ESPECIAL DESDE LA CORRESPONSALIA DEL NUEVO HERALD EN
EUROPA
Por Santiago Cárdenas MD.
Roma de noche es un espectáculo inolvidable. Desde las
luces argénteas de Coliseo, hasta la áureas del Domo de San Pedro, pasando por
las variopintas que iluminan el Tíbet. A éstas se agregaron la noche del martes
8 de noviembre miles de bombillos que permanecieron encendidos toda la
madrugada en las habitaciones de los hoteles donde se albergaba la comunidad
estadounidense de peregrinos y turistas
en la ciudad eterna. Estas luces permanecieron insomnes y atentas a la
jornada épica en donde fueron derrotados los iluminados de la izquierda
pedante.
La diferencia es de seis horas, sumando, hacia Europa. De
manera que siendo las seis de la mañana en las inmediaciones de San Pedro ya se
daba por casi seguro –las 12 de la noche en Washington– que Donald sería el elegido. Dije
"casi" porque entre pucheros y caritas de sus locutores, la CNN internacional
no daba su canal a torcer y se empeñaba en teñir el mapa de azul donde era
rojo. No así la BBC, cuya idiosincrasia inglesa era más obsecuente con la
realidad; la televisión moscovita en inglés no podía ocultar su alegría y el
canal francés, anglo parlando desde la torre Eiffel, se hacía el loco a la
mejor tradición gaullista.
Las seis antes meridiano es la hora pico en los hoteles,
donde hay que apurar el grande desayuno continental, una tradición, para salir
en una hora o poco más en los ómnibus especiales para los innumerables toures que diseminan a los turistas por
la ciudad. Los americanos castizos guardaban un silencio ominoso en cuanto a
los resultados; algunos en los pasillos en voz baja decían: Trump won!
La sotto vocce,
supongo, que se debía a la indecisión de las cadenas, la lejanía del epicentro
político y para evitar la erupción de una disputa que les echara a perder el
viaje a miles de millas de distancia. En definitiva, todos habían votado por adelantado
y socarronamente se callaban su emoción, como hicieron los "blancos
ignorantes" del centro–este del país en las encuestas, como ahora los
califican los pedantes de la progresía izquierdista; la que perdió.
El papa móvil entró puntualmente a las diez y
treinta AM, en la Plaza de San Pedro
para su espectacular liturgia pastoral miercolediana.
A esas alturas yo había visto a la derrotada Clinton concediendo. Pero, su
Santidad no se enteró. Al día siguiente le dijo a su secretario de estado,
Cardenal Parolín que llamara a Washington para la felicitación habitual. ! Ciao; ciao!
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