"Y comenzo una jerigonza y un regaño -a todas voz- en italiano..."
Era el aeropuerto
de Milán. Me adormilé a las seis de la mañana mientras esperaba el trasbordo,
cansado del viaje. Había un tranquilo olor a café fuerte italiano, fritangas y pizzas
que estarían listas, calentitas, una hora después cuando abrieran las puertas
de las cafeterías.
De pronto, un
grito me despertó: ¡Santiaguito!.....
No puede ser;
estoy soñando– ¡¡ Santiaguitooo!!
¡Contra…! ¿Qué
pasa? ¿Será conmigo?
Si; era conmigo.
¡Pero no! ¡No
puedes ser! A esta hora y en esta lejana ciudad, ¿quién me conoce?
¡Santiaguitooo!
repitió.
Entonces la
identifiqué.
Era una mujer de
mediana edad, embarazada, una italiana desconocida que avanzaba agresivamente
hacia mi asiento. Tuve miedo y me aferré instintivamente a mi pasaporte y al
equipaje que tenía sobre mis piernas. Mientras, los pasajeros a mi alrededor
continuaban durmiendo plácidamente.
La mujer se detuvo
enfrente de mí, visiblemente molesta.
Entonces se agachó
y empezó a forcejear con un intrépido bambino de unos tres años que se había
metido debajo de mi asiento.
Y comenzó una
jerigonza y un regaño –a toda voz– en italiano.
!!!! Santiaguino,
Santiaguito, sal de ahí abajo……Te he dicho muchas veces que no te pierdas por
ahí, ni molestes a los señores que descansan con tranquilidad. !!!!!
Confieso que mi
tocayo no había hecho el menor ruido, ni la menor molestia, mientras estuvo
escondido en la parte inferior de mi asiento supongo que por diez minutos
aproximadamente.
Luego, antes de ir
a desayunar, le di una palmadita en la espalda a Santiaguito, que me devolvió
una sonrisa picarona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario