“La libertad cuesta muy cara, y es necesario, o
resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio.” José
Martí
Por Pedro Corzo.
Aunque algunos piensen lo contrario, no se han denunciado
suficientemente los horrores del castrismo, en particular, los
despiadados fusilamientos y la crueldad de la prisión política.
En Cuba antes del establecimiento del totalitarismo no llegaban a
una docena las prisiones. 30 años después eran más de 300 las cárceles y campos
de trabajo forzado que podían rivalizar por la crueldad de los esbirros que
allí vigilaban, con sus iguales de la Alemania nazi, de la Unión Soviética,
China o Corea comunista.
Por las cárceles castrista en estos 58 años ha pasado más de
medio millón de hombres y mujeres porque les sobró voluntad para pagar el alto
precio para ser libres y ciudadanos de pleno derecho.
El presidio político cubano es el más longevo y diverso de
América, además el más numeroso, en particular el de las mujeres, las féminas
cubanas sumas miles de años tras las rejas, algunas cumplieron más de 18 años
de cárcel y más de un centenar de hombres superaron las 25 navidades
encarcelados con al menos dos que superaron todas las marcas Ignacio Cuesta
Valle, 29 años y Mario Chanes de Armas 30.
Lo más doloroso es que la prisión política no ha terminado. Junto a
decenas de prisioneros está Janet Pérez Quevedo, recientemente
galardonada con el Premio Libertad Pedro Luis Boitel y Armando Sosa Fortuny,
más de 40 años preso en dos etapas, reconocido con la orden Lázaro Machado,
ambos cuentan con el apoyo de organizaciones de exiliados como el Directorio
Democrático, Plantados hasta la Libertad de Cuba, la Casa del Preso y el
Presidio Político Histórico por solo mencionar unas pocas entidades.
No obstante, a pesar de los padecimientos personales y familiares
que genera la prisión, hay que destacar que la mayoría de los expresos
tienen la convicción de que la cárcel les hizo mejores ciudadanos y estimuló su
amor a la libertad y la defensa de sus derechos, lo que demuestran cuando
comentan con sumo orgullo que fueron presos del castrismo y con la constitución
de organizaciones que se identifican exclusivamente por que sus miembros fueron
prisioneros políticos.
Hay varias organizaciones, todas de gran prestigio y con
activistas que honran la cubanía, pero hay una en particular que por sus
prácticas de solidaridad y condición de santuario demanda una mención
especial y es la Casa del Preso que dirige Enrique Ruano, que es también la sede
del Presidio Político Histórico Cubano que preside José Luis Fernández por un
segundo periodo.
Hace varios años el ex prisionero político y notable activista a
favor de la democracia en Cuba, Luis Gonzalez Infante, publicó un trabajo en el
que reseñaba varias organizaciones de ex presos políticos, entre ellas,
el Ex-Club,
que preside Ángel Cuadra, la Federación Mundial de
Expresos Políticos, que dirige
Eugenio LLamera; el Consejo Nacional del Presidio Político, cuyos voceros
son dos referentes de la lucha contra la dictadura, Roberto Martín Pérez
y Pedro Fuentes Cid; la Coordinadora Internacional de Ex presos y Ex presas
Políticos, dirigida por una mujer que se distingue por su constancia y
dedicación, Neli Rojas, y el Comité Internacional de Ex Presos Políticos,
que cuenta con una dirección colegiada.
Más allá del sur de la
Florida los ex prisioneros políticos cubanos también demuestran su orgullo de
haber combatido la dictadura dinástica. La Asociación de Ex Presos Políticos
Cubanos en Venezuela que dirige Pedro Pérez Castro, la Unión de Ex Presos
Políticos Cubanos de Puerto Rico que dirigen Kemel Jamiz y Gerardo Morera, en
California opera la Asociación Libertad Presos Políticos Cubanos, que preside
René Cruz otro ejemplo de compromiso con la Patria, y la Unión de Ex
presos de la Zona Norte, integrada por ex prisioneros de New York, New Jersey,
Connecticut y zonas aledañas, dirigida en el presente por Aurelio
Candelaria.
Todas reflejan el
compromiso de sus miembros con la libertad y los derechos humanos. La cárcel
les preparó para ser mejores ciudadanos, para sentir y mostrar con orgullo su
condición de ex presos políticos.
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