domingo, 16 de octubre de 2016

DOS POEMAS DE JUAN CUETO ROIG


Habana (Parodia)

Exportadora de revoluciones sangrientas a todo el mundo.
Fabricante de ruinas. Almacenista de falsas promesas
para un futuro siempre pospuesto.
Distribuidora de Hambre y Miseria a toda la Nación.
Tempestuosa, como los huracanes que la azotan.
Impasible, a pesar de su endémico deterioro.
Desafiante ante las innumerables miserias que la aquejan.
Ciudad de anchos hombros,
estoica bajo la fusta de dos hombres
que la maltratan desde hace más de medio siglo.
Me dicen que eres perversa y yo les creo, porque he visto
a damas vestidas de blanco ultrajadas y golpeadas.
Y me dicen que eres corrupta y yo respondo: Sí, es cierto,
los rostros de tus mujeres y tus niños reflejan
las huellas del agobio y el hambre.
Y me dicen que eres despiadada y mi respuesta es:
Tienen razón, porque he
visto al verdugo verdeolivo fusilar impunemente,
y fusilar y fusilar y fusilar.
Y después de responder así, me vuelvo una vez más hacia los que
menosprecian mi ciudad, y les devuelvo su desprecio y les digo:
Vengan y muéstrenme otra ciudad
con el orgullo de estar todavía en pie,
pronunciando estridentes discursos en medio de la frustración de un
fracaso tras otro.
He aquí una fornida e intrépida contrincante que se destaca
entre las débiles y pequeñas ciudades caribeñas.
Feroz, como un perro jadeante, lista para la acción.
Sagaz, como un salvaje enfrentándose a la jungla africana
para entronizar dictadores vitalicios.
Inculcando ideas necias en la mente de niños y de jóvenes,
con el fin de convertirlos en «hombres nuevos»,
devenidos con el tiempo en exiliados o en ahogados
en el Estrecho de la Florida.
Erigiendo ruinas.
Concibiendo planes quinquenales jamás cumplidos.
Destruyendo, demoliendo, nunca reconstruyendo ni edificando.
Riendo en medio del horror.
Riendo, bajo la terrible carga del destino,
como sólo saben reír los ciegos o los que no quieren ver.
Riendo, como ríe un ignorante que aplaude
por no haber perdido nunca su cuota en la libreta de racionamiento.
Riendo y jactándose de que bajo su muñeca el pulso aún palpita,
a pesar de la hambruna del periodo especial,
y de que bajo sus escuálidas costillas el corazón aún late.
¡Riendo!
una risa violenta, ronca y retadora.
Semidesnuda, semidescalza, sudorosa.
Y orgullosa de ser:
Exportadora de revoluciones sangrientas a todo el mundo.
Fabricante de ruinas. Almacenista de falsas promesas
para un futuro siempre pospuesto.
Distribuidora de Hambre y Miseria a toda la Nación.



Recreación habanera sobre el poema
Chicago, de Carl Sandburg.
                        

Esperando a los yanquis

¿Por qué estamos reunidos en la Plaza?
Porque hoy nos invadirán los yanquis.

¿Por qué entonces esa indolencia en el Comité Central?
¿Por qué no promulga alguna ley la Asamblea Popular?
Porque hoy nos invadirán los yanquis,
y ¿qué leyes podría ya promulgar
la Asamblea Popular?
Cuando lleguen los yanquis, ellos promulgarán las leyes.


¿Por qué el máximo líder se despertó hoy tan temprano,
y está en la tribuna muy circunspecto,
con su uniforme y su gorra verde olivo?
Porque hoy nos invadirán los yanquis,
y el máximo líder se prepara para recibir
al jefe invasor.


¿Por qué están aquí los miembros del Comité Central, de la Asamblea Popular, de los Comités de Defensa de la Revolución, de las Brigadas de Respuesta Rápida y, también, los camilitos, las federadas, los jóvenes comunistas y hasta una nutrida representación de pioneritos asmáticos como el Che? Todos con sus uniformes de gala, brazaletes, insignias y condecoraciones.
Porque hoy nos invadirán los yanquis,
y a los yanquis les encantan los desfiles y las celebraciones.


¿Por qué nuestros dirigentes no están gritando
sus consignas ni sus arengas?
Porque hoy nos invadirán los yanquis,
y a los yanquis les aburren los oradores y sus discursos.


Pero, ¿por qué de repente hay tanto malestar y confusión?
¡Cuán solemnes y apesadumbrados se han vuelto todos!
¿Por qué se están quedando desiertas las calles y la Plaza?
¿Por qué el pueblo, atribulado, se está retirando a sus casas?
Porque está anocheciendo y los yanquis no llegan.
Y unos hombres que vigilaban
el horizonte desde el malecón,
acaban de informar que no hay ningún yanqui a la vista.


Y ahora, ¿qué será de nosotros sin los yanquis?
Ellos eran, al fin y al cabo, la única solución, nuestra última esperanza.
Una parodia del poema “Esperando a los barbaros”, de C.P. Cavafis

Autor: Juan Cueto Roig

Juan Cueto Roig, nació en Caibarién, Cuba. Exiliado de la Isla en 1966, reside actualmente en Miami. Ha publicado los libros de poesía: En la tarde, tarde (1996), Palabras en fila, en clase y en recreo (2000), En época de lilas, traducción al castellano de 44 poemas de E.E.Cummings (2004), Cavafis, veintiún poemas traducidos del inglés(2010), y Esas divinas cosas: Tribulaciones y alegrías de un traductor (2011); en narrativa, Ex-Cuetos (2002), Hallarás lobregueces (2004), Verycuetos (2007), Veinitún cuentos concisos (2009), Lo que se ha salvado del olvido (2013) y Verycuetos II (2014).


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