"Es evidente que una declaración de guerra siempre es una agresión a todos los pueblos del mundo..."
Carlos Benítez Villodres Málaga (España)
Aquellos que
desencadenan un conflicto bélico son seres tan malvados que, en sus mentes
psicópatas, creen poder devastar y dominar aquello que, según ellos, no sigue
la línea marcada por su propia voluntad perversa, masacrando y exterminando a
seres humanos que, como ellos, van de camino con sus luces y tinieblas en cada
latido de sus corazones.
En los últimos
años de la segunda década de este siglo, continúan las escaladas militares
cimentadas, como todas, en la maldad manifiesta, en la ambición de poder y en
la irracionalidad exaltada de los dirigentes de las naciones involucradas en
estas luchas de consecuencias funestas para los países en litigio y para el
resto de los humanos.
Es evidente que
una declaración de guerra siempre es una agresión a todos los pueblos del
mundo. Dejemos, pues, que se oxiden las armas y se esfumen esos silencios, que
no llevan a parte alguna, y, si hay que luchar, es decir, acercar convicciones
e ideas y entendimientos, limen asperezas, filos cortantes, vértices como
dagas… los dos bandos y después háganlo con la Justicia y la Palabra. “Se
acierta más por la dulzura, confiesa Erasmo de Rótterdam, que por la
acrimonia”. Además, y sigo con Erasmo, “las dos partes creen que tienen la Justicia
de su lado”.
Aportemos todos
los hombres y mujeres de buena voluntad nuestro “granito de arena” para que la
Paz reine en nosotros y en cada uno de los países enclavados en los diversos
continentes del mundo. Gracias a ella, la humanidad evolucionará, desde lo
fraterno y lo creativo, lo positivo y lo igualitario…, para bien de todos los
que formamos parte de ella y para los que mañana serán miembros de la misma.
Por ello grito a toda la humanidad que “la guerra es la salida cobarde, expresa
Thomas Mann, a los problemas de la paz”.
No olvidemos, y
tampoco aquellos que nos gobiernan, que el pueblo posee la primera y la última
palabra. Cualquier pueblo del mundo debe saber que es más auténtico y más
venturoso y más próspero vivir con la sonrisa en los labios que con la espada
en la mano. Pero, por desgracia, cuántas y cuántas personas viven de espalda a
las múltiples tragedias bélicas que suceden en nuestro planeta. “Entre los
vivos, manifiesta Manuel Mantero, los hay más muertos que los muertos. Son
aquellos que desayunando se informan de las matanzas previstas o ejecutadas, y
no se inmutan. Seguramente, están ya instalados en el reino de los cielos o,
por lo menos, en el de la televisión. Muy lejos”. Por ello, el individuo
indiferente a los calvarios o desgracias que sufren sus coetáneos es una roca
en las profundidades del abismo, un cobarde cruel que ni siquiera sabe que la
indiferencia es una enfermedad incurable que lo tiene, en vida, ciego y anclado
en su propio egoísmo, producto de una irracionalidad total.
Cada año, el 21 de
septiembre, se celebra el Día Internacional de la Paz en todo el mundo. La
Asamblea General de ala Naciones Unidas (ONU) declaró esta fecha como el día
dedicado al fortalecimiento de los ideales de paz, tanto entre todas las naciones
y todos los pueblos como entre los miembros de cada uno de ello.
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