domingo, 30 de octubre de 2016

TRINIDAD CIUDAD DE ANECDOTAS E HISTORIAS "Una leyenda cubana"

René  León, historiador y poeta

 Muchas personas me han preguntado si nací en Trinidad o Casilda. No. Pero mis padres tenían un chalet en Casilda y otras propiedades. La familia de mi madre era de Trinidad. Mis años de juventud los pase con mi hermano Julio (†) de vacaciones en Casilda. Pero siempre íbamos a Trinidad, que en aquellos tiempos seguía manteniendo ese aire de antigüedad. Calles empedradas de piedra de río, desde los tiempos de la colonia. Cuando uno la visitaba sentía dentro de mí una felicidad interna que me invadía. De ese remoto pasado trinitario nos llegan recuerdos y tradiciones  gestadas a través de años que nunca se olvidarán.

El que piense que en aquellos tiempos de la colonia no pasaba nada en la ciudad. Se equivoca. Si pasaron sucesos horribles. La maldad humana no tiene límite. La historia que les voy a contar sucedió allá por 1878. Un malvado conocido por Carlos Ayala y Agama, pardo libre, degenerado sexual que abusaba y luego asesinaba a solo niños o niñas. Ayala siempre iba vestido según cuenta la historia de “blanco”, de su cintura colgaba un fuete y un afilado cuchillo. Trataba de esconder su cobardía. Había desaparecido una niña. Se avisó a las autoridades, que con los vecinos empezaron a buscar a la niña, otra ya había desaparecido, nunca aparecieron. Varias personas fueron asaltadas. El capitán de la guarnición puso en alerta a los voluntarios y milicias. Se ofreció una recompensa de 50 monedas de plata.

    Las autoridades prenden a un chino al que acusan de robo y crimen. El pobre chino sólo decía “llo no mtle no vodi”.  Le pedía a Confucio que le ayudara, eso dijo un guarda de la cárcel y se lo dijo luego al oficial; que el chino tenía un cómplice que se llamaba Konfucio. Al fin cae la sospecha sobre Ayala. Una señora que fue a un baile al volver a su casa le dio un “trancazo” y le robaron todo. La dejaron media desnuda, pero como era muy mayor se salvó. El pobre “chino” estaba preso, nadie podía acusarlo.

    Un día se aparece en una bodega Ayala con las manos ensangrentadas a comprar aguardiente.  Diciéndole al dueño que había “matado un cochino”. Al caer en sospecha con el bodeguero, este manda a un dependiente avisar a las autoridades, siendo apresado Carlos Ayala, presionado por las autoridades confeso sus crímenes.

    Ayala se refugiaba en una cueva cerca de la calle de la Popa y con acceso a la Loma del Indio, como era conocida, llamada después como “La Cueva de Carlos Ayala”. Tenía una entrada ancha, rodeada de muchas piedras, que vi en el año de 1952. Estaba oculta, de afuera no se veía nada. Dentro de la cueva Ayala tenía una choza de madera, con cama, sus utensilios para los sacrificios macabros. Las autoridades encontraron numerosos huesos humanos de niños. Prefería niñas, las violaba y luego se comía su carne. Allí ese día de su detención encontraron a una niña que le había arrancado sus pechos a mordidas. Se declaró culpable de sus crímenes y de los robos que había cometido.

    Culpó a su tío, cosa que no era verdad. Fue juzgado y condenado a muerte. Fue defendido por el abogado Dr. Manuel Cantero. Ayala simulaba ataques de locura, para no ser condenado a muerte. Fue condenado a morir en el “garrote”. Se hizo el loco, hablaba en lengua de ñáñigos. Atacaba al sacerdote cuando venía a verlo. El verdugo que era negro le cogió miedo y rehusó matarlo. El padre de una de las niñas asesinadas por él, se ofreció para ajusticiarlo. Era el 16 de febrero de 1882.

    Para cambiar de tema. Esta historia es diferente pero muy interesante. Cuentan que llegó a Trinidad el Filadelfiano William Baker, que pasó a la historia de Trinidad, como Guillermo Becquer. Famoso terrateniente y naviero trinitario, que amasó una fortuna. Odiaba al Rey de España, y como desprecio al Rey, deseaba pavimentar un salón de su nuevo palacio con monedas donde aparecía la cara del Rey para pisotear su cara todos los días en muestra de desprecio. Como es natural no lo hizo por advertirle las autoridades que si lo hacía podía tener un “viajecito” preso a Chafarinas”. Uno de los bisnietos  dijo que todo había sido una idea o antojo pasajero.

    Perdón, se me olvidaba algo muy importante. Al cabo de los días fue puesto en libertad  el pobre chino que fue acusado de asesinato y luego perdonado. Pues bien. Se fue para La Habana, y se puso a trabajar en una lavandería en la calle de Zanja, famosa años más tarde. Al pasar el tiempo abrió una lavandería que se llamaba “La siempre viva”.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario