LA GUERRA CULTURAL DEL 2017 AL 18. UN EMPATE, POR AHORA.
Por Santiago Cárdenas M.D.
Asistimos,
perplejos, a la desaparición del circo insignia de los EEUU. El Ringling no
mostrará nunca más a sus paquidermos, ni los tricolores de la bandera nacional.
Pero estoy gozoso, porque los contragolpes no fueron uno; sino dos.
Las rodillas en
tierra a lo Kaepernick durante el himno nacional en el fútbol y el derrumbe de
las estatuas tradicionales no prosperaron porque la desacralización de los
símbolos patrios no fue, no es, simpático para los estadounidenses.
(Abro un
paréntesis. No me gustan los circos "extranjeros”. Ni el ruso con su
payaso Popov, un pujón Ni el Cirque du Soleil con su nombre pagano, sus guiones
exóticos, su música incomprensible; las tristes caras de sus payasos y sus
esotéricos pezones teñidos de diferentes colores. Además precio exorbitante.
Prefiero a payasos
democráticos; la música de caballitos; los animales amaestrados y el olor a
rositas de maíz en un ambiente de alegría espontánea).
Por cierto, los
elefantes han pasado a un retiro de privilegio en un santuario verdadero cerca
de Sarasota, Fla., pagado por el generoso bolsillo de los antiguos capitalistas
“explotadores” con el aseo diario de sus cuidadores, antes llamados
entrenadores - torturadores.
LA GUERRA
La guerra cultural
comenzó con el advenimiento de la “beatlemanía” en los sesenta. En esa década
las estrellas se alinearon. Fue la colusión del feminismo, el poder negro y el
chicano, las escaramuzas por los derechos civiles, el gaysismo y la anti guerra
de Vietnam.
James D. Hunter en
su clásico libro (Cultural War 1990), introdujo el término en las marquesinas
de la Academia moderna. Sitúa los inicios de las hostilidades, algo más tarde,
en los noventa con el arribo del relativista moral más duro e importante de la
historia a la presidencia de los EEUU.
Bill Clinton,
Mónica aparte, presidió los dos grandes ataques éticos contra el alma de la
nación: la absolución de O.J. Simpson y el gigantesco fraude de los jonrones de
Sammy Sosa vs. Mark Mc. Gwire. Una herida permanente en contra del baseball, el
pasatiempo por excelencia, –nacional y patriótico, – de los EEUU.
Desde entonces la
polarización se ha hecho más evidente, puesto que divide a la nación en casi
dos partes alícuotas. Ud. puede llamarlos como desee: derechistas,
conservadores, ortodoxos o tradicionalistas, siempre en contra de progresistas,
heterodoxos, liberales o izquierdistas. Ambos grupos tendrán que decidir en el
cercano porvenir acerca de los problemas que conformarán el rostro no sólo de
nuestra nación, sino de toda la civilización occidental: el aborto; la pena de
muerte; la sexualidad aberrada; la separación de la iglesia del estado y la
inmigración.
DOS PRESIDENTES
El problema se
complica. El ex presidente Bush se autoproclamó un "presidente de
guerra" poco después del 9/11. El actual presidente lo ha hecho como un
"presidente de la guerra cultural ", politizando el problema. Una
guerra que era, al menos en teoría neutral, pasa ahora a la categoría
partisana. Demócrata equivale a culturalmente liberal y republicano como
culturalmente conservador. Peligroso, porque la "cultura", muchas
veces virginal puede ser desflorada por el "poder político", a veces
satánico.
Los resultados a
largo plazo no los conocemos. Ya se han producido bajas reales, muertos de
cementerios, heridas morales sangrantes, defenestraciones de importancia y
luchas en las calles. No hay una luz al final del túnel, que es largo.
El asunto es muy
importante. Y va más allá de los cagajones de los elefantes, las rodillas en
tierra de los afroamericanos en el fútbol y el desmonte transitorio de algunas
estatuas insensatas de sus pebeteros de las cuales ya pocos se recuerdan.
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