sábado, 8 de septiembre de 2018

VIVIR EN EL OLVIDO


"El amor nace del recuerdo, vive de la inteligencia y muere por olvido..."  (Ramón Llull)


Lola Benítez Molina Málaga (España)
Para el cantante, compositor, poeta y escritor uruguayo Alfredo Zitarrosa “hay olvidos que queman y hay memorias que engrandecen…”

Aunque en las noches de largo hastío, las cenizas del olvido me llamasen, las palabras hueras no carecerían de sentido y, en la sombra, las rosas mustias florecerían con fuerza y gallardía ante el inminente aguacero de titanes y, un bergantín, sin nombre ni consuelo, encallaría frente a las costas de ese mar embravecido por susurros ahogados de frutos y tinieblas. El oleaje azota mis días. El olvido es indiferente. Esto me trajo a la memoria la vida de la olvidada pintora surrealista danesa Rita Kernn-Larsen, quien fue gran amiga de la conocida mecenas Peggy Guggenheim. Ambas se conocieron en París en 1937, y al año siguiente expondría en la galería londinense “Guggenheim Jaune”.
Rita, en un primer momento, decepcionada por las enseñanzas recibidas en su tierra natal, se estableció en París en 1929. Allí se convirtió en alumna destacada del pintor Léger. Muchos veían en ella a una imitadora del surrealismo de Picasso y del propio Léger.
Cuando se encontraba en la capital británica para inaugurar una de sus exposiciones, le tocó vivir la dura etapa de la II Guerra Mundial. Allí entró en contacto con numerosos artistas, entre ellos Paul Delvaux. Una vez acabada la guerra sustituyó el surrealismo por la abstracción y una exquisita atención por la naturaleza. Como suele ser habitual, lo vivido se reflejó en sus obras.
Gabriel García Márquez refiere que “la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido”. ¿Qué es lo que hace que unos sean relegados al olvido y otros no? Son vidas interesantes, que en algún momento tuvieron luz propia, que se movieron en ambientes exquisitos, donde el conocimiento se expandía a raudales.
El inevitable transcurso de la historia y de sus acontecimientos, en demasiadas ocasiones inexplicables, quisieron poner freno a muchas ilusiones que quedaron calcinadas, pero otras, en el obligatorio devenir, no penetraron en la selva de la cremación, sino que hicieron resurgir su fuerza y motivación hacia el mundo que se les presentaba.
Para todos los que se mueven por conseguir un mundo mejor, el olvido no existe, su huella permanecerá indeleble, aunque su nombre haya que recordarlo para las generaciones futuras.
El amor también tiene gran protagonismo cuando se trata de olvido o de recuerdos. Para algunos será su fuego o pasión, para otros irá adherido a su ser. Para nadie pasará inadvertido. Por eso, Ramón Llull manifiesta que “El amor nace del recuerdo, vive de la inteligencia y muere por olvido”.



1 comentario:

  1. La escritora reflexiona, acertadamente, sobre la fuerza del amor para mantener en el recuerdo las experiencias relacionales con aquellos individuos de nuestro prójimo con cuyo discurso analítico de cuestiones capitales de la existencia humana nos hemos sentido especialmente identificados en alguna etapa de la vida o incluso unidos -a veces, en el modo de convivencia estable ("more uxorio", que dirían los de la "culta latiniparla" que satirizó Francisco de Quevedo en su obrita de igual nombre)-.
    Y sentencia, asimismo con toda la razón, que la memoria de quienes han bregado por un mundo mejor puede temporalmente parecer que se desvanece pero nunca es arrumbada del todo, porque bastará su evocación para que cobre nueva vida.
    La sintética referencia a que el amor puede ser su fuego o su pasión para unos, o un ente consustancial para otros, no es una afirmación decorativa y gratuitamente poética. Vienen a la mente dos pensamientos en torno a ese espíritu tierno pero también continuamente atormentado que fue Gabriela Mistral: el contenido en la frase de Rubén Darío sobre la chilena e hispanoamericana universal ("¡La creyeron de mármol y era carne viva!") y la autovaloración de la autora de "Los sonetos de la muerte" que le valieron el primer premio en Los Juegos Florales de 1914 convocados por la Asociación de Escritores y Artistas de Chile ("...yo, una cuchilla repleta de sombra, abierta en una tierra agria. Porque mi dulzura...es cosa de fatiga, de exceso de dolor, o bien, es un poco de agua clara que a costa de flagelarme me he reunido en el hueco de la mano, para dar de beber a alguien, cuyos labios resecos llenaron de ternura y de pena!"
    Que la escritora malagueña cuya reflexión comentamos proclame que "las rosas mustias florecerían con fuerza y gallardía" aun en la eventualidad de que "las cenizas del olvido" la llamasen "en las noches de largo hastío" mueve a advertir una identidad de actitud entre esta aseveración de Lola Benítez Molina -que sufre con el desgarro del olvido asechoso pero se yergue desafiante ante él- y la incolumidad latente en este poema de la ganadora del Premio Cervantes de 1992, la cubana Dulce María Loynaz (1902-1997):
    "Está bien lo que está: sé que todo está bien.
    Sé el Nexo. Y la Razón. Y hasta el Designio.
    Yo lo sé todo, lo aprendí en un libro
    sin páginas, sin letras y sin nombre..."

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