El documental ‘Letters to Eloísa’ analiza la trayectoria del censurado autor cubano y el escándalo provocado por el capítulo homoerótico de su obra maestra, ‘Paradiso’
Fragmento del documental
‘Letters to Eloísa’.
José Lezama Lima (1910-1976) murió en el olvido. Corría
el año 1976 y la prensa cubana le dedicó unas pocas líneas, mientras en el exterior se lloraba el escritor de Paradiso,
una de las novelas más importantes del boom latinoamericano. Fresa y
chocolate, largometraje de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío nominado a
los Oscar de 1995, representó su rescate. En la película, Lezama es convertido
doblemente en símbolo: su foto acompaña la de José Martí y denuncia la
condición de los homosexuales en la Cuba de los setenta. Hoy, su casa en La
Habana es un museo y su nombre ya no es deplorado en la isla como durante el
período de la Guerra Fría.
El documental de Adriana
Bosch Letters to Eloísa, presentado en el Miami Film Festival en marzo
pasado y que este mes podrá verse online en el Festival Latino de Los Ángeles,
describe la trayectoria de Lezama utilizando como hilo conductor las cartas que escribió a su hermana: “Me parecieron un
documento fascinante no solo por el hecho de ser cartas de amor que narran la
tragedia de la separación de dos hermanos y la ruptura de la familia cubana,
sino también por ser documentos sobre la experiencia de la revolución filtrada
por la sensibilidad de un gran poeta y escritor oscurecido y censurado por la
misma revolución en la cual él y tantos cubanos depositaron tanta fe”, afirma
la directora.
La relación entre Lezama y el
régimen pasó de luces a sombras. El autor se hizo famoso por su poesía, sus
ensayos, y por el experimento de la revista Orígenes, que “se preocupó
incesantemente del tema de los cubanos, de sus raíces en sus manifestaciones
estelares y telúricas”, sostuvo Lezama. Su publicación, que comenzó en 1944,
terminó tres años antes de la revolución, en 1956. Cuando Castro llegó al
poder, se entendió inmediatamente que la cultura iba a desempeñar un papel
fundamental, pero el contraste entre las dos partes pronto subrayó las
diferencias: “Más allá de un problema de estilo existía un problema filosófico.
Desde la época de Orígenes Lezama planteaba una identidad nacional en
base al arte y a la cultura y con la familia al centro de la transmisión de los
valores y las costumbres. Fidel Castro tenía una visión opuesta de Cuba: una
identidad nacida de valores militares y gestas heroicas, con el Estado al
centro de la nación y a cargo de delinear una cultura homogénea que respondiera
a las necesidades de la revolución. Lezama era elitista en una revolución de
masas, católico en un país marxista y homosexual en un régimen machista y
homofóbico. Era también un escritor que creía profundamente en la libertad como
una necesidad para hacer arte, poesía y verdad”, dice Bosch.
Lezama fue nombrado
vicepresidente de la Unión de Escritores (UNEAC), pero las primeras reticencias
hacia la revolución ya empezaban a notarse en sus cartas a Eloísa, que había
dejado el país con su marido, un empresario de radio, en 1961. En una de ellas,
el escritor dibujó la forma de su pie para que le enviara unos zapatos en un
momento de deterioro económico. Lo mismo parece entender Vargas Llosa, una de las voces del documental: “Yo conocí a Lezama en esos
años 60, lo vi varias veces. En él ya había reticencia sobre la situación en
Cuba, discretas, porque era un hombre prudente. Pero claramente la
identificación no era la misma a la que había sido en los años anteriores. A
medida que fueron pasando los años, cada vez veía que la reticencia era mayor”.
Paradiso “es una invitación extraordinaria a ser
humanos”, afirma en el documental Lillian Guerra, profesora de historia de Cuba
y del Caribe de la Universidad de Florida. Lezama publicó esa monumental obra de más de 600 páginas en 1966, pero la
llevaba escribiendo ya desde dos décadas. El momento literario nunca había sido
más adecuado, con novelas como Rayuela, La ciudad y los perros, Cien
años de soledad. Paradiso es un bildungsroman, una novela que
sigue la educación artística y sentimental del joven José Cemí en el seno de
una familia habanera. A través de ella, Lezama exalta la familia pero también describe el pecado en
escenas con contenido erótico.
