"Me indigna que pretendamos confundir protesta genuina con delito..."
Por, Alberto Medina Méndez
Lo que ha ocurrido en estas
horas me causa una enorme tristeza, pero también una absoluta impotencia. Me
enoja, me molesta, pero por sobre todas las cosas me genera una amarga
sensación de indignación con todos.
Me indigna ser parte de una sociedad que prefiere la
ceguera y muestra signos indisimulables de necedad. Una comunidad
tremendamente hipócrita que no es capaz de asumir sus problemas estructurales
con valentía y enfrentarlos como se debe, con determinación e inteligencia.
Me indigna que seamos tan chantas de no comprender que
no se puede vivir de fiesta indefinidamente y que las cuentas algún día se
pagan, que nada es gratis y que lo que no queremos hacer hoy por las buenas
lo terminaremos haciendo mañana de la peor manera y con mayores costos.
Me indigna que seamos demagogos y que creamos que las
soluciones son simples y mágicas, que son “otros” los que deben encontrar
soluciones porque nosotros no tenemos la más mínima idea de lo que hay que
hacer.
Me indigna que les pidamos a los gobiernos orden, pero
al mismo tiempo le digamos que ejerza esa misión con sano equilibrio,
sutilmente, seduciendo a los delincuentes y poniéndoles alfombra roja para
que no se ofendan.
Me indigna que le pidamos a un conjunto de personas que
eligieron ser miembros de la fuerza de seguridad que nos protejan de los
criminales pero que lo hagan sin elementos para evitar que los malos salgan
lastimados.
Me indigna que mandemos al frente de batalla a otros y
luego nos ocupemos de desautorizarlo sin culpa alguna. Que les paguemos
indecentemente para hacer un trabajo que ninguno de nosotros haría porque nos
falta el valor para estar en esa peligrosa línea de fuego.
Me indigna que pretendamos confundir protesta genuina
con delito, que elijamos creer que los forajidos que desprecian la propiedad
privada y se apropian de lo ajeno son solo un grupo de individuos que piensan
diferente.
Me indigna que sigamos repitiendo como loros que los
actos de vandalismo son una legitima forma de expresar meras discrepancias y
que pueden constituirse en el termómetro adecuado del malestar ciudadano.
Me indigna que tengamos una dirigencia política tan
mediocre que ni siquiera es capaz de leer dos páginas seguidas de un proyecto
de ley, pero que luego puede invertir ese mismo tiempo en intrigas que luego
se convierten en tácticas de corto plazo para sacar ventaja de la coyuntura.
Me indigna que muchos legisladores no sepan ni hablar y
solo puedan balbucear, que no intenten siquiera argumentar para defender sus
supuestas ideas sin recurrir a la chicana, el panfleto y los slogans vacíos.
Me indigna que la mayoría de los opositores sean tan
cínicos y que pretendan que la gente les crea su discurso de sensibilidad
social, ese relato que no aplicaron cuando tuvieron la oportunidad de
gobernar.
Me indigna que la dirigencia, en su conjunto, intente
que la sociedad le crea que a ellos les interesa realmente el futuro de los
jubilados y pensionados cuando unos y otros, los manipulan y utilizan sin
escrúpulo alguno.
Me indigna ver que los que decidieron dedicarse a la
política no son capaces de sostener convicciones y que solo definen sus
posiciones con una dinámica que consiste en sacar el máximo provecho del tema
del día.
Me indigna que los que gobiernan no logren comprender
que antes de discutir un tema se deben construir consensos, no solo con las
cúpulas y los círculos de poder, sino con una sociedad que necesita validar
los cambios.
Me indigna que los legisladores oficialistas se hayan
convertido en “levanta manos”, dejando de lado sus creencias bajo la excusa
de que deciden lo políticamente posible en nombre de un “bien común” que
jamás llega.
Me indigna que los que gobiernan no tengan el coraje de
hacer lo correcto y que vivan justificándose, cuando fueron ellos los que
prometieron cambiarlo todo y decidieron hacerse cargo de este lío, sin que
nadie les implore.
Me indigna que toda la clase política no se anime jamás
a enterrar sus propios privilegios, esos que establecieron por unanimidad y
que confirman eternamente, sin ofrecer un mínimo gesto de austeridad
republicana.
Me indigna que el “pseudo” periodismo juegue su propio
partido bajo ese cruel esquema en el que se responde linealmente a los
intereses de los medios y, a veces, solo a las resentidas ideas de sus
interlocutores.
Me indigna que el sindicalismo corrupto contribuya al
caos para destruirlo todo cuando, en realidad, han sido ellos los
responsables de este inviable régimen que diseñaron y que alimentaron hasta
que lo hicieron colapsar.
Tengo el temor de que esa indignación se convierta en
desesperanza, que esa desazón me empuje a bajar los brazos, a buscar nuevos
horizontes lejos de mis afectos y a considerar a mi país como una causa
perdida.
Pero luego pienso, que aunque no lo veamos muy claro aún
todo sigue dependiendo de nosotros mismos, de entender primero lo que nos
pasa, de ser autocríticos y revisar, sin piedad, todo lo que hemos hecho muy
mal.
No estamos como estamos por casualidad, ni porque los
que hacen de las suyas sean solamente los otros. Nuestro presente no es el
resultado de un plan perpetrado por los empresarios prebendarios, ni por los
malvados integrantes de la inagotable corporación política y gremial.
Somos lo que somos, porque hacemos lo que hacemos. El
exitismo compulsivo, la mirada simplista, una apatía crónica, el desinterés
por la política y una ausente cultura del trabajo nos trajeron hasta acá.
Es la acción, o inacción, de cada uno de los ciudadanos
la que ha construido este engendro. Claro que muchos hicieron lo imposible
para engordar a este monstruo del que hoy viven cómodamente esquilmando a los
demás.
Va siendo tiempo de que reflexionemos y nos pongamos a
trabajar para convertir este mamarracho en una oportunidad. Si no lo hacemos
pronto repetiremos nuestra propia historia como lo hemos hecho durante
décadas.
Tenemos una chance. Habrá que entender primero que somos
nosotros los que debemos tomar la posta, porque si esperamos que estos
patéticos personajes de hoy edifiquen un porvenir mejor, estamos muy
equivocados.
Unos ya lo demostraron. Son corruptos, perversos y
absolutamente incapaces de hacer algo positivo. Los otros, los de ahora, no
tienen lo que hay que tener para hacer lo que hay que hacer. Todos los días lo confirman.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario