco era
necesario destruir la economía de un país en crecimiento y menos aún arruinar
los cimientos culturales y morales de la nación.
Los derechos humanos no deben ser considerados desde una óptica
política o ideológica, pero inexorablemente cuando las propuestas extremistas
llegan al poder, fascistas o socialistas, esos derechos son
conculcados de forma institucional y permanente.
Los proyectos ideológicos tienden sistematizar métodos de coerción
para lograr sus objetivos afectando gravemente a la ciudadanía, por
eso la expresión de que de “buenas intenciones está empedrado el camino del
infierno”, se ajusta perfectamente a quienes ven la justicia social desde una
óptica igualitarista, razón por la cual el premier británico
Wiston Churchill dijo “El vicio inherente al capitalismo es el desigual reparto de
la riqueza; la virtud inherente al socialismo es el equitativo reparto de la
miseria”.
Sin embargo, lo más nefasto no son los decires de esos
políticos y personalidades sociales, sino la conducta de
una mayoría ciudadana que acata ciegamente cualquier propuesta, por
irracional o desinformada, cuando proviene de una personalidad pública de su
agrado, particularmente si este promete el paraíso en la tierra a costa de
terceros.
El señor Sanders tiene todo el derecho a pensar y
expresarse como dictan sus convicciones, pero aquellos que no piensan como él
tienen el deber de exponer sus puntos de vistas. Callar no es una solución, la
complicidad del silencio no ayuda a resolver los problemas ni a aclarar
entuertos.
Es
conveniente destacar que en Cuba no rige un régimen autoritario como denunció
el senador Sanders. En Cuba hay una dictadura totalitaria que controla de forma
absoluta los bienes y vida de sus ciudadanos, es un régimen similar
al de Corea del Norte del cual muy sabiamente marca distancia el aspirante a la
candidatura presidencial.
Los
pueblos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, confrontan problemas más agudos y
profundos que la desigual distribución de las riquezas. Los ciudadanos de esos
países no tienen derechos ni pueden disfrutar de libertades
públicas, la razón por la cual abandonan sus países como dijera Vladimir Lenin,
“botan con los pies”.
Es muy
cierto que la Revolución Cubana es bien profunda, tan profunda que el país en
pleno esta devastado y sesenta y un año después del triunfo insurreccional se
ha transformado en un estado mendigo que sobrevive a la caridad de sus propios
enemigos.
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