"No dejemos nunca de luchar por ver cumplido nuestros sueños, que daran sentido a los latidos de un nuevo amanecer.."
El conocimiento da sabiduría y libertad de
decisión. La experiencia es un escalón al que no se puede llegar por la vía
rápida, requiere una preparación y un estudio concienzudo y exhaustivo. Así
encontramos, como ejemplo de superación y entrega, al médico y cirujano
sudafricano Cristian Barnard, quien llevó a cabo el primer trasplante de
corazón en un ser humano en 1967.
Hoy, tras cincuenta años de tu
gesto heroico por ayudar a sobrevivir a la humanidad, tu recuerdo se engrandece
y no me cabe más que alabar tu proeza porque aquellos que creen que los sueños,
aparentemente inalcanzables, pueden cumplirse, como tú hiciste, son el sustento
para las generaciones venideras ante un futuro que se les presenta incierto.
Gracias por creer en ti, por hacer posible lo imposible. Es bonito creer en
estas sabias palabras de Napoleón: “Con constancia y tenacidad se obtiene lo
que se desea; la palabra imposible no tiene significado”.
Es de marcada
obligación rememorar tu hazaña, recordar ese ayer en el que, quizá movido por
la pérdida de un ser querido, tu propio hermano, por un problema cardíaco,
entregaste tus mejores años al estudio y la investigación, primero en tu país
de origen y, posteriormente, en Minnesota (EE.UU.), donde, auspiciado por los
doctores Owen H. Gesteen y Shumway, comenzaste a hacer trasplantes en animales.
Y así, el 3 de diciembre de 1967 llegaría el gran logro, que te encumbró en la
lista de los que hacen historia, aunque no exento de polémica ante el hecho de
que el donante está muerto, pero su corazón aún late.
Viviste el reconocimiento,
como merecías, pero también te dio tiempo a conocer lo efímero de la fama. No
obstante, trabajaste por el bien común hasta el fin de tus días, acaecido en
Chipre (2001). Tu memoria debe permanecer inextinguible para iluminar los pasos
de los que no encuentran el rumbo y a los que les recuerdo las palabras de
Eleanor Roosevelt: “El futuro pertenece a aquellos que creen en la belleza de
sus sueños”.
Su éxito lo llevó
a una vida un tanto azarosa en el terreno sentimental, que él recogió en un libro
autobiográfico titulado “La segunda vida” (1993).
Intentó siempre
dar a conocer la importancia de los trasplantes de órganos, aun cuando tuvo que
dejar de hacerlos por motivos de salud.
Como diría Bertolt
Brecht: “¡Ay de los que luchan toda la vida! Esos son los imprescindibles”. No
dejemos nunca de luchar por ver cumplidos nuestros sueños, que darán sentido a
los latidos de un nuevo amanecer.
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