Las elecciones generales llevadas a efecto
en los Estados Unidos el pasado 8 de noviembre, constituyeron un ejemplo del
significativo ejercicio de la democracia en un país, más allá de todas
las incertidumbres, las parcialidades de la mayor parte de los medios de prensa y ciertos intereses
bien poderosos que directa o
indirectamente entraron a jugar en el tablero de este juego que tendría
repercusiones no sólo locales sino incluso internacionales.
El candidato del Partido Republicano, en
mucha medida tenía todos esos factores en su contra, a lo que hay que agregar. Además, personalidades y
corrientes que hasta dentro de su propio partido estaban en su contra o que,
en el mejor de los casos, no le
brindaban su apoyo. La casi totalidad de las encuestas estaban a favor de la candidata del Partido
Demócrata, que disponía de una maquinaria política y económica bien poderosa y
bien organizada, y un tipo de campaña político social que, de modo tal
intimidaba a los votantes, que muchos de
ellos confesaron después su temor de manifestarse previamente como virtual
simpatizante y votante del candidato republicano. A Donald Trump, fuera de los
activistas que llevaban su campaña, equipo mucho menor que el de su opositora,
le quedaban sólo sus simpatizantes en la proporción del ala más conservadora de
su partido, y en especial la decisión de los electores independientes y esa significativa
legión de votantes silenciosa que en la
intimidad de la cabina de votación, dejan en la boleta su voluntad independiente
y diríamos también “soberana.” El pueblo, en fin, que, contra todo lo antes
expuesto, todas las fuerzas contrarias, poderosas, ejerció su poder: el
voto, última fuerza de empuje que ofrece
la democracia, en la puridad del concepto de “soberanía”, que ideológicamente
la democracia postula. Y en medio de todo aquel complicado tablero de
complicado juego, decidió por Donald Trump, lo que no fue tan sólo un triunfo
de éste, sino finalmente de la democracia.
Un detalle o referencia que es oportuno citar en este comentario, es el caso de la elección del senador republicano Marco Rubio quien, con una votación arrasadora, derrotó a su contrincante demócrata Patrick Murphy, a pesar de que el mismo presidente de la nación, Barack Obama (cosa que se ve mal en la más alta figura del Ejecutivo nacional) llevó a cabo una intensa campaña personal y directa aconsejando al electorado de la Florida a votar por Patrick Murphy, en contra de Marco Rubio, quien, a pesar de lo anterior, derrotó al apadrinado por Obama. Lo cual significa también una derrota de Obama, en esta “valla chica” que es la Florida,
Un detalle o referencia que es oportuno citar en este comentario, es el caso de la elección del senador republicano Marco Rubio quien, con una votación arrasadora, derrotó a su contrincante demócrata Patrick Murphy, a pesar de que el mismo presidente de la nación, Barack Obama (cosa que se ve mal en la más alta figura del Ejecutivo nacional) llevó a cabo una intensa campaña personal y directa aconsejando al electorado de la Florida a votar por Patrick Murphy, en contra de Marco Rubio, quien, a pesar de lo anterior, derrotó al apadrinado por Obama. Lo cual significa también una derrota de Obama, en esta “valla chica” que es la Florida,
Estas elecciones fueron en general
correctas, y el pueblo decidió desde las urnas, por el magnate Donald Trump
(como si hubiera sido a cualquier otro candidato) , luego el mismo es el
legítimo presidente inmediato de los Estados Unidos. Pero en los días subsiguientes se han estado
realizando revueltas callejeras en varias ciudades del país que hasta ahora
aparecen como actos bien organizados por intereses o fuerzas provocadoras,
peligrosas, que parecen estar orientadas –o programadas– para subvertir el
orden institucional de este Estado de Derecho que son los Estados Unidos de
Norteamérica.
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