"Las elecciones del pasado noviembre vieron a 15 afiliados de Democratic Socialists of America..."
La idiosincrasia del sistema político
estadounidense convierte cualquier intento de mover el Partido Demócrata hacia
la izquierda una lucha cuesta arriba.
Por Robert
Penn-Davis.
Al haber ayudado
la campaña de Sanders a ponerlos de relieve, hay un amplio apoyo a tales
programas ambiciosos y universales, y a antiguas demandas laborales como un salario mínimo de 15 dólares. Ambiciosos
demócratas que ya tienen cargo ven este tipo de propuestas como una mina de oro
electoral, y el discurso sobre la comprobación de recursos para recibir ayudas
públicas y un presupuesto equilibrado —un pilar de la Tercera Vía— son cada vez
más raros. Candidatos para cualquier cosa, desde los ayuntamientos al Congreso,
incluso están sintiéndose lo suficientemente cómodos con el clima político como
para competir abiertamente como socialistas democráticos.
Las elecciones del
pasado noviembre vieron a 15 afiliados de Democratic Socialists of America
(DSA, Socialistas Democráticos de América) ganar escaños en 13 Estados. Entre
ellos estaba el treintañero Lee Carter, quien —compitiendo como demócrata— ganó
la carrera hacia la Cámara de Delegados de Virginia contra Jackson Miller,
titular durante diez años. Otros ganadores incluyen concejales y regidores
recién elegidos en Montana, Tennessee, Massachusetts e Idaho, respaldados por
secciones locales de DSA que llevaron a cabo ambiciosos esfuerzos para captar
votos puerta a puerta.
En las elecciones
de mitad de período, candidatos como Kaniela Ing, un miembro de DSA que compite
por el primer distrito congresional de Hawái, apoyado tanto por Our Revolution como por Justice Democrats, están esperando que
la dinámica de las elecciones locales y estatales pueda traducirse a nivel
nacional.
LUCHA EN EL INTERIOR DEL PARTIDO
Como Justice Democrats y Our Revolution están descubriendo, sin embargo, la idiosincrasia
del sistema político estadounidense convierte cualquier intento de mover el
Partido Demócrata hacia la izquierda una lucha cuesta arriba, especialmente
para los que actúan desde el exterior. A diferencia de las democracias
parlamentarias, los partidos políticos en Estados Unidos no tienen líderes
responsables de guiar la visión y estrategia electoral del partido.
En el nivel
nacional, nuestras elecciones en las que el ganador se lo lleva todo significan
que los terceros partidos están esencialmente bloqueados en cualquier competición
significativa por el poder. Eso hace que los terceros partidos sean
funcionalmente irrelevantes, y que las facciones dentro del Partido Demócrata
rivalicen por influencia dentro de sus márgenes tanto acumulando apoyo público
como consiguiendo la elección de candidatos que estén de su lado.
Eso significa que
el partido esencialmente funciona más como una coalición que como una entidad
cohesionada, abarcando a todos, desde demócratas Blue Dog (de
derecha) a socialistas democráticos. Los líderes del partido son elegidos por
un pequeño grupo de miembros y más que imponer líneas ideológicas establecen
reglas y funciones burocráticas, al menos oficialmente.
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