domingo, 16 de octubre de 2016

ANTE CLINTON Y TRUMP, EL CIUDADANO RESPONSABLE VOTA POR EL MENOR DE DOS MALES

Ante Clinton y Trump, el ciudadano responsable vota por el menor de dos males 
pOR, ANDRÉS REYNALDO
A este momento, la mañana del jueves 13 de octubre, abandonado por el Partido Republicano, es difícil que Donald Trump conquiste los 270 votos electorales para llegar a la Casa Blanca.
Debíamos respirar aliviados. Trump nos hubiera dado una presidencia abrasiva, escandalosa, estéril, por decir poco. Sin la profundidad, la paciencia, la humildad y el capital político para guiarnos por un mejor rumbo. Pero, y en este “pero” nos asomamos al abismo, Hillary Clinton sólo conseguirá empeorar los problemas que Trump está incapacitado para resolver.
Si el conocimiento de los personajes y la observación de los acontecimientos de hoy dan pie para pensar en los escenarios de mañana, puede que al cabo de cuatro años con Clinton acabemos por estar más solos en el mundo y mucho menos unidos en casa. Más débiles militarmente. Quizás hasta más pobres. La izquierda se moverá todavía más a la izquierda de Bernie Sanders y el ultranacionalista discurso de Trump acabará convocando la nostalgia por una era de cívicas moderaciones.

TRUMP POSEE EL GENIO DE LOS GRANDES ESTAFADORES. TE VE CON UNA PIERNA ROTA Y SE HACE PASAR POR ORTOPEDA, PROBABLEMENTE CON ÉXITO
Al ciudadano informado y responsable, ese ciudadano que realmente transforma la sociedad, le toca en estas elecciones la degradante obligación de taparse la nariz y votar por lo que considere el menor de dos males.
Trump encarna lo peor del capitalismo patrimonial. Por momentos, revive la caricatura de los desfachatados y rapaces capitanes de la industria y la banca de fines del siglo XIX. Posee el genio de los grandes estafadores. Te ve con una pierna rota y se hace pasar por ortopeda, probablemente con éxito. Así como en los negocios ha salido adelante a fuerza de encontrar la excepción en la ley y la oportunidad en el vacío dejado por competidores más escrupulosos o prudentes, ahora ha sacado provecho de la imposibilidad de Clinton y los otros candidatos republicanos para expresar la radical insatisfacción de millones de estadounidenses.
Esa brecha le ha permitido alzarse como la única voz en estas elecciones clamando por la indignación de muchos ante el frenético asalto contra el imperio del orden, la descalificación de la preeminencia inherente al mérito, la concesión de fondos, leyes y espacios sociales en virtud de la queja oportunista, y la gradual institucionalización del rechazo a lo que una elite de artistas, informadores, intelectuales y activistas identifica perversamente como la cultura del hombre blanco. Una voz demagógica, sin duda. Pero que ilustra una alarmante deficiencia: hemos tenido que esperar a que venga un pillo a llamar las cosas por sus nombres.
HILLARY Y BILL SE HAN CONVERTIDO EN EL EPÍTOME DE LA NARCISISTA SED DE CONTROL, LA ARROGANCIA INTELECTUAL, EL CÍNICO PATERNALISMO, EL DESPRECIO POR LOS HECHOS Y LA HIPOCRESÍA DEL ESTABLISHMENT LIBERAL
El voto por Clinton irrita la conciencia de quienes compartimos importantes aspectos de la agenda demócrata. Como en una fábula que alecciona sobre la corrupción intrínseca a todo poder, Hillary y Bill se han convertido en el epítome de la narcisista sed de control, la arrogancia intelectual, el cínico paternalismo, el desprecio por los hechos y la hipocresía del establishment liberal. Un establishment que refuerza su identidad en la espontánea conjura para excluir del debate comunitario, el circuito de las artes, la academia y los principales medios de opinión a todo aquel que piensa diferente, sin importarle que sea negro, blanco, hispano, homosexual, heterosexual o parapléjico.
Se ha dicho que Trump es el hombre del cambio y Clinton la mujer del plan. La ceguera partidista omite el potencial catastrófico de los respectivos candidatos. ¿Hemos pensado en los peligros del plan necesario para realizar el cambio de Trump? ¿Hemos pensado en los peligros del cambio que nos traería el plan de Clinton? En medio de la desesperanza, una certidumbre: primera vez de nuestra historia en que, gane quien gane, vamos a perder todos.


 

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