Lo que provocaron las escenas homoeróticas de Paradiso es
bien descrito por la ensayista Margarita Mateo: “Ese gran hombre, serio,
respetable, abogado, católico que era Lezama, que apareciera con esa novela fue
un escándalo. La gente iba a pedir el ‘libro del capítulo 8’, no sabían el
nombre pero sabían que había un capítulo 8”. La secuencia es muy explícita. Se
describen los órganos sexuales en acción y el acto de la penetración. Para
Lillian Guerra fue un personal coming out, por el que Lezama se
defendió diciendo que “uno de los mayores misterios de la vida es el cuerpo
humano y hay que conocer y que respetar”. Y además de ser una revelación fue
también una bomba política. El Gobierno revolucionario, que luchaba contra ese
tipo de “perversión”, suspendió el libro.
Si Paradiso es una novela tan conocida se
debe a Julio Cortázar. El
escritor argentino rescató a Lezama y publicó el ensayo Para llegar a
Lezama Lima (1966), donde pone el tema de la homosexualidad en un
sentido mítico y intervención de Cortázar, pero la novela bien pudo haberse
quedado en Cuba con las 3.000 copias de la edición del 66, la única que se hizo
en la isla hasta el año 88, cuando se publicó una segunda edición con prólogo
de Cintio Vitier”, explica Bosch. Cortázar sacó Paradiso de
Cuba y la publicó con la ayuda de Carlos Monsiváis en México y de ahí saltó a
Italia, Francia, España y Estados Unidos. Cortázar, según Lezama escribió a
Eloísa, abrió “los ojos a muchos que no quieren ver”.
El punto en el que quizás la vida de Lezama tomó un camino
irreversible fue cuando se atrevió a enfrentarse directamente al Estado. El
jurado que presidió entregó el premio Julián del Casal de 1968 a Fuera
del Juego de Heberto Padilla, ferviente crítico de la revolución por
estar pareciéndose a la URSS. Lezama, que siempre quiso estar al margen de la
política, rechazó firmar el prólogo de los otros escritores, que tildaban el
libro de contrarrevolucionario. El autor de Paradiso tampoco
se disculpó y desde ese momento cambió todo. En 1970, Padilla fue arrestado y
obligado a declarar que Lezama era “un ingrato de la revolución” y que la
criticaba en privado. Un año después, en el Congreso Nacional de Educación y
Cultura se decidió que los homosexuales eran una amenaza a la identidad de Cuba
y que no podrían tener contactos con la juventud.
ampliar fotoDe
izquierda a derecha, Julio Cortázar, Chino López y José Lezama Lima en La
Habana en 1963.
Lezama no aparecerá nunca más, no se publicarán sus libros
ni sus amigos irán a visitarlos por el miedo a ser espiados. Paradiso solo
se conseguía en el mercado negro, según lo que se cuenta en el documental. El
escritor encontraba consolación en el éxito que su obra seguía alcanzando fuera
de Cuba. En 1972 se le otorgó el premio Maldoror de Poesía en Madrid y el a la
mejor obra hispanoamericana traducida al italiano. Las invitaciones de México,
Italia, Colombia, Francia, España le llegaban a su casa de Trocadero. Sin
embargo, no le permitieron salir de Cuba. Incluso se quejó en una carta de la
comparación que los medios anglosajones hacían entre Paradiso y Cien
años de soledad, que “no tiene nada que ver con mi obra”, dijo. Su soledad,
contó Eloísa en una entrevista del 1983, se expresa en su última obra, Fragmento
a su imán: “Espero a alguien y sé que nadie ha de venir”.
El documental se esfuerza en contar a José Lezama Lima
como escritor y como hombre. Las cartas a su hermana ofrecen el lado más humano
del escritor; las cenas descritas por su amigo Reynaldo González hacen el
resto. González también aporta algunas fotos, en una de ellas se le ve con
Lezama, el mexicano Emmanuel Carballo y Reinaldo Arenas, arrestado por su
homosexualidad abiertamente declarada en 1973. Hoy, Lezama ha vuelto a ser la
máxima expresión de las raíces de la sociedad cubana.
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