“Busquen primero la libertad; y el capitalismo se les dará por añadidura”
Por Santiago Cardenas M.D.
El epíteto “salvaje” es tardío,
sacado de contexto y muy católico. Aparece cien años después de la encíclica Rerum Novarum que dio origen a la
Sociología Católica y cinco siglos más tarde que las estructuras capitalistas fueron emergiendo lentamente en
el seno del feudalismo de la Europa
medieval.
He aquí lo que originalmente
escribió en latín san Juan Pablo II en el capítulo 8, párrafo tercero, de su
carta “Centesimmus Annus, en 1991: .. ,”sic apellatus, << capitalismus
effrenus, >> grassa batur, nodie”……
Effrenus , en inglés: un bridled, tiene diez
acepciones en el diccionario Mirriam-
Webster. Por ejemplo, Bernie Sanders se refiere a “unfettered
capitalism”.
La mejor traducción pudiera ser “sin
frenos”. Capitalismo sin riendas; sin bridas; sin controles. La peor— que no
existe en alguna traducción de las muchas que he revisado—es la de “salvaje.”
Curiosamente éste fue el calificativo que “pegó” y es el utilizado por las
izquierdas y la progresía en todo el mundo para denostarlo. También,
curiosamente, por algunos laicos católicos
que hacen un estudio apresurado y muy superficial de su Sociología.
El papa polaco se refería a un derecho enunciado en el párrafo
precedente del mismo capítulo 8 de la
mencionada encíclica. Es el derecho al
salario justo, que había propuesto su predecesor León XIII cien años
antes.
Textualmente en la infausta traducción oficial al español se lee:
“Ojalá que esta palabra cuando avanzaba
el llamado “capitalismo salvaje” no debiera repetirse hoy en día con la
misma severidad”.
NO DEBIERA
REPETIRSE HOY EN DIA……..
El capitalismo es una estructura
socio-económica sin moral. Nació así. Querer achacarle alguna, –especialmente
la ética cristiana, – es un disparate. El
capitalismo nació solo, espontáneamente, en el siglo XIII y no tiene padres, ni
ideólogos, ni comisarios; sino juglares. Es una estructura muy dinámica y siempre mutante; en continuo movimiento y evolución.
Continuar juzgándolo –con los cristeros del 1891
o 1991, en el siglo XXI– especialmente por clérigos o teólogos que no
han estudiado ni conocen de economía
moderna– es una aberración.
El capitalismo necesita de libertad para desarrollarse. Esa es su condición
sine qua non. Eso fue, precisamente, lo
que Locke, – el padre del liberalismo clásico, que no era economista, – señaló
desde el siglo XVII. Como el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, así
el capitalismo procede de la libertad.
Ésta es precisamente el corazón, el meollo de la Doctrina Social Cristiana, como la denominó
Juan Pablo. Ella es un canto excelso a
la libertad. Una sinfonía a lo libérrimo del evangelio. Por eso el capitalismo moderno, con sus virtudes y
defectos, es el summum y culmen de la Sociología Católica.
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