En EEUU se está viendo un fenómeno atípico, anti histórico y delirante. Algunos en la clase política se están catalogando como “socialistas democráticos”
Julio M. Shiling
Estados
Unidos. – Joseph P. Schumpeter en su obra clásica Capitalismo,
socialismo y democracia abordó sobre los pormenores de una economía
moderna. En dicho libro, el economista austriaco entró también en lo político y
nos dejó un criterio pesimista. La conclusión de Schumpeter era que, bajo un
sistema de gobierno como la democracia, sería inevitable ver que los ciudadanos
de esas sociedades libres ejercerían su derecho en las urnas y optarían,
eventualmente, por el sistema socioeconómico que es el socialismo, abandonando
el capitalismo que es el formato de la economía más compatible con el modelo
democrático. La razón principal para racionalizar este harakiri social está
sustentada en la falta de una alfabetización cívica lo suficientemente dotada
para que pueblos armados con el poder del voto y la libertad para ejercerlo,
entiendan bien las alternativas frente a ellos y sepan separar lo que podría
ser atractivo emocionalmente, pero cuya historia de acuerdo con la experiencia
apunta a llegar a constituirse en una distopía (o anti utopía) liberticida.
En EEUU se está
viendo un fenómeno atípico, anti histórico y delirante. Algunos en la clase
política estadounidense se están catalogando abiertamente como “socialistas
democráticos”. Esta categorización, en adición de ser una aberración, es una
idiotez sin fundamento empírico que constituye una parte importante dentro de
una programación que busca desnaturalizar conceptos políticos y morales y el
lenguaje que los describe con fines de arribar al poder político. Colocar el
adjetivo “democrático” detrás de socialismo, convierte el término en un
oxímoron. En otras palabras, es una contradicción en términos.
Antonio Gramsci ya
nos habló de la primacía de la cultura como motor de cambio sistémico dentro de
su formulación del marxismo. El grupo de comunistas alemanes del Colegio de
Frankfurt con sus aditivos de la teoría crítica, la psicología psicoanalítica
social, la tolerancia represiva, y la subjetividad lingüística, confeccionaron
el producto final que se conoce hoy como el marxismo cultural, prole también
del postmodernismo. El querer presentar una versión “democrática” del
socialismo es una manifestación de esta corriente peligrosa.
El mecanismo para
engatusar a la sociedad generalmente lo hacen apuntando a los países nórdicos
como ejemplos de un socialismo con rostro humano (“democrático”). El problema
con esa aseveración es que es una falsedad total. Noruega, Suecia, Dinamarca,
Finlandia e Islandia son socialdemocracias. Como toda socialdemocracia, éstas
operan dentro del modelo socioeconómico capitalista (de libre empresa) de
propiedad privada con fines de lucro y ejerce la democracia. O sea, existen en
un régimen democrático con su consecuente Estado de derecho que respeta
plenamente los derechos de la propiedad privada de sus ciudadanos y donde
existen múltiples partidos políticos que compiten por el control temporal del
gobierno en elecciones transparentes y periódicas. En el bloque nórdico, el
socialismo está relegado a los libros, pese a farsantes que desde el exterior
pretenden adjudicarse de la realidad.
En el socialismo,
en cambio, el Estado dominado por un partido único, controla la economía. La
tolerancia de conceptos de “propiedad privada”, el lucro y una relación
perversa con el mercado, en determinados casos emblemáticos como el chino y el
vietnamita, no quiere decir que son modelos socioeconómicos de libre empresa o
capitalismo popular o competitivo. Más bien éstos son formularios de un
mercantilismo moderno o, en ciertos aspectos, de un capitalismo de Estado. La
utilización del mercado, del comercio y de la inversión extranjera, no
convierte a estas economías en capitalistas y menos aún en regímenes
democráticos. Los manejadores de los medios de producción y distribución siguen
atados al despotismo político y obedeciendo el dogma de sus tiranos.
Es imperativo
impedir el cumplimiento del pronóstico de Schumpeter. Este peligro no es sólo
una amenaza para las democracias como la norteamericana. Dictaduras como la castro
comunista, en algún momento, pueden decidir dar el salto y probar el nuevo
modelo dictatorial que hoy, colonias como la venezolana, ejercen. El invento de
un socialismo light con adjetivos decorosos, contando con
titulados disidentes dispuestos a intentar promover estos caballos de Troya
como un mecanismo viable y “democrático” del socialismo es una posibilidad. Una
sociedad libre o una que aspira a ser libre, debe de vacunarse contra la
toxicidad que promueven los enemigos de la libertad. Una socialdemocracia,
democracia cristiana o democracia liberal, sí. ¡Socialismo, sin embargo, ni en
pintura! Ya sobran los muertos (más de 100 millones) y la miseria.
